Durante una sesión del Parlamento Europeo la semana pasada, le advirtieron a Irene Montero, diputada y secretaria política de Podemos, que para poder intervenir se debía quitar la kufiya. Es el pañuelo, símbolo nacional de Palestina, que llevamos muchas personas permanentemente, desde cuando se iniciara el genocidio en Gaza.
Se adujo que su uso contravenía las reglas del Parlamento. Pero la respuesta de la española fue contundente: “Señora presidenta, las normas internacionales también impiden los genocidios y aquí está Europa apoyando uno”.
Es el rasgo de nuestros tiempos: las formas, las normas, cuentan más que lo sustancial.
Después de más de un año, ¿qué significa el genocidio? Tres consideraciones principales. Primera, la tragedia, tan difundida y repetida por medios y redes, se perpetúa. El bombardeo permanente de Gaza, ha dejado más de 43.000 víctimas mortales civiles, la mayoría niñas y niños, mujeres y mayores. Según informe reciente de Lancet, las muertes relacionadas por desnutrición o falta de asistencia sanitaria se calculaban en 186.000 en junio pasado, el índice de mortalidad diaria más alto del siglo XXI.
Muchas han sido las violaciones cometidas. La semana pasada 38 organizaciones humanitarias calificaron la escalada israelí en Gaza de “horrible atrocidad”. Se está “borrando del mapa (…) Los heridos llegan a raudales, niños, ancianos, víctimas de los ataques aéreos israelíes (…) Ordenan “a tiros” el desplazamiento forzado de los palestinos allí atrapados.
Niños despedazados o deambulando heridos con la mirada perdida; mujeres quemadas vivas; personas desesperadas por la sed y el hambre. Altísimo riesgo de enfermedades como la diarrea acuosa aguda, la hepatitis A y varias prevenibles mediante vacunación.
Segunda consideración. Se impone en el mundo una nueva concepción del uso de armamento y su impacto sobre la humanidad y se rompen definitivamente los mínimos éticos sobre sus límites. “Excesos” siempre ha habido, pero difícilmente se justificaban. Debían esforzarse para hacerlo, Quedaba algo de vergüenza.
Después de Gaza, bombardear hospitales, centros médicos y ambulancias, escuelas, campos de refugiados, caminos y parques, aduciendo defensa propia, será una conducta bienvenida por los traficantes de la muerte.
Es el auge del neofascismo en el mundo. Años atrás, afirmaciones y prácticas racistas, misóginas, homofóbicas, xenófobas, en la política o la academia, merecían repudio. Ahora se afianzan la intolerancia, la islamofobia y los métodos extremos de expoliación e invasión. La política de tierra arrasada y exterminio. “Fijan la meta y marcan la pauta a seguir”, señala Laura Restrepo (“En el fondo oscuro del alma”, Periódico Vida,19, septiembre 2024).
En una nueva cruzada contra el terrorismo, Netanyahu y su panda proceden con orgullo, con sevicia, ante los ojos del mundo entero.
Difunden sus crímenes por las redes como mecanismo de intimidación. Se trata de extinguir a todo un pueblo, de un auténtico apartheid. Es la visión del Orientalismo, desarrollada por el palestino Edward Said hace unas décadas. Construir estereotipos sobre los árabes, para dominarlos, acabarlos, afianzar los intereses coloniales.
Afirmó Petro en la ONU: “Si Gaza muere, muere la humanidad”. Antes había señalado que este es el primer experimento para considerarnos a todos desechables, para enfrentar a los insumisos, a migrantes del mundo entero, mujeres y hombres.
Es la “Gazificación” del Tercer Mundo como estrategia imperial, agrega Laura. “Porque Gaza representa a los pueblos pobres del planeta, los desheredados, los expoliados y explotados y luego demonizados, despreciados y considerados desechables”.
Señala la FAO que el caso de Gaza no tiene precedentes, por la velocidad del deterioro y porque toda su población ya está en la fase 3 del hambre. La situación no se registra en otros lugares con hambruna extrema. Se suma a la tragedia la imposibilidad de ingreso de ayuda humanitaria, el desplazamiento sin precedentes de la población y destrucción de servicios de agua y saneamiento.
Es el uso hambre como arma de guerra, condenado por los convenios de Ginebra de 1949 y por la Resolución 2417 del Consejo de Seguridad de la ONU de 2018. Recordemos que en enero pasado el Corte de La Haya ordenó a Israel tomar medidas inmediatas y efectivas para permitir la provisión de servicios básicos en Gaza. Pero nada pasó.
Tercera consideración. La guerra adquirió dimensión regional y hay perspectiva cierta de que sea global. Ahora Israel repite su hazaña en el sur del Líbano, donde desarrolla una operación terrestre “selectiva y demarcada”. Miles de personas muertas y heridas. Más de un millón de refugiados. Allí busca acabar con Hezbolá.
“Mismas municiones, mismos perpetradores, mismas heridas, mismos grupos de edad… Siento que es la misma guerra. No una diferente. Y por los mismos motivos” señala un médico allí presente, que estuvo en Gaza. “Una de las cosas más descorazonadoras es que todo el mundo lo vio venir”, dice. “Y todo lo que habría hecho falta era un embargo de armas o sanciones [a Israel].
Israel ataca a Irán, Siria, a los hutíes en Yemen. Todos contraatacan con mucho menor poder destructivo. Los gobiernos árabes poco hacen frente al genocidio.
Al otro lado del océano se frotan las manos, aunque sufren por las elecciones que vienen
Entre tanto, al otro lado del océano se frotan las manos, aunque sufren por las elecciones que vienen. Biden sostiene que ningún otro presidente estadounidense ha hecho tanto por Israel. Kamala Harris reitera que su compromiso con Israel es inquebrantable. Y, por supuesto, con el poderoso complejo industrial militar. Pero Trump tampoco se queda atrás.
El fin de semana pasado el gobierno sionista agradeció al Pentágono el envío del sistema antimisiles de gran altitud, THAAD, desplegado recientemente en Israel para reforzar su defensa.
El presupuesto presentado por el Pentágono para 2024-2025 es de USD 850.000 millones. Pero este monto es apenas una cifra piso de negociación. Adicionalmente, se incluye una lista de programas no financiados, Unfunded Priorities Lists (UPLs), que en conjunto ascienden a USD $10 billones, que el presidente debe negociar con el Congreso.
Es claro que, para los años venideros, la guerra cuenta con suficientes defensores, financiación y material bélico. Pero mientras tanto, crece el fervor de los pueblos del mundo por la defensa de Palestina y por la paz global.