Gracias a la honestidad política y económica de nuestro actual presidente progresista, Gustavo Petro Urrego, y su compromiso con la auténtica democracia, este gobierno ha iniciado un proceso de reincorporación a los estándares de un nivel de vida digno para aquellos sectores sociales más necesitados, quienes luchan por superar su precaria subsistencia.
Sin embargo, Gustavo Petro Urrego se ve atacado por fuerzas reaccionarias a través de medios como Caracol, RCN, Revista Semana y otros, los cuales cuestionan su gestión de manera sin precedentes en la historia reciente de los gobiernos colombianos. Con este ataque, intentan imponer al pueblo, en especial a quienes carecen de conciencia de clase, la visión de una Colombia al borde del desastre.
Enmascaran la realidad: el actual gobierno heredó un país sumido en el caos, en un estado de anomia, con perspectivas desoladoras, devastado por la violencia y una arquitectura de poder corrupta, responsable del saqueo institucional durante décadas. Lejos de ofrecer soluciones o alternativas viables, estas fuerzas opresoras recurren a una narrativa apocalíptica y falsa. Utilizan tácticas de engaño sistemático para dividir a la sociedad, sembrar desesperanza y descontento entre los colombianos. En lugar de reconocer la magnitud de los problemas heredados, insisten en un enfoque simplista, reducen la complejidad de la situación a un ataque personal dirigido a Petro y desvían la atención de las raíces de la crisis política, económica.
La animadversión hacia Gustavo Petro es visceral y está alimentada por un odio de venganza. No se debe tanto a su pasado guerrillero, Álvaro Uribe Vélez reclutó en sus filas a exguerrilleros y figuras de la izquierda, como Everth Bustamante, uno de los fundadores del M19; Darío Mejía y Carlos Franco, del EPL; Angelino Garzón, miembro del PCC, quien luego se convirtió en asesor de Uribe; o José Obdulio Gaviria, primo de Pablo Escobar y miembro del PCC.
Entre otros, se destacan Rossemberg Pabón, excomandante del M19 y líder del asalto a la embajada dominicana, y Augusto Osorno, Eduardo Chávez, Carlos Alonso Lucio, del M19.
La animosidad hacia él radica más bien en su trabajo como senador, desde cuya investidura denunció y logro encarcelar a varios miembros de la clase alta y de los partidos tradicionales por corrupción, el robo del erario público y su complicidad en el crecimiento del paramilitarismo.
Por esta razón, se le tiende trampas al utilizar métodos cobardes. Su cinismo, por lo tanto, refleja un “pensamiento” salvaje, contra quienes se atreven a desafiar el statu quo y exponer las profundas fisuras del sistema político, dominado por los intereses de una élite manipuladora de las instituciones.
Desde su ideología humanista, el presidente Petro ha emprendido esfuerzos decididos por socavar los cimientos corruptos de la ultraderecha colombiana, gobernada con el yugo del bipartidismo durante más de dos siglos, siempre dispuesta a destruir las posibilidades de una verdadera transformación en el país. El resultado ha sido la perpetuación de una de las naciones con mayor desigualdad en el mundo, con altos índices de pobreza monetaria y pobreza multidimensional (IPM), evidentes en la vida diaria de millones de colombianos. Estos sufren la falta de acceso a servicios básicos como educación, salud, empleo digno. Esta desigualdad estructural ha sumido a Colombia en una espiral interminable de violencia, conflicto armado y marginación, mientras consolida a una cúpula privilegiada con un control absoluto, por completo ajena a las necesidades de la mayoría.
La ultraderecha, al rechazar cualquier cambio real, sigue aferrada a un modelo económico orientado a favorecer los intereses de las grandes corporaciones y el capital extranjero, perpetuando la dependencia y la explotación.
En este contexto, el gobierno de Petro desafió ese orden establecido, proponiendo un modelo de desarrollo más justo, equitativo y sostenible, basado en los derechos humanos, la justicia social y la protección del medio ambiente, con el objetivo de erradicar las condiciones precarias socioeconómicas, características históricas de Colombia.
Petro-Trump
La importancia de mantener relaciones con Estados Unidos no puede ser ignorada. No obstante, la victoria de Donald Trump en las elecciones no alterará la narrativa imperialista de despojo, una constante en la trayectoria de los países subdesarrollados. Petro felicitó al nuevo presidente de manera firme, sin ceder a la presión, marcando una diferencia significativa con sus antecesores, desde Iván Duque hasta los primeros años de la República.
El presidente colombiano expresó su disposición a colaborar con Trump, pero solo si este demostraba un compromiso genuino para poner fin a las guerras derivadas de la política imperialista norteamericana. Petro adoptó un tono firme, basado en el respeto mutuo, y subrayó la necesidad de un cambio profundo en las relaciones internacionales. Rechazó la lisonja y cualquier actitud sumisa, insistiendo en la importancia de redirigir la diplomacia global para priorizar la soberanía de los pueblos y su derecho a decidir sin injerencias externas.
En su mensaje, propuso una reconfiguración de las dinámicas internacionales, orientada a resolver los conflictos de manera justa, sin imposiciones déspotas por potencias extranjeras, con el propósito de establecer un orden global más inclusivo y respetuoso de los derechos inherentes a la dignidad humana.