Termina la temporada de Armando Benedetti en la representación diplomática de Colombia en la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura creada por allá en 1945 para lograr la seguridad alimentaria del planeta y erradicar el hambre en los países, una función evidentemente en deuda.
Sin lugar a muchas vacilaciones, la temporada de Benedetti allí ha sido como una variedad de año sabático, una estancia, una pasantía, un tiempo ligero con resultados famélicos, en fin, un período que teniendo en cuenta los fines de la Organización (erradicar el hambre y promover una vida sana), paradójicamente parece haber servido solo a su grande, diríamos más bien, a su voraz apetito político, burocrático y egocentrista y a una vida pública poco, o casi nada sana, si se tienen en cuenta los escándalos por los que habitualmente pasa y el cúmulo de investigaciones que enfrenta.
Si se suma el costo económico, estratégico y a la postre político, de sus fallidos pasos por las embajadas en Venezuela y en la FAO, lo peor no sea quizá lo acontecido hasta ahora, sino lo que viene. Este personaje, investigado en Colombia por varios asuntos, regresa para seguir actuando, para seguir andando, para seguir haciendo lo suyo en asuntos públicos. Hay que erradicar el hambre (premisa de la FAO) y en eso se mantiene.
La historia recuerda personajes como Rasputín en la rusia zarista, José López Rega en la Argentina peronista, Lavrentiy Beria en la URSS stalinista, Vladimiro Montesinos de Fujimori en el Perú, u otros nombres de todas las ideologías que han estado incrustados en un momento del poder y han ido horadando la credibilidad pública y el perfil de los gobiernos de turno. Pues bien, Armando Benedetti parece estar en esa vía, por lo que poco favor ha hecho y hará al primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia, si bien el caso de Benedetti es el de quien ha sabido transitar entre sectores de heterogéneas ideologías y tendencias.
Es desafortunado que otra vez esté sobre la mesa de las decisiones. Ninguna relación puede tener con el cambio social que se plantea, una persona, un político, un servidor público con protuberantes problemas en la vida pública al menos, pues la vida privada es suya y no hace parte de este comentario.
Los favores políticos se pagan, pero el de Benedetti es un costo muy alto, un paquete que significa mucho peso y mucho en daño de imagen para el gobierno y el Estado colombiano
Los favores políticos se pagan, pero el de Benedetti es un costo muy alto, un paquete que significa mucho peso y mucho en daño de imagen para el gobierno y el Estado colombiano.
Le atribuyen a Gandhi haber dicho que lo que hay en la tierra sirve para solucionar el hambre de todos, pero es insuficiente para saciar la gula de unos pocos.
Y Benedetti parece representar de buena forma esa premisa. Si no fue posible saciar su apetito con años de congresista, con años de influencias en cosas de interés público, con Venezuela o con la FAO, ¿Qué otra mesa habrá que servirle luego?
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