El sistema de gobierno democrático que Estados Unidos dice defender es el que se caracteriza por tener elecciones periódicas del jefe del Estado y del Congreso, un sistema judicial independiente y clara separación de poderes. País que no reúna estas condiciones es una dictadura y hay que intervenirlo.
Según este criterio, Estados Unidos merecería que se le aplicara tal intervención. Allí la elección presidencial no la realiza el pueblo. El pueblo elige un colegio electoral, y es este el que determina a quién le corresponderá desempeñarse como presidente. Igual ocurre en países como el Reino Unido, en los cuales la función presidencial la asume un primer ministro, y este es elegido por el Congreso.
A pesar de semejante limitación, Estados Unidos se considera depositario del derecho a calificar dónde hay democracia y dónde no. Y a establecer sanciones, invadir y derrocar gobiernos que no considere democráticos.
Claro que esto de considerar si son democráticos o no es solo un decir, como lo demuestra el caso venezolano, entre otros.
En efecto, refiriéndonos a los últimos 25 años, los venezolanos han elegido sus presidentes a través de las urnas; a falta de tres poderes, cuentan con cinco, completamente independientes entre ellos, y sus normas constitucionales y legales son de obligatorio cumplimiento.
Pese a ello, Venezuela sufrió un golpe de Estado, afortunadamente reversado por el pueblo, más otros fallidos; así mismo, varios intentos de magnicidio, frecuentes actos terroristas, guerra económica, desconocimiento de sus procesos electorales, salvo uno que ganó la oposición, y todo con inspiración made in USA; pero, además, este país la ha despojado de cuantiosas riquezas, la tiene castigada con 936 sanciones y amenazada incluso con una invasión militar, pues “todas las cartas están sobre la mesa”.
La pregunta es, entonces: Si Venezuela cumple con todas las características de un régimen democrático, ¿por qué la tiene sometida a tantas infamias? Ah, pues porque los venezolanos, entre muchas transformaciones, modificaron su política de hidrocarburos, con lo cual las transnacionales gringas perdieron el manejo omnímodo que tenían de las mayores reservas de petróleo del mundo, las cuales quieren recuperar. Por razones parecidas, y a manos de los mismos, muchos otros países están padeciendo los mismos desafueros.
Como muchas de tales acciones no le han dado los resultados esperados al mencionado país, incluso algunas le han costado un ojo de la cara, como las infructuosas sanciones impuestas a Rusia, Donald Trump prometió en campaña cambiar de raíz tal aspecto de la política internacional, lo cual pudo ser una de las causas de que ganara las mayorías en el Colegio Electoral. ¿Será mucha ingenuidad esperar que tal promesa se convierta en realidad?