El 5 de noviembre del año pasado el Consejo de Estado hizo público su fallo, que para ese entonces llevaba más de 7 años de discusiones, en relación a los límites orientales de la ciudad de Bogotá. En este se indicaron los límites urbanos y rurales de la capital y se le ordenó al Distrito la constitución legal de la Reserva Forestal de los Cerros Orientales, intentando frenar la construcción y apropiación sobre los mismos.
La opinión pública ha conocido el fallo a raíz de los conflictos que se han generado con los constructores, centrando la discusión en si estos tienen derechos ya adquiridos sobre algunos terrenos dentro de los cerros y si pueden seguir con sus negocios inmobiliarios. Parte de la opinión pública piensa, entonces, que el foco de conflictos se concentra en la cada vez más exclusiva localidad de Chapinero y sus alrededores. Sin embargo, en los cerros de Bogotá, en aquellos cerros admirados por los poetas y disfrutados así sea a simple vista por la mayoría de la población bogotana, se concentran muchos otros problemas que no se limitan simplemente al tema de los intereses inmobiliarios. En la localidad de Santa Fe, por ejemplo, podemos encontrar varios de estos problemas.
En esta localidad, junto a los problemas habituales de otras localidades que poseen una zona rural, se concentra uno que debería ser muy relevante, por estratégico, para toda la ciudad. Detrás de Monserrate y Guadalupe se encuentra uno de los reservorios de agua más importantes, y no solo para Bogotá. Los páramos que rodean todo el borde oriental, y que dan paso a las infinitas llanuras, son el origen de varios ríos como el Teusacá, que nace en la localidad de Santa Fé, y abastecen de agua a toda Bogotá y a muchos de sus vecinos municipios; son, además, el hogar de muchas especies como el pato silvestre y la tingua sabanera, y constituyen un complejo sistema natural que regula las temperaturas de todo el continente. La indignación ciudadana por el maltrato a los cerros que son visibles desde la ciudad por parte de constructoras legales o piratas no ha sido la misma frente a la explotación y acaparamiento que se da en su parte oculta.
Pensando precisamente en hacer visibles las problemáticas que se presentan a lo largo y ancho de los cerros, y no solo en Cerro Verde (uno de los casos mediáticamente más tratados), una parte de la comunidad de la localidad de Santa Fe, junto a las organizaciones “MUTE” y “No lo saque la piedra a la montaña”, quienes hacen parte de la estrategia “Armemos Parche”, organizaron el pasado domingo 24 de mayo una caminata desde el cerro de Guadalupe hasta la laguna de El Verjón, sagrada para los antiguos habitantes y origen de ríos y quebradas que van cuidando la vida a su paso.
La caminata fue pensada como una forma de apropiación por medio del conocimiento. Como dijo Hugo, uno de los líderes de la localidad, “es necesario conocer primero nuestro territorio para poder luego defenderlo”. Él mismo nos informó que la localidad de Santa Fe legalmente termina en el kilómetro 17, lo que significa que todas estas montañas, que íbamos recorriendo entre ráfagas de viento helado y resplandores de un sol tímido pero abrasante, hacían parte de la zona rural de la ciudad y por ello le pertenecen a toda la comunidad. Sin embargo, una cosa es la ley y otra la realidad.
El fallo del Consejo de Estado indica no solo los límites rurales y urbanos de Bogotá, también le impone a la Alcaldía la obligación de realizar un pacto con las comunidades residentes para proteger la nueva reserva. Además de los constructores de Chapinero, la reserva tiene muchos otros enemigos. Tierreros, apropiaciones ilegales, deforestación, inseguridad, desplazamiento son otros temas que deberán ser resueltos por medio de este pacto. Mientras tanto, la comunidad se ha organizado para defender la propiedad púbica de la laguna El Verjón, y de todos los alrededores que le pertenecen a la zona rural de Bogotá, apropiados por particulares.
