El mundo está conmovido ante los nuevos acontecimientos bélicos ocurridos contra territorio ruso, merced al ataque ucraniano con misiles balísticos de largo alcance (300 kms) entregados por USA.
Putin y su equipo de gobierno han hecho las primeras declaraciones, nada tranquilizadoras, por cierto, y han entregado la mala nueva en doctrina nuclear. Según ésta, Rusia estrenaría doctrina en el asunto, que consiste en responder con instrumentos de ese tipo cuando el ataque en su contra ha sido ejecutado con armas provenientes de países que poseen el letal material, que sería este caso.
Las especulaciones abundan en torno a las razones que tuvo Biden para autorizar a su desvalida y cuasi derrotada aliada Ucrania que lanzara el ataque que se comenta. Quizás para maniatar al entrante presidente Trump y derrumbarle su alocada teoría de que terminaría en veinticuatro horas la guerra rusoucraniana.
Pero también para buscar una reacción rusa de gran escala que haga disipar las vacilaciones unionistas europeas e impulse a sus miembros a manifestarse en bloque ante esa eventual respuesta. Los gringos quieren convencer a sus hermanos menores de que el asunto contra Rusia va en serio y por eso lo asocian con China, Corea del Norte e Irán, es decir, el totalitarismo oriental contra el siempre libre e ilustrado Occidente. Cuando lo que parece estar en el fondo es el temor a la guerra comercial con China que ha inundado de sus mercancías al mundo (Oriente y Occidente).
Un desgaste ruso, -potencia militar y nuclear, mas no económica-, en el campo militar disuadiría a China, Corea e Irán de competir con USA.
Las acciones apenas hacen calentamiento, pero el temor de una nueva guerra ya no solo en territorio europeo, asiático y africano, sino en USA, invade a quienes tuvieron antepasados que las vivieron en carne propia. No es un juego de niños lo que se tiene enfrente.
Si vivimos la tercera no habrá quienes peleen la cuarta.