Las normas electorales vigentes autorizan la presentación de listas de coalición a las corporaciones públicas a los partidos y movimientos políticos que, sumada su votación anterior, no hayan superado el 15% de los votos válidos en la respectiva circunscripción.
Para el caso de la izquierda en el Tolima, esta presentó una lista respaldada por el Pacto Histórico y el Partido Verde que obtuvo el 16,34%, lo cual hace que esta coalición no pueda volverse a conformar para la elección del 2026 y obliga al Pacto Histórico, que es también una coalición, a estructurarse como partido, según se viene discutiendo nacionalmente.
Independientemente de cómo se resuelva lo anterior, tal solución tendrá que desembocar en nuestro departamento en la conformación de una lista única a la Cámara, capaz de conquistar al menos tres curules, que es lo mínimo a lo que debemos aspirar si, manteniendo un presidente afín a nuestros ideales, queremos aportar lo suficiente para que en el Congreso haya una correlación de fuerzas que permita legislar sin tener que acudir a alianzas que terminen desdibujando el contenido de los proyectos que allí se presenten.
Para poder obtener un resultado como el mencionado, necesitamos que cada una de las personas interesadas en hacer parte del tarjetón del Pacto Histórico, o como quiera que termine llamándose lo que resulte de su proceso de unificación, suscriba un compromiso de campaña que le obligue a asumir como personal, y de sus seguidores, el programa central de movilizaciones que se acuerde y a contribuir a sacarlo adelante, sin que pueda desarrollar actos electorales simultáneos que no estén plenamente justificados y autorizados.
Lo anterior lo manifesté en un comentario reciente, y lo justifiqué señalando que una actitud así haría efectivo el propósito sinérgico de las listas unitarias y reduciría el desperdicio de esfuerzos que se da cuando cada candidato marcha como rueda suelta. Y hoy agrego que contribuiría a reducir la desesperanza del electorado potencial que se presenta al ver a los voceros de la mejor opción destrozándose en enfrentamientos intestinos.
Hay, sin embargo, un problema que no resuelve la sola aplicación de esta metodología y es el del desigual entusiasmo que cada candidato pone en la ejecución del programa establecido.
La izquierda debe buscarle a este problema soluciones realistas, y una de ellas debe ser el de relegar a los momentos finales de la campaña la definición de quiénes integrarán la lista, la cual debe llenarse con los nombres de quienes hayan demostrado el mayor interés en la campaña, aunque sin esperar tanto que pueda ponerse en peligro la obtención de los respectivos avales.
Otras soluciones habrá, y hay que buscarlas