Fue el propio alcalde de Bucaramanga, Fernando Vargas Mendoza, el encargado de reunir a los campesinos del municipio de California para que recibieran al grupo de empresarios canadienses que en 2009 visitaron la región. Buscaban oro. El alcalde sirvió de promotor para que las familias vendieran sus títulos mineros. Los campesinos se mostraron indecisos. Unos querían vender, otros no. Finalmente todos fueron convencidos y se selló el negocio, la empresa Norvista Resource Corporation firmó un contrato con media docena de obligaciones, que no cumplió.
Durante más de cuarenta años los habitantes de California habían vivido de la extracción de oro. Lo realizaban de manera artesanal; con el esfuerzo de sus propias manos, a punta de picas, palas, porras, cinceles y más adelante con pequeños taladros y de vez en cuando algo de dinamita. A medida que en sus tierras iban encontrando vetas, las iban bautizando. Así se levantaron minas como Callejón Blanco, Jaramalla, San Celestino, Pie de Gallo, La Mascota, La Bodega, Angostura, Aserradero y Buena Vista. Familias como los Mendoza, los Liscano, los Villamizar, los García, y Bautista, entre otra docena, crecieron excavando y sacando pequeños tesoros dorados.
En los buenos tiempos los mineros extraían entre trescientos y cuatrocientos gramos mensualmente. A mediados de los años noventa el gobierno inició el proceso de legalización de las minas, adjudicando licencias a las familias dueñas de tiempo atrás de aquellas tierras. En 1994 se firmaron permisos de extracción para las familias Lizcano, Bautista y Capacho. Lo mismo sucedería con el resto de sectores. En cada pequeña empresa trabajaban alrededor de 12 personas: seis obreros, cuatro responsables de quema y dos molineros.
La llegada de las multinacionales a mediados del año 2005 cambió el escenario. Entre las primeras que aterrizaron se encontraban Greystar Resources, su similar Galway Gold INC y Ventana Gold. La compañía Greystar fue la primera que en 2007 ofreció comprarles las licencias a las familias ubicadas en la parte baja del municipio de California, pero nadie aceptó. Les significaba su supervivencia y no estaban dispuestos a sacrificarlas.
Otra fue la situación de las personas naturales de la parte alta de la California quienes tenían permisos de explotación por diez años otorgados por el Ministerio de Minas y Energía, quienes sin dudarlo se la vendieron a la Greystar. Más adelante, la multinacional logró que el gobierno de Álvaro Uribe Vélez les extendiera las concesiones a 24 años.
Fue entonces cuando aparecieron los ejecutivos canadienses de la multinacional Norvista Resource Corporation, interesados por la zona que faltaba; es decir, la parte baja del municipio de California. Estos se presentaron como una banca de inversión en el sector minero. Los campesinos de ‘La Baja California’ permitieron realizar las perforaciones que fueran necesarias para corroborar la riqueza en oro de sus minas. Los propietarios santandereanos les pidieron a los canadienses participación accionaria en la nueva compañía, esto para evitar que se repitiera la mala experiencia que habían pasado sus otros coterráneos quienes se quedaron sin nada por hacer negocios de afán con la multinacional Ventana Gold.
Los extranjeros le exigieron a las ocho familias unificarse en una sola sociedad, que terminó llamándose Sociedad Minera La Baja California SAS. Así, Norvista Resource Corporation firmó un acuerdo donde firmaron varias obligaciones. Primero, entregarles 3,8 millones de dólares por los títulos. También, les prometieron reconocer un concepto denominado ‘minería artesanal’, mediante el cual les pagarían durante dos años salarios mensuales, con un tope de dos millones, calculando los ingresos provenientes de la mina. Les prometieron reconocer por concepto de regalías un pago de 12 millones de dólares cuando la multinacional reportara ante la Bolsa de Toronto que habían alcanzado el millón de onzas de oro.
Por último, y tal vez la obligación más importante, aceptarlos como socios mineros; es decir, copropietarios de las licencias. Para cumplir con este objeto del contrato se constituyó una nueva sociedad: Calvista Colombia SAS con la siguiente composición accionaria: 70% para Norvista Resource Corporation y el 30% para la Sociedad Minera La Baja California. Un acuerdo incumplido que llevó a los colombianos a contratar a la firma Gómez Manrique Sánchez para demandarlos. El casó lo asumió el abogado Alfonso Gómez Alba. En el 2013 se llevó el caso al Tribunal de Arbitramento de la Cámara de Comercio de Bucaramanga que le dio la razón a la Sociedad Minera Baja California. El caso fue escalado al Tribunal Superior de Santander, una segunda instancia que le ordenaba a los canadienses formalizarles el 30% de las acciones de Calvista Colombia SAS. Pero, además, el Tribunal conminó a Norvista a pagar 2,5 millones de dólares por concepto de regalías.
Dos años después los canadienses vendieron los títulos por 59 millones de dólares a la firma AUX, propiedad del millonario brasilero Eike Batista, empresario que después entraría en bancarrota.
Posesionados de la mina, los brasileros se presentaron con 300 obreros a California (Santander) para realizar una perforación industrial inédita en la zona. Los brasileros de AUX llegaron al millón de onzas en exploración. Raídamente Calvista Colombia SAS cambió su razón social y se transformó en AUX Colombia SAS invitando un nuevo socio: Carlos Urrutia Valenzuela, quien nueve meses después fue nombrado embajador de Colombia en Washington, cargo al que debió renunciar por los escándalos de acumulación de tierras de Riopaila. En mayo de 2013 AUX Colombia SAS, también logró que la Agencia Nacional de Minería les extendiera la concesión de explotación de las minas, de diez a 24 años, en las cinco zonas que negociaron.
En el año 2014 el brasilero Eike Batista se declaró en quiebra. Las cuantiosas deudas llevaron al brasilero a entregar su inversión en el municipio de California a Mubadala, un fondo de inversión de los Emiratos Árabes Unidos. Entonces llegaron los árabes al negocio de la minería, pero todo indica que de la mano de Tony Blair. En efecto, el fondo Mubadala le ha reconocido al exprimer ministro inglés millonarios honorarios por sus asesorías para inversiones y Colombia estaba en el radar de Blair por cuenta de su cercanía con el Presidente Juan Manuel Santos. Desde el 2013 la firma Tony Blair Associates había hecho un acuerdo con Planeación Nacional para acceder a información privilegiada sobre el sistema general de regalías que muy posiblemente fue clave para identificar los negocios de minería en Colombia.
Mientras los colombianos de la Sociedad Minera Baja California aún no han logrado que Mubadala, nuevos dueños de los títulos mineros, les reconozcan sus derechos como socios, obligación que les reconoció el Tribunal Superior de Santander, Tony Blair debió meterse varios millones de dólares por cuenta de este negocio y los árabes ya empezaron a explotar las ricas minas del cada vez más pobre municipio de California (Santander).
Twitter autor: @PachoEscobar