Este es el caso de lo que han llamado sus dueños el Parque Ecológico Mataredonda. Victor Sabogal, dueño del restaurante construido en una de las orillas de la carretera que lleva al municipio de Choachí, es, junto a su familia, uno de los que se dicen dueños de más de 2000 hectáreas de páramo, linderos que abarcarían los terrenos de la laguna. La propiedad se encuentra actualmente en un pleito judicial que deberá solucionarse a la luz del fallo del Consejo de Estado y deberá estar enmarcado dentro del pacto que está llevando a cabo la Secretaría de Gobierno de la ciudad. Mientras el problema se resuelve jurídicamente, los problemas derivados de esta apropiación ilegal para la comunidad y caminantes de la montaña, pero legítima para sus actuales dueños, se profundizan.
Samuel Osorio es un antiguo caminante de estos páramos. Dice que viene recorriéndolas desde hace más de 40 años. Ha acampado por más de una semana en los fríos rigurosos, ha venido con amigos y desconocidos a disfrutar de este paisaje único en el mundo. Por todo ello, se ha ido enamorado de la montaña. Siempre que iba a caminar, y como él muchos miles desde hace cientos de años, cuando esas montañas estaban llenas de encenillos, podía disfrutar de la montaña sin que nadie lo prohibiera. Esos tiempos, que muchos desean ver como tiempos pasados, se están perdiendo, evidentemente. Desde hace unos cuatro años, específicamente desde que apareció en la carretera el restaurante y el supuesto Parque Ecológico Mataredonda, han empezado a aparecer hombres a caballo y armados que intimidan a toda aquella persona que se encuentre recorriendo la montaña sin su permiso junto a carteles y cercas que intentan persuadir al caminante de que se encuentra en propiedad privada. La última vez que se los encontró, nos dijo Samuel, lo amenazaron si no se iba de la laguna. Y no sólo a él. Ya han sido varios los incidentes con personas de la comunidad y con los caminantes y defensores de la montaña, en los que estos supuestos dueños se han visto involucrados.
El más reciente y grave hecho ocurrió el 2 de diciembre de 2014. En el hecho, miembros de la familia Sabogal asesinaron a tiros a la abogada Jackeline Amaya Martínez, que se encontraba en el parque junto a otro abogado y un topógrafo. La abogada había ido allí en representación de la familia Quiroga, los antiguos dueños del lugar que ocupa actualmente el restaurante de Mataredonda, en un proceso de demanda sobre las supuestas propiedades de los Sabogal. En la actualidad se encuentra privado de su libertad Óscar Mauricio Sabogal, junto a otras tres personas que participaron en el hecho. Sin embargo, esto parece no importarle a la familia Sabogal, que siguen intimidando a todo aquel que se atreva a estar en la zona sin su autorización, como fue comprobado por varios de los caminantes de ese domingo 24.
El caso de Mataredonda y de su supuesta propiedad sobre más de 2000 hectáreas de páramo es un caso emblemático que parte de la comunidad de Santa Fe quiere que se resuelva con la Reserva Forestal de los Cerros Orientales y con el Pacto de bordes. Sin embargo, no es el único.
La defensa de los cerros, el derecho a protegerlos y disfrutarlos por todos y todas, la protección del agua que allí nace y de la que dependemos, los animales que se niegan a abandonar su hogar milenario y la cultura viva, latente, de los indígenas que cuidaron y protegieron estas montañas. Todo esto es lo que la comunidad quiere defender, y por eso se están organizando.
Los habitantes de la localidad de Santa Fe han venido realizando una serie de reuniones en las que delinearon una propuesta de pacto. Para ellos, no sólo se trata de un pacto para decidir los bordes de la ciudad, también, y más importante, se trata de un pacto que aborde la problemática dentro de un contexto más amplio e integral. El nombre del pacto que está impulsando la comunidad lo han llamado como el Gran pacto popular por la vida, no solo de los cerros, sino también de sus habitantes, en el que sea tenida en cuenta a toda la población afectada y en el que se defiendan los derechos colectivos y no solo los particulares.
La comunidad sabe que este pacto debe abrir una oportunidad para garantizar la protección de un recurso valioso, estratégico, esencial y por eso mismo muy codiciado. Tener la fábrica de agua más grande del mundo rodeándonos y alimentándonos ha sido un privilegio; frente a la amenaza de su desaparición y apropiación, ese privilegio se convierte también en una responsabilidad.
*Equipo de comunicaciones Armemos Parche
Armemos Parche es una estrategia de trabajo en red entre distintos procesos sociales de la ciudad que intenta articular los diferentes trabajos juveniles en torno a problemáticas compartidas.