En Cali la bicicleta es más común de lo que pensamos, aun cuando persiste un rezago en el trazado ciclovial. En Cali la bicicleta anda por suaves valles y colinas exigentes, a despecho de la barbarie andante de ciertos automovilistas y motociclistas, cuya férrea convicción pasa por creerse los dueños absolutos de la carretera.
Pues bien: Cali, desde por lo menos la segunda década del siglo XX, empezó a vivir la fiebre del ciclismo, manifiesta en la organización de competencias menores (como en Bogotá y en Medellín), al igual que en la fabricación nacional de bicicletas desde la muy extrañada empresa Monark. Cuando ocurrió la primera Vuelta a Colombia en bicicleta (1951), el Valle del Cauca tenía en el pedalista Óscar Oyola un escollo afilado para Efraín 'El Zipa' Forero, múltiple campeón de aquella cita nacional.
Pero de vuelta a Cali, si hoy escuchamos el nombre de Saturia Rubiano quizá quedemos en blanco, como si la niebla de la memoria nos hiciera olvidar de dónde venimos y por qué llegamos hasta aquí en materia de ciclismo nacional. Sin embargo, hasta los años 80 de aquel ya lejano siglo XX era posible ir al Almacén Saturia a adquirir, por ejemplo, las boletas de ingreso a los partidos del América, uno de los cuadros futboleros de la ciudad. Ahí tenía su nido familiar Saturia, una mujer de orígenes geográficos ambiguos (¿Cundinamarca? ¿Chocó?), nacida en 1926 y fallecida en 1989.
Para recordarnos cuán importante fue Saturia en la ciudad y para la vida de la bicicleta durante por lo menos cuatro décadas es que el periodista, guionista y escritor Vladimir Pérez (Paz del Río, Boyacá, 1976) publica el libro La vuelta de Saturia (Planeta, 2024), con un subtítulo atractivo y exagerado (ya veremos): "La legendaria heroína del ciclismo colombiano". Valga decir que el autor tiene una destacada trayectoria en Cali al frente del Archivo Fotográfico, lo cual redunda positivamente en la página que él alimenta en Instagram llamada 'Arqueología Fotográfica de Cali
Decimos que el título es "atractivo" porque en realidad Saturia Rubiano, una mujer que definió desde los años 40 la hoja de ruta del ciclismo en la ciudad, al comercializar bicicletas importadas junto a su esposo Argemiro Sánchez y organizar válidas locales hoy injustamente olvidadas, es un nombre imprescindible para entender cómo el ciclismo en Colombia escaló hasta convertirse en el deporte representativo del país. Saturia sostuvo un igualmente legendario almacén de velocípedos en el céntrico barrio San Nicolás de Cali; Saturia, sobre todo, alentó y ejecutó la que podría llamarse la primera gran gesta del ciclismo colombiano con la carrera (que llamaríamos Clásica) Cali-Bogotá, desarrollada entre el 2 y el 7 de agosto de 1949 en cinco etapas batalladas por diez competidores. Todo esto lo cuenta Vladimir Pérez en su libro, compuesto por tres capítulos, un epílogo y quince fotografías de Saturia Rubiano en las diversas escenas del ciclismo local.
También decimos que el título es "exagerado" porque tras la lectura del texto queda la idea de que Saturia no logra ser una heroína rotunda, con todas sus letras. Si bien ella se ocupó de la bicicleta en un momento en el cual el deporte en general, a la luz de los poderes de turno, era incongruente con la figura de la mujer, además de que patrocinó la que fue la primera gran Clásica (que no la primera Vuelta, con todas las letras) ciclística en Colombia, Saturia nunca se subió a la bicicleta. Resulta extraño decirlo, pero el mismo autor reconoce que ella aparece en las fotografías (conservadas en una caja de zapatos por Jorge Eliécer Sánchez Rubiano, uno de los hijos de Saturia) sólo al lado de o sosteniendo una bicicleta, vestida como lo hacían las damas de entonces. Y es más: ya en su vejez, Saturia Rubiano "traicionó" su amor por las bicicletas al transformar su almacén en una comercializadora de motocicletas, sabiendo, como seguramente sabía, que las motos en Cali iban a proliferar tanto como o más que el mango viche y el chontaduro.
El libro vale como testimonio de una vida legendaria y melodramática, porque Saturia Rubiano protagonizó un "culebrón" digno de cualquier telenovela. En la trama aparecen hombres abusadores y mujeres oprimidas, así como una hija que llega a casa después de mucho tiempo y se va junto al marido de la propia madre.
Saturia protagoniza este guion existencial en el que cupieron el narcotráfico y el inicio del auge de las apuestas deportivas con el reconocido Totogol. No en vano ella también fue adoptada por los Diablos Rojos como una de sus 'santas patronas'.
Vladimir Pérez lo cuenta bien, de forma sintética, sin amarillismo, adhiriendo al hecho de que su "heroína" fue en muchos sentidos una mujer transgresora para su época, cuando recién la mujer estuvo habilitada para el sufragio y alcanzó el estatus de ciudadana en Colombia. El libro rescata uno de los capítulos más olvidados de la historia del ciclismo nacional: Saturia, llamada "La madre de la carrera" por el periodismo deportivo ciclístico de los años 50, ocupa por fin su lugar en nuestra a veces meliflua memoria del pedal.
Fotos: Editorial Planeta.