Uno de los aportes que John Nash hizo a la humanidad desde los años 90, no fueron solo unas fórmulas aplicadas a las matemáticas, a la economía y a la política; las fórmulas de Nash se aplican también, a la vida. Lo demostró lidiando con su Mente Brillante.
En la mayoría de situaciones humanas, las personas tenemos que tomar decisiones y esto pasa por el proceso mental de la elección: creemos que debemos elegir la mejor opción, buscando satisfacer el interés o bienestar individual. El aporte a las ciencias que hizo este premio nobel de economía en 1994, fue el darle un giro a ese racionalismo metodológico, y proponer que si bien actuamos por intereses netamente individuales, es posible tomar decisiones que beneficien el colectivo. En la medida que mis decisiones racionales beneficien a los demás, yo mismo me veré beneficiado por misma elección y por la de los demás. Los Juegos cooperativos.
Sin embargo, para tomar las mejores decisiones se debería gozar de mayor información. Información que debe ser obtenida, de varias fuentes pero que obviamente cumplan con unos mínimos de certeza. Entre más y mejor información, mejor será la elección.
A propósito de Nash y de polarizaciones políticas tan en boca por estos tiempos de democracia progresista, se me ocurrió pensar en el cómo la gente del común nos informamos para tomar decisiones – ¿por quién votar?, por ejemplo-; solo pensé en el verbo leer. Me percaté que poca gente lee una cantidad mínima y aceptable para ampliar su mapa informativo para tomar una elección. O no lo hace conscientemente.
Algunos les basta con leer o entender lo que su convicción hereditaria de las guerras de independencia le dictan; otros buscan los diarios que solo les dan el enfoque en el cual se sienten conformes con su convicción, pues dejar la zona de confort informativa no es fácil; en cambio otros, los muy pocos, leen todo. Y no hablo de leer grandes tratados de literatura o economía. Me refiero a leer desde la publicidad de los periódicos, los grafitis de la calle, los avisos de los supermercados, a Marx, a Borges, a Marqués, a Eco, a todos juntos o solo a algunos, pasando por las letras de Calle 13, de Manu o de Britney. Quizá estas personas que leen hasta la palma de la mano, si logran aplicar a las leyes básicas de las matemáticas - asociativa, distributiva y conmutativa-, que son leyes un poco del sentido común –sí, que es el sentido menos común- podrían tener una mejor calidad de información y por supuesto, quizá una mejor elección.
No se trata de convertirnos en eruditos lectores de mil artículos al día sobre la misma noticia; se trata de lograr captar una cantidad razonable de información, para tener una perspectiva y una prospectiva un poco más elaborada. Un buen lector, puede ser capaz de leer todo, con el tiempo irá sofisticando sus gustos; un buen cocinero, debe probar sus recetas una y otra vez hasta encontrar el punto; un buen político, podría ser aquel, que es capaz de leer, entender y reconocer, que hay que establecer un diálogo con sus diferentes y que ese diálogo es con esos distintos, es ganancia tanto para él, como para la sociedad. Repetirnos los discursos de los cuales ya estamos convencidos entre los mismos, no tiene mucha gracia.
“Políticos del mundo, escuchad--- al otro”, así les parezcan unos payasos. Ese podría ser un buen insumo, para tomar buenas decisiones.
@Tatiuska_MM