Si hay una historia de la ficción que me aterra es la de Robocop (1987).
En esta famosa película de Paul Verhoeven, el agente Alex Murphy es asesinado sin piedad, solo para ser resucitado por métodos científicos y arrastrado de vuelta a la fuerza laboral.
Algo similar ha pasado en la cultura popular con la figura del médico venezolano José Gregorio Hernández, quien después de su muerte hace más de un siglo fue declarado beato por la iglesia católica.
Después de tantos años, sus fieles siguen invocándolo para que lleve a cabo todo tipo de tratamientos médicos por medios sobrenaturales. Yo me pregunto: ¿es que ni muertos podremos dejar de trabajar?