Mario Pedroza un gran crítico, afirmaba algo que es ineludible en su país: Brasil está condenado a la modernidad. En el mundo del arte del siglo XX hemos visto artistas como Lygia Clark con su geometría mutante, Hélio Oiticica quien desde el movimiento Neo-Concreto propuso las primeras instalaciones y las primeras sensaciones aleatorias al arte, Cildo Meireles quien con su obsesión por el color exuberante, sus obras no tienen proporciones.
Desde hoy hasta el 28 de octubre en Bogotá, en el Museo de Arte del Banco de la República se inaugura la muestra de otro artista grande del Brasil: Vik Muniz. Nació en Río de Janeiro dentro de la enorme clase media y como sus padres jamás pisaron un museo, hoy en día, cada trabajo es un homenaje a ellos. Es sin duda, de su generación, uno de los artistas más importantes.
A Colombia nos trajo una retrospectiva armada de veinte años con cien fotografías cuyo título es Más allá de la imagen, donde nos muestra su interés por las técnicas. La imagen que es fotografía en gran formato, evidencia su interés en el papel como una verdad tangible que reta la verdad intangible del medio digital. Porque en el ciberespacio, las verdades como los verbos, mutan con el tiempo. Sus temas son arquetipos o íconos para que la imagen tenga un reconocimiento, también se centra en algunas imágenes de la historia del arte o en series de compromisos sociales.
La exposición comienza con la imagen del Che Guevara pintado con una frijolada, rito gastronómico típico de su mundo. También intervienen varias propuestas con lecturas de la sociedad, mientras Muniz habla en fotografías de escenografías en grandes formatos. Así mismo se apropia de La Medusa de Caravaggio en medio de un plato casi vacío de espaguetis. A Liz Taylor la retoma de la fotografía y a la imagen del ícono, mientras la pinta en medio de diamantes o realiza el mapa del mundo con pedazos de los viejos ordenadores con todas sus partes que incluyen la versátil y bursátil actualidad de la globalización. Sintaxis con muchas lecturas trasversales.
La exposición será un éxito. Dentro de los juegos de la percepción, el artista confirma la tesis de que, en la interacción de la obra con el público es cuando la obra tiene valor porque el espectador piensa, siente y completa la obra que, según cada quien tiene muchos puntos de vista.
Cuando Muniz no tenía dinero y ya había llegado a vivir en Nueva York gracias a una extorsión, que utilizó después de haber sido abaleado sin justa causa como transeúnte, compra en la gran manzana unas revistas Life de donde rehace imágenes del mundo en blanco y negro —que son símbolos de la conciencia colectiva— como el saludo militar del pequeño John John mientras pasaba el féretro de su padre asesinado, o el hombre chino que se enfrenta a todos los tanques en la enorme Plaza de Tiananmen. También crea la mágica imagen de John Lennon en su actitud de pacifico que también tiene la muerte por delante o, la foto del primer hombre en la luna que promete, tal vez, otra vida.
Ya con el tiempo, las finanzas mejoran y puede trabajar en otras técnicas como los dibujos en alambre de objetos que adquieren otra dimensión en la fotografía. Otra línea mágica la hace aérea. La forma y el fondo se desvanecen en la atmósfera del cielo mientras dibuja una línea con la propulsión de un avión en varias ciudades norteamericanas. Con la idea de las nubes tiene tema con la técnica del algodón con el que construye teteras vaporosas o perritos en el aire. No nos sorprende que el hilo sea su técnica para la línea donde recoge el movimiento de un paisaje marino de Winslow Hommer.
Se alimenta de la historia del arte mientras retoma a la Mona Lisa en mantequilla de maní y mermelada. Hace una nueva propuesta estética, esta vez comestible, que siguiere un diálogo con los otros sentidos como el olfato o el gusto y rematan las imágenes de Frankestein y Drácula determinados por el caviar.
En la exposición también hay temas más comprometidos con la denuncia, como son las imágenes del basurero del Jardín de Gramcho en Río de Janeiro. Con ellos y desde ese lugar, construyó desde el mundo de La muerte de Marat del estilo neoclásico de la obra de Jacques-Louis David o la mujer pobre y triste de Picasso planchando en su triste época azul, entre un cerro enorme de botellas y envases de plástico. Son experimentos de vida.
Otra versión social, más alegre y trágica de las guerras es un niño soldado armado estructuralmente con soldaditos de caucho, o la condición de la soledad de una mujer en un cuarto de un hotel sin alma, que reconstruye con los recortes de revistas que reinterpretan la soledad, que tanto le interesó a la pintura del norteamericano Edward Hopper. Última etapa donde la realidad del papel real le da la validez al trabajo.