Es momento de identificarlo y de hablarlo sin eufemismos: en Colombia existe un significativo grupo de la población -especialmente jóvenes- que rinde culto a la cultura narco que vivió el país en las últimas décadas del siglo XX.
Son un grupo de personas con un escaso -por no decir nulo- nivel educativo, cuya única “instrucción intelectual” la han recibido de personajes lamentables a los cuales han convertido en ídolos y quienes le han vendido la idea que tener una moto sin silenciador, fumar marihuana, escuchar reggaetón y vivir “de fiesta” está bien y el proyecto de vida, la meta, es convertirse en sus ídolos: seres insulsos y prescindibles, que no tienen nada para decir y que convirtieron su tontería en motivo de admiración.
Justamente es a ellos a quienes va dirigido ese ruido llamado “+57”. Precisamente es a ellos a quienes les ha encantado. Nada les importa -yo creo que ni la conocen- la grave problemática de prostitución infantil que se vive en ciudades como Medellin y Cartagena, pues para ellos está bien que una mujer “…se vea linda desde los fourteen”, y mucho mejor si lo que consume es “… exotic, pepa, guaro, Hpnotiq…”.
Lo más gracioso e irónico resulta el escuchar las declaraciones de los autores de dicha diatriba; el hecho de afirmar que su intención era “poner en alto el nombre de Colombia”, pero paradójicamente emulando las conductas -prostitución, drogas- que un puñado de colombianos han tratado, con esfuerzo y trabajo, de sacar del imaginario global solo permite concluir que dichos personajes definitivamente están desconectados de la realidad y viven en un mundo paralelo. Y cómo no, si ellos mismos son parte de dicha cultura narco, la añoran, desean vivir el estilo de vida que vivieron narcotraficantes como Pablo Escobar, e incluso en los videos de dichas canciones se muestran rodeados de autos lujosos, costosas cadenas y mujeres. Estas personas, que en una civilización coherente y sensata serían rechazados con vehemencia, acá son admirados y emulados.
Los resultados se ven en las calles; mediocridad, corrupción en todos los niveles sociales, violencia, familias disfuncionales, intolerancia, crisis en el sistema de la salud, propiciada en gran parte por enfermedades causadas por el abuso del alcohol y sustancias psicoactivas, accidentalidad vial…es comprensible, pues todo tiene su causa y efecto.
Una sociedad que anhela y aspira a vivir eso está condenada al fracaso. Colombia cada día se hunde más en su propia decadencia, pero bueno, para eso tenemos a los políticos: para responsabilizarlos a ellos de nuestro desastre. Seguiremos siendo una narco cultura, pero claro, la culpa es de Uribe o de Petro, dependiendo de nuestra afinidad política. No hay mucho más por agregar. El que pueda oir, que oiga, y el que no, que escuche +57.