“Con cuatro botellas de plástico de un solo uso se hace un vestido de baño de dos piezas y con ocho uno entero”, esto le dijo Carolina Díazgranados a quienes le preguntaban hace ocho años en que consistía su emprendimiento.
Ella explica que muchas playas del Atlántico son el lugar en el que el río Magdalena y los arroyos de Barranquilla depositan toneladas de plástico sin que se calcule el daño que esto le hacen a la naturaleza.
Así nació Mar de Lua (Luna en portugués) una marca de ropa de mar que exporta hoy a 20 países del mundo desde Barranquilla y que es orgullo de muchas personas que se visten con un propósito ambiental.
Caro, como le dicen quienes la conocen, sostiene que el resultado de su iniciativa dio y sigue generando soluciones porque muchas personas además de su interés por la estética de la marca privilegian a la hora de decidir que comprar para ir al mar este tipo de iniciativas “y esta sí que lo es porque con los millares de prendas que hemos fabricado y distribuido hemos logrado aminorar el daño ambiental que estamos haciendo” dice esta caribe convencida de que su marca está pegada del espíritu de quienes la usan.
Mar de Lua compra el hilo para sus prendas a una empresa norteamericana que recibe material reciclado nacional y lo convierte en el hilo de poliéster con el que se fabrica la tela.
Solo en Colombia se desechan 4 mil millones de botellas de un solo uso al año, de ellas se recuperan mil millones que se convierten en la materia prima para producir los hilos que reingresan al país para que Carolina las estampe y transforme en sus vestidos de baño para mujeres hechos cien por ciento con este material.
El compromiso es tal que ella y su equipo son activos participantes en las jornadas de limpieza de playa que se hacen regularmente en Colombia para recolectar muchas de los mil millones de botellas de PET que viajan a la planta fabricante de hilo en el exterior.
Para complementar el circuito ambiental de Mar de Lua las tintas que se usan en los estampados también son amigables con el ambiente, no generan efectos nocivos ni para el hombre ni para el agua y mucho menos para las especies que viven dentro de ella.
Esta combinación entre calidad, estética, protección y propósito ha generado una marca de dimensiones extraordinarias en la industria del diseño textil colombiano que dicho sea de paso es una de las más reconocidas a nivel mundial, Mar de lua entre otros países exporta al mercado mejicano, uno de los más grandes de América Latina.
Aunque como ella, otros diseñadores también han empezado a usar este tipo de telas para fabricar prendas, Carolina es una de las pioneras de este segmento que entiende que al mar deben volver las botellas pero convertidas en elementos útiles.
Mar de Lua también dona un porcentaje de su producción para vestir a centenares de niños que no tienen acceso a esta ropa “Ellos son los mejores embajadores de la marca, entienden como pocos de que se trata este esfuerzo ambiental, replican el ejemplo y se convierten en voceros de este propósito” manifiesta orgullosa al exponer su proyecto.
Así, dice Caro Díazgranados, el círculo de apoyo ambiental se cierra para que su Mar de Lua sea un mensaje inspirador para quienes contaminan y de esta manera seguir construyendo una inmensa ola de cambio.