La gran mentira del empresariado colombiano: no se trata de costos laborales, se trata de rentabilidad

La gran mentira del empresariado colombiano: no se trata de costos laborales, se trata de rentabilidad

Se quiere mantener el modelo de negocios basado en la precarización laboral. Mantener bajos los costos a toda costa, sin mirar calidad de vida de los trabajadores

Por: Martin Rodriguez
octubre 29, 2024
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La gran mentira del empresariado colombiano: no se trata de costos laborales, se trata de rentabilidad

En las últimas semanas, ciertos sectores empresariales han lanzado una andanada de críticas contra las reformas laborales propuestas, argumentando que el aumento de los costos laborales –como el pago de horas extras y el reconocimiento de la jornada nocturna desde las 7 p.m.– desincentivará la inversión en Colombia. Sin embargo, este discurso, que ha sido repetido hasta la saciedad, no es más que una cortina de humo para ocultar una verdad incómoda: los empresarios no dejan de invertir porque los costos laborales sean altos; dejan de hacerlo cuando la rentabilidad no está asegurada.

El argumento del sector empresarial suena convincente a primera vista, pero se desmorona al someterse a un análisis riguroso. En el mundo de los negocios, la clave de la inversión siempre ha sido la rentabilidad. Si un empresario ve una oportunidad de generar beneficios, lo hará, independientemente de si debe pagar un salario justo, horas extras o jornadas nocturnas. La afirmación de que las empresas dejarán de invertir por tener que reconocer los derechos de los trabajadores no es más que un acto de manipulación mediática.

En Colombia, lamentablemente, hemos presenciado cómo el empresariado prefiere mantener su modelo de negocios basado en la precarización laboral. No buscan maximizar la productividad o la eficiencia, sino mantener bajos los costos a toda costa, sin importar el impacto que esto tenga en la calidad de vida de sus trabajadores. Se quejan de tener que pagar horas nocturnas desde las 7 p.m., argumentando absurdamente que la noche debería comenzar a las 10 p.m. ¿En qué país civilizado un empleador se atrevería a sostener algo semejante?

En otras latitudes, como Alemania o los países nórdicos, el empresariado entiende que el verdadero valor de una empresa no está solo en mantener costos bajos, sino en innovar, producir bienes y servicios de alto valor y pagar salarios de eficiencia que atraigan a los mejores talentos. En estos países, la relación entre empleador y empleado es una de mutua colaboración. El empresario entiende que un trabajador bien remunerado no solo es más productivo, sino que también contribuye de manera significativa al crecimiento económico a través del consumo.

Cuando los trabajadores tienen buenos salarios, pueden consumir más bienes y servicios. Esto no es una simple teoría económica; es una realidad que se ha comprobado en economías robustas. Los obreros bien remunerados invierten en educación, en salud, compran vivienda, y contribuyen a la expansión de sectores como el comercio y la construcción. Todo esto genera un ciclo virtuoso de crecimiento que beneficia a todos, incluidos los propios empresarios.

¿Por qué, entonces, el empresariado colombiano insiste en mantener una estructura laboral basada en la explotación? Porque es más fácil y cómodo. Es más fácil tener una mano de obra barata y desechable que invertir en innovación, tecnología y mejora de procesos. Pero lo que estos empresarios no entienden es que su mediocridad no solo frena el desarrollo del país, sino que también pone en peligro la sostenibilidad de sus propios negocios a largo plazo.

El verdadero reto del empresariado colombiano no es enfrentar mayores costos laborales, sino atreverse a competir en el mercado global con innovación y productos de calidad. Mientras no cambien esta mentalidad, seguirán siendo parte del problema y no de la solución para un país que necesita con urgencia un modelo de desarrollo más justo y sostenible.

El debate no debe centrarse en si la noche comienza a las 7 p.m. o a las 10 p.m., sino en si queremos un país donde la inversión se base en la dignificación del trabajo y el desarrollo de una economía más productiva y justa para todos. Al final del día, la pregunta no es si los empresarios dejarán de invertir, sino si son capaces de adaptarse a una economía que exige responsabilidad social y un compromiso real con el progreso de la nación.

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