Según la sabiduría popular, peleadas las comadres, se descubren las verdades. Este dicho viene a cuento a raíz del vasto mar de cuestionamientos que han caído sobre el otrora compañero Luiz Inácio Lula da Silva a raíz del veto que le hizo a la aspiración de Venezuela de ingresar a los BRICS+.
En efecto, los críticos de Lula han comenzado a desempolvarle algunas verdades, que si no generaron mayor escándalo en tiempos de su comisión, tal vez fue debido al merecido reconocimiento del papel que venía jugando este líder al frente del movimiento obrero y popular, gracias al cual había logrado llegar a la primera magistratura de su país.
De tan incómodas verdades hacen parte, así por encima, su oposición a la creación del Banco del Sur, iniciativa que Hugo Chávez logró cristalizar, pero contra la cual siguió conspirando Lula hasta provocar su desaparición. Hacen parte también sus repulsas fallidas al ingreso de Venezuela a Marcosur y, en general, a cuantas iniciativas de integración latinoamericana se dieran
Pero hacen parte también otras verdades, que no por más nuevas son menos desafortunadas.
Tal es el caso de haber secundado con su silencio cómplice las 936 sanciones de que ha sido objeto la patria de Bolívar; de hacerle coro a quienes todavía no le reconocen a Maduro su pasado triunfo electoral, tal vez por creer que Venezuela quedaría mejor en manos de la apátrida Corina Machado; y de vetarle su ingreso a los BRICS+, una plataforma de países cuyo propósito es el de romper con el mundo unipolar, darle vida a un nuevo sistema financiero mundial que rompa con la dictadura del dólar y las imposiciones del FMI y del Banco Mundial y le reconozca capacidad de intercambio a todas las monedas existentes. En síntesis, un sistema financiero mundial en el que no quepan los supremacismos ni los sometimientos y en el que todos los países puedan relacionarse en pie de igualdad.
Pero ahora resulta que, a pesar de tantas salidas en falso, algunos analistas han resuelto salir en defensa de Lula con el cuento de que este no es el que manda en asuntos internacionales, pues tal potestad está a cargo de la cancillería brasileña, titular exclusiva de toda culpa.
Pues a estos personajes hay que decirles que, de ser cierta tan extraña distribución de funciones, eso no le merma la más mínima responsabilidad a Lula, sobre todo por ser este ya el tercer período en el que funge como jefe de Estado, lo cual le ha dado tiempo suficiente para promover la reforma de antidemocrática política. Por el contrario, no haberlo hecho hace más grave su culpa.