Los Díaz color de Rozo en mi vida

Los Díaz color de Rozo en mi vida

Este libro, tejido entre fotos y relatos de un álbum de familia, hace florecer desde la historia de cada uno en Tona (Santander), la historia de la nación colombiana

Por: Iris Graciela Hernández Díaz*
diciembre 05, 2024
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Los Díaz color de Rozo en mi vida

Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser.; porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande, donde bien podía caber el dedo del corazón.

Juan Rulfo, Pedro Páramo

Las hojas de los árboles se mueven en el horizonte desde hace siglos, el corazón de cada uno de nosotros palpita desde cientos de años, el sonido del agua ha sido la música de los habitantes de la tierra desde la caverna. El lenguaje universal de la naturaleza habita un sentido estético de nuestras almas con un deseo de retorno a los orígenes, de la tierra, de la madre, de la sangre. Los Díaz color de Rozo en mi vida es en amuleto, un Santo Rosario para el viaje a la vereda; a ese rincón en la montaña que todos los andinos, todos los latinoamericanos, llevamos en la memoria.

Este libro, tejido entre fotos y relatos de un álbum de familia, hace florecer desde la historia de cada uno en Tona (Santander), la historia de la nación colombiana; desde los retos de cada familiar de los Díaz-Rozo, todos los retos de La Violencia en la Colombia de los 50 y 60 encuentran un hermano de sangre. Y es que la tragedia de los orígenes de nuestros pueblos brota con todos los retoños de los amores y los odios cultivados bajo la tierra que nos alimenta, ante de servirnos de sepultura. Los atajos de la vida se fueron vistiendo de colores de mujeres y de hombres disputando amores, de colores de partidos políticos que nos bautizaron enemigos, de la fragilidad de la vida que nos desgarra la carne entre ganarnos el pan y ganarnos el abrazo del otro.

 - Los Díaz color de Rozo en mi vida

Este caleidoscopio de voces y de postales, funge como una brújula para no naufragar entre la marea de hojas verdes y el canto alucinante de los pájaros; este libro es una postal hablada y actuada de una familia colombiana en su despliegue geográfico e histórico, aunque con ancla en Tona (Santander), sus historias son réplicas fractales de muchas familias, de muchas veredas, desde la historia de familia hacia la historia de Colombia y de Latinoamérica. Aquí la anécdota en un pretexto para trazar la silueta nacional, aquí el dolor personal es un personaje de teatro para los espectadores ajenos a la familia Díaz-Rozo; entonces el relato se convierte en catarsis para todos los otros, para todos nosotros, ante ese dolor nacional que fue nacer entre dos orillas que se abrazan en el camino a la muerte: de un lado, la belleza del paisaje de los Andes nutrida con la sangre de crianza de la familia; y de otro lado, la tragedia de los odios ajenos heredados de pueblos adolescentes en su trajinar premoderno.

Se invita a cada uno de ustedes a emprender el viaje a Tona, ya sea que compre el tiquete por carretera rumbo a la montaña, o que compre el tiquete por los años rumbo a la memoria; usted puede ir y venir en este retrato de familia, como un retorno a la familia de la vereda, la de cada uno, la de todos.

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*¡Estoy agradecida por ser como soy, una persona multicultural! Nací en Caracas, Venezuela. Mi madre era de Tona, Colombia y mi padre de Melena del Sur, Cuba. A los once años nos mudamos para los Estados Unidos. A raíz de eso crecí en un hogar donde se comía arepas, tomaba chocolate con queso, se hacía café cubano diariamente y hablábamos en Spanglish de religión y de política, que directamente nos afectaba, ya fuera de Cuba, de Colombia, de Venezuela o de los Estados Unidos. Me raspé y despellejé las rodillas montando bicicleta, patinando, y jugando en la calle. Tuve una crianza equilibrada ya que también alimenté mi intelecto. Soy esa persona persistente y curiosa que se negó a ser restringida por ser inmigrante y crecer en una familia numerosa. Estudié derecho en la Universidad de la Florida. Mi pasión es la historia y la genealogía. Soy miembro de la Academia Colombiana de Genealogía y del Club Cubano de Genealogía de Miami.

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