Una vez pasada la contienda y escrutados los votos, el paisaje electoral español se va despejando con nitidez y claridad más allá de las encuestas y el barullo mediático. En primer lugar, el castigo al Partido Popular (PP), tras sonados casos de corrupción y un serio desgaste por los ajustes y recortes sociales llevados a cabo, ha sido duro y dicha formación ha perdido casi 2,5 millones de votos y 4.000 concejales con respecto a las elecciones de 2011.
El PP podría perder la alcaldía de Madrid, la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, las Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Cantabria y una serie de instituciones locales y regionales donde no ha obtenido la mayoría absoluta. Perder Madrid es todo un símbolo del ocaso de los populares, ya que la candidata derrotada, Esperanza Aguirre, es una de las líderes más conocidas del partido y que esta alcaldía llevaba en manos de los populares desde hacía más de un cuarto de siglo.
Aguirre, que siempre ha ido por libre y se ha pasado la campaña electoral haciendo guiños a la extrema derecha de su partido, ignoró que las elecciones se ganan desde el centro y que su discurso de corte derechista rechinaba en muchos sectores sociales. Buena parte del voto que se les ha ido en este antaño "granero" popular fue a parar a una nueva formación de corte centrista, Ciudadanos, que ya es la tercera fuerza política y que está en ascenso. Pero ni siquiera con el apoyo de Ciudadanos en Madrid los populares tendrían garantizada la alcaldía, ya que la mayoría de los concejales elegidos son de izquierda y los socialistas podrían apoyar a la candidata de la extrema izquierda, Manuela Carmena.
Pero, además, queda claro que en el país se conforma una mayoría electoral de izquierdas que aparece muy fraccionada. Si sumamos los votos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE, la agónica Izquierda Unida (IU), las candidaturas apoyadas por Podemos en numerosas ciudades y municipios y los partidos nacionalistas de izquierda de Cataluña, Euskadi, Navarra y Galicia, que tienen la llave para la gobernabilidad en numerosos ayuntamientos, observamos que el voto a las fuerzas de izquierda supera el 50% del censo electoral.
Giro a la izquierda
Aparte de este giro a la izquierda constatado, si extrapolamos los resultados de las elecciones municipales a unas elecciones generales, queda bien claro que el PP perdería la mayoría absoluta y que el nuevo parlamento estaría compuesto por una veintena de partidos, pero en donde la izquierda sería mayoritaria y con capacidad de formar un gobierno de coalición. Sin embargo, está por ver si Podemos, que tiene la voluntad de ganar las elecciones sin necesidad de la "muletilla" socialista, tiene vocación de gobierno o pretende seguir siendo una fuerza antisistema soberana y sin ligarse a un proyecto político con otras formaciones. No está claro que Podemos vaya a dar ese paso, más bien parece afianzarse una estrategia de ruptura y de consolidarse como la alternativa de izquierdas al PP.
Pese a todo, si los movimientos apoyados por Podemos en Madrid y Barcelona finalmente se hacen con ambas alcaldías, ya que hay una mayoría clara de izquierdas en ambos ayuntamientos, será la hora de afrontar responsabilidades, gobernar en las dos ciudades más pobladas de España y comenzará el desgaste de un partido que hasta ahora no ha tenido responsabilidades gobierno.
Nuevo ciclo político
En cualquier caso, lo que tenemos encima de la mesa ahora no son encuestas, sino votos y realidades sobre el terreno. Los populares se enfrentarán, casi con toda seguridad, a fines de año a unas legislativas en las que pueden sufrir un castigo en las urnas sin precedentes en la historia de España.
Se abre un nuevo ciclo político que pone fin al largo bipartidismo nacido en la transición política. Durante lustros populares y socialistas se han alternado en el gobierno sin apenas dejar espacios para otros fuerzas, en parte porque el sistema electoral "premiaba" a los dos grandes partidos y castigaba a las pequeñas formaciones. El hundimiento de los socialistas en Madrid, Barcelona, Cantabria y Navarra hace presagiar la entrada de nuevas fuerzas de izquierda en esas circunscripciones y que su liderazgo está en entredicho, por no decir claramente amenazado por la irrupción de Podemos.
Pese a todos, estos resultados no son una tragedia y la consecuencia inmediata de los mismos es que se abre un periodo en que los partidos tendrán apelar al diálogo y a la búsqueda de consensos para poder formar gobiernos estables y duraderos. El juego político ahora es a cuatro como mínimo, aunque sin perder de vista que los partidos nacionalistas han obtenido en el conjunto del Estado Español un porcentaje de votos cercano al 17% -y el 20% de los 67.000 concejales elegidos- en estas elecciones y que van a ser determinantes en muchos ayuntamientos a la hora de elegir a sus alcaldes. También en varias comunidades autónomas -regiones- serán la clave para formar gobiernos.
No cabe duda que las próximas elecciones legislativas arrojarán un parlamento mucho más plural y donde se abrirá paso, casi con toda seguridad, un gobierno de coalición. Si el PSOE mantiene el liderazgo en la izquierda, tal como ocurrió en estas elecciones locales, estaría en mejores condiciones para formar gobierno que los populares. El PP, que ahora reivindica el diálogo tras haberlo desdeñado desde hace años, lo tiene realmente difícil para encontrar aliados entre las fuerzas nacionalistas y los nuevos movimientos de izquierda. Luego las cuentas no salen; si sumamos los votos del PP y Ciudadanos en estas elecciones no se lograría conformar una mayoría parlamentaria de centro derecha frente a las fuerzas de izquierda. Pero tampoco dejemos de lado que Ciudadanos todavía no ha llegado a su techo político máximo y que de aquí a las próximas legislativas puede seguir arrancando votos a los populares. La sangría en las filas del PP todavía no ha concluido.
@ricardoangoso
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