Bastante criticado fue el presidente Petro hace un año, cuando se rehusó a darle un cheque en blanco al gobierno israelí, como exigía en ese entonces. En ese momento, Netanyahu demandaba que todos los gobiernos del mundo cerraran filas alrededor de su causa, solicitando un apoyo absoluto e incondicional. Basta con conocer un poco la historia del conflicto israelí-palestino para entender que, más que un simple acto de simpatía, este gesto significaba otorgar carta blanca al gobierno israelí para llevar a cabo una operación militar, cuyo objetivo no sería solo Hamas, sino cualquier civil que estuviera en el camino.
Un año después, la coyuntura actual valida la postura del presidente colombiano. En aquel entonces, Petro, en contraste con la mayoría de los líderes de Occidente, argumentaba que no se trataba simplemente de “condenar” a una de las partes y respaldar de manera inequívoca a la otra. En su lugar, proponía que el camino debía ser el diálogo entre las partes involucradas, reconociendo la complejidad y las raíces históricas del conflicto israelí-palestino, que se extiende por generaciones. Petro intuía, de manera correcta, que un respaldo incondicional a Israel podría desembocar en una ofensiva militar sin precedentes contra la población palestina. Israel se sentiría empoderado para “hacer y deshacer” a su antojo, bajo la impunidad que el respaldo internacional le otorgaría.
Hoy, según los estimados más conservadores, más de 40 mil personas han sido brutalmente masacradas en Gaza, la mayoría civiles inocentes. Además, Israel ha comenzado a bombardear otros países de la región, utilizando los ataques del 7 de octubre como justificación para expandir su conflicto. Hoy, Netanyahu parece cada vez más desatado, cada vez más solo, y cada vez más inestable. Se entiende entonces la urgencia con la que el presidente Petro llamaba al diálogo desde el principio, instando a evitar una escalada del conflicto que solo traería más sufrimiento y destrucción. Hoy, finalmente se reconoce el peligro que representa un gobierno israelí sin límites ni contrapesos, actuando bajo la sombra del apoyo internacional incondicional.
