Otra vez Honda se hace sonar con una movida cultural potente como pocas en Colombia; otra vez Vinos en Escena, un mágico bar como traído de La Habana en barco a lo largo del Magdalena, otra vez el calor penetrante, el sudor profundo; y en esta ocasión más música, más bullerengue, más protesta y pinturas y cintureras en un encuentro fascinante: el Festival de Arte Urbano de Mujeres - Ibanasca.
Ibanasca, vine a saber después de haber pisado el acelerador a fondo en el Festival, fue una líder pijao, quemada viva por los señores de fe en el mil quinientos y tanto. Su delito, porque algún delito se supone que tiene que haber para que a uno lo incineren con tal sevicia, fue de esos verdaderamente inaceptables: la libertad, la piel intensa, la tenacidad contra las redes tendidas, una mente que jugueteaba con la nieve, los astros y el placer, en fin, una chamana, alguien que no quiso someterse a la humillación, por eso mismo, una bruja, otra piel nativa para la hoguera de usurpadores con sus técnicas del miedo.
Así que el Festival que se llama como ella, y la celebra a ella, y proclama a todas las “ellas” que son millones, es un llamado vital y artístico a la liberación, a una reivindicación femenina que incita, se levanta y ya por ninguna vía ni por ningún fuego se doblega.
Son las 9 pm del sábado. Canta La Muchacha, una pelada sorprendente con voz y solo una guitarra. El público arde, alza puños al aire, baila tararea, celebra algo que parece una protesta irrefrenable.
La Muchacha es blues, es rap, protesta, corrido mexicano que se incrusta a lo hondo y suena así: A mí no me azara su pistola/ yo también tengo hambre de matar/ Pero a mí esos fierros no me gustan, yo saco las uñas pa pelear/ A mí que me disparen de frente y que sea en la puerta de mi casa/ Porque yo me muero en tierra mía y a mí de esta tierra no me sacan/ A mí no me calla su sevicia/ ni sus máscaras de la maldad/ Porque vengo con combo azaroso, que no come de su autoridad/ Y le hacemos fuerza a la semilla porque usted la trata de ilegal/ Tenemos el power de la minga/ Power y junta pa alimentar….
La tarde precedente ha sido de taller de cintureras, mujeres jóvenes que parecen traídas en la máquina del tiempo desde el levantamiento de Policarpa, de Manuela Beltrán, del levantamiento hoy y del que llegará mañana. Han dado una cátedra de bebidas fermentadas, entretanto uno se ha ido hipnotizando en sus trenzas, en el saboreo de guarapos y chichas; ellas se saben tal que si lo hubieran vivido, la guerra de las cerveceras y de los monopolios de licores llenos de corrupción contra las bebidas tradicionales, la diabolización, la fórmula avasallante, conservadora y católica que las volvió bebidas de miserables, de herejes, de pecadores.
El Festival Ibanasca está lleno de música, así que uno no puede menos que dejarse llevar mientras Las Bullosas del Yuma prenden la fiesta, entre mujeres que bailan bullerengue sin límite a la vista, porque es un festival de reivindicación femenina, y todo fluye y todo hipnotiza hasta que la tormenta tropical que se descuelga en un instante obliga la despedida, una que está llena de deleite, de flashes y sentidos de la jornada.
Es un Festival de cocinas tradicionales, es un festival de oficios, de murales que uno puede ver haciéndose centímetro a centímetro por mujeres muralistas
También es un Festival de cocinas tradicionales, de una ciudad descubriéndose a través del alimento; es un festival de oficios, de murales que uno puede ver haciéndose centímetro a centímetro por mujeres muralistas, sobre fachadas de casas que entonces adquieren colores y formas magníficas a la orilla del río en un barrio de pescadores. Algunos se borrarán porque justamente pretenden ser efímeros, una voz de paso; otros permanecerán allí en evidencia de reivindicación, porque en últimas todo este encuentro es de mujeres, de mujeres como Ibanasca.
Honda se llena todo el tiempo de actividad en escenarios que casi murieron y tomaron nuevo aire: la antigua estación del tren, el Teatro Unión, el malecón, la avenida Pacho Mario. Y otros que siempre cumplen la cita con el arte, Vinos en Escena, el centro cultural del Banco de la República, una ciudad llena de sorpresas que arde en todo cuanto uno pueda concebir ardiente.
Aquí no hay lugar para la envidia, aquí todas nos damos la mano, dice Laura, la directora del Festival, y es posible entonces ver un mundo de mujeres andando decididas, haciendo comprender que los problemas, las conquistas o las reclamaciones de género las enfrentan juntas; que no están dispuestas a dejarse quemar de ningún modo.