El hombre que sapeaba a la guerrilla y el Ejército

El hombre que sapeaba a la guerrilla y el Ejército

Esta es la historia de Arnulfo Hernández

Por: Juan Diego Aguirre "Cachastan"
junio 04, 2015
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El hombre que sapeaba a la guerrilla y el Ejército

Cuando vivía en Málaga, Santander, Arnulfo Hernández Sanguino imitaba a su mamá y se dedicaba a cultivar yuca y tubérculos. Con el tiempo, la familia Hernández se convirtió en una de las más adineradas del municipio. Para ese entonces, Arnulfo era un adolescente. Sin necesidad de asistir al colegio, también se dedicaba a volear machete entre el espeso follaje de la finca. En las noches escuchaba las historias de heroísmo de su abuelo y su padre Buenaventura Hernández, quienes participaron en la Guerra de los Mil Días.

En los años 40, se recrudeció la guerra entre liberales y conservadores. Los Hernández eran liberales. “No se podía caminar con una camisa roja o azul, porque lo mataban”, confiesa Arnulfo. Así, luego de algunas muertes en la zona, llegaron los azules a la hacienda y les advirtieron que se fueran. Temeroso, y por el caos de orden público, Arnulfo empacó maletas y prometió volver por ellos.

Arribó al municipio de El Zulia, en 1947, y se dedicó al cultivo de café. Conoció a la familia Amaya, y Carlos Vaca, su patrón, le abrió las puertas para que trabajara de arriero. Al darse a conocer, cuando trabajaba para la Hacienda la Culebra, en Campo Alicia, Arnulfo regresó a Málaga por sus padres, pero recibió una triste noticia, su madre había fallecido. En ese momento se acordó de la arepa de borona, exquisitez de su progenitora. Finalmente se trajo a su papá y vendieron la finca de Málaga.

En El Zulia, Arnulfo frecuentaba las galleras, y cada tres días se gastaba el dinero en aguardiente, guarapo y ginebra. Las borracheras eran constantes y las mujeres iban y venían. Un día, mientras mascaba el tabaco, le salió un pedazo de pelo, era de hombre. A continuación escupió el tabaco y se bebió la taza de café de un sorbo. Desde ese día se dijo para si que no volvería a embriagarse.

La iglesia fue la respuesta. Tras más de diez años de vicio y desenfreno, vio en la religión su salvación y perdón de los pecados.

El hombre llegó al sector del Porvenir y la vereda El Guayabo, zona montañosa cerca a Puerto Santander. Allí, mientras cultivaba café, comenzaron a visitarlo grupos pertenecientes a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Arnulfo, quién cumplía 40 años, predicaba el evangelio y recibía a los soldados con amabilidad. “A usted no lo tocamos, a usted y su doctrina lo cuidamos”, aseguraban los subversivos, la mayoría jóvenes campesinos. Recuerda también a las guerrilleras, que a pesar de vestir el camuflado, se veían sexys. En una ocasión una de las guerrilleras, mientras Arnulfo molía café, se acercó y le regaló una ancheta de pollo, plátano y dulces. Arnulfo recibió el detalle agradecido.

En otra ocasión le tocó con el Ejército y les confesó sobre la presencia guerrillera. Arnulfo les mostró los caminos que cogieron y uno de los tenientes le dijo que si volvían “tocaba obedecer”, y así fue.

Cuando las Farc se detenían para reaprovisionarse y descansar en la hacienda de El Guayabo, Arnulfo les decía que el Ejército rondaba la zona. Los guerrillero precavidos le preguntaban por dónde se habían ido y Arnulfo les enseñaba los caminos aledaños. Este recibió comida, ropa y dinero. Colaboraba con la guerrilla y el ejército al mismo tiempo. En ningún momento lo amenazaron por señalar las rutas. Siempre lo respetaron, tocaba obedecer.

Para los años 90 le salió otro trabajo en el departamento de Arauca. Mientras cuidaba una finca, llegaron miembros del M-19. Fue a las 4 de la mañana que sintió los pasos desde el monte. Los soldados se acercaron y le dejaron un papel. Arnulfo lo leyó y desde ese momento supo que debía quedarse callado.

@JuanCachastan
https://www.facebook.com/juan.cachastan
Adjunto la foto de él y otra foto dibujada. Pueden poner otras para que llame más la atención

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