En Estados Unidos, donde se inventaron las encuestas electorales, se les va a esas prestigiosas agencias la mitad del tiempo en explicar por qué no acertaron. Las elecciones que acaban de pasar son un caso dramático porque todas medían un empate entre Donald Trump y Kamala Harris, especialmente en los llamados swing states, que deciden la elección. Advertían los expertos que la subestimación que se había hecho de los votos de Trump en las elecciones de 2016 cuando le ganó a Hillary Clinton era un problema superado.
Todos los días previos a las elecciones del 5 de noviembre salían nuevas encuestas dándoles un punto de más o de menos a ambos candidatos en esos estados, puntaje que iba a decidir la elección puesto en las dos elecciones anteriores el triunfador lo había sido por sumas muy reducidas de votantes. Nadie acertó. Lo que si sucedió fue que esos estados hicieron honor a su nombre: habían votado por Trump en 2016, por Biden en 2020 y otra vez por Trump en 2024. Contrariando los análisis de las encuestas, todos ellos en esta ocasión votaron por Trump.
No hay nada más fácil que hacer un análisis retrospectivo de un fracaso. Salen a relucir como un descubrimiento las razones que siempre estuvieron allí: la pesada carga de la impopularidad del gobierno Biden del cual hacía parte Kamala Harris, sus pobres resultados en el tema de la inmigración ilegal que le había sido encomendado, el poco conocimiento que de ella tenían los electores, lo corto de su campaña como candidata de última hora. Su encanto personal y su sonrisa no le alcanzaron.
Las encuestadoras olímpicamente dijeron que todo lo sucedido estaba dentro de los márgenes de error, los cuales técnicamente están relacionados con lo que se denomina el nivel de confianza. Por ejemplo, son equivalentes un margen de error de ±2,6 puntos para un nivel de confianza del 80 %”, un margen de error de ±3,9 puntos para un nivel de confianza del 95 % y un margen de error de ±5,2 puntos para un nivel de confianza del 99 %.
La pregunta que surge es ¿para qué diablos puede servir una encuesta con un nivel de confianza del 99% si su margen de error es 5,2 puntos para arriba a para abajo, en una elección que se decide por un porcentaje menor que esos márgenes? O para decirlo en Román paladino: las encuestas no sirven para nada distinto a medir unas grandes tendencias de opinión y solo le aciertan al caballo ganador, como en el hipódromo, cuando éste tiene una clara ventaja sobre sus competidores. O sea, predicen al ganador sólo cuando es seguro que va a ganar.
Las encuestas predicen al ganador solo cuando es seguro que va a ganar
Acaba de publicarse en Colombia una encuesta de intención de voto realizada por Invamer para las elecciones presidenciales de 2026, para la cuales falta año y medio, donde se les preguntó a potenciales votantes mayores de 18 años sobre sus preferencias por 16 eventuales candidatos a la presidencia, en lista hecha por la encuestadora. 1200 encuestas hechas de modo presencial en 56 municipios 17 de ellos capitales con un nivel confianza de 95 % y con márgenes de error de 2,8 % (Difícil entender cómo el margen de error del total de la muestra es 2,8 % mientras el margen de error en cada uno de los municipios y estratos va entre 4 % y 9 %). Es muy probable que en pequeños municipios no se les haya peguntado a más de quince personas pues la muestra para Bogotá son 200 y el resto se reparte en las grandes zonas del país alrededor de 250, en cada una.
En esa encuesta tan anticipada, lidera Sergio Fajardo con 15,4 % de intención de voto, seguido por Claudia López con 12,6 % y Germán Vargas con 9,2 %. Siguen Vicky Dávila y Gustavo Bolívar con 8,6 % y de allí para abajo. Ninguno de los 16 nombres aparte de la señora Dávila ha anunciado su candidatura. Y como siempre sucede no están todos los que son ni son todos los que están.
El proceso de selección de candidatos viables a la presidencia se ha ido sofisticando en Colombia a raíz de la desaparición del bipartidismo y la multiplicación de los partidos y movimientos de opinión. Ahora existen consultas partidistas, porque en cada partido hay varios candidatos; consultas interpartidistas de partidos afines para evitar la dispersión de candidatos; y dos vueltas electorales, para decantar a los finalistas. Ello sin contar los espontáneos quijotes que se lanzan solos a la plaza por lo general acompañados de un Sancho Panza con las alforjas llenas.
En ese complejo proceso que ni siquiera se ha iniciado no tiene ningún sentido publicar una encuesta como esa que lo único que nos dice es que la firma encuestadora piensa que entre los nombres de esa larga lista hecha por ellos puede estar el próximo presidente de la República.
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