La campaña presidencial norteamericana es quizás la más larga del mundo. De hecho, los políticos viven en campaña. La Cámara de Representantes se renueva totalmente cada dos años y esas elecciones (midterm elections) son una evaluación de la gestión presidencial de modo que el presidente se involucra en ellas. El Senado se renueva por terceras partes cada cuatro años, en una elección que coincide con la del presidente, con períodos de seis años para los senadores. O sea, el presidente está siempre en campaña para apoyar a los congresistas de su partido o para buscar su reelección.
La elección presidencial misma es un complejo y dilatado proceso. Los candidatos demócrata y republicano, dos partidos antiguos y sólidos, cuyo tamaño y organización nacional y estatal hacen virtualmente imposible la competencia de un tercer partido, realizan desde el comienzo del año electoral elecciones primarias a nivel estatal para escoger a sus candidatos. Es una lucha interna a muerte que se resuelve en el desarrollo de las primarias y en las convenciones de los partidos a voto limpio. Una vez escogidos, con su correspondiente formula vicepresidencial, arranca en tierra derecha la carrera por la presidencia.
En las actuales elecciones Donald Trump anunció su candidatura desde noviembre de 2022 y fue escogido candidato republicano en marzo de 2024, y Joe Biden, presidente en ejercicio, anunció su intención de reelegirse en marzo de este año, ganando todas las primarias que lo convirtieron de hecho en el candidato demócrata, hasta su renuncia en favor de Kamala Harris el 21 de julio, a raíz de su pésimo desempeño en el debate presidencial frente a Trump, que desató una presión incontenible de su partido para su retiro. En agosto Kamala Harris obtuvo los votos suficientes para ser nominada candidata demócrata, sin haber participado en las primarias.
Desde entonces Estados Unidos ha entrado en modo electoral, una campaña que se desarrolla principalmente en los medios de comunicación, comprometidos hasta las narices con una u otra candidatura. El desempeño de los dos candidatos se mide diariamente en encuestas, que presumen de gran precisión. La entrada de Kamala Harris a la carrera presidencial trastocó todos los cálculos que daban como ganador a Trump sobre Biden. Hoy hay un empate técnico entre ellos, aunque Harris ha sido una corriente fresca de renovación que claramente ha descontado la diferencia que existía a favor de Trump.
Pero nadie, aparte de los adivinos y los brujos, que también los hay, sabe quién va a ganar. Las encuestas tienen dos factores, el nacional que mide el entusiasmo alrededor del candidato, donde puntea Harris, lo cual no le sirve de nada, porque quien elige al presidente no es el pueblo sino un colegio electoral con delegados de los estados. Cuando Hilary Clinton se enfrentó a Trump en 2016, ganó la votación nacional por 2.700.000 de votos, pero perdió la votación del Colegio Electoral. Esa elección, donde votaron 136 millones de personas, la decidieron los 78.000 votos que le dieron a Trump pequeños márgenes por encima de Clinton en los estados de Míchigan, Wisconsin y Pensilvania. Así obtuvo los 304 votos electorales superando los 270 que necesitaba para ganar.
Por eso su desesperación cuando perdió la presidencia frente a Biden, quien obtuvo 306 votos, por las mismas razones, y sus llamadas a los gobernadores de los estados en disputa para que le consiguieran los pocos votos que le faltaban para ganar, un delito electoral que lo pinta de cuerpo entero.
Swing states: Georgia (16 votos electorales) Arizona (11), Michigan (15), Nevada (6), North Carolina (16), Winsconsin (10) y Pennsylvania, que con sus 19 votos electorales es la joya de la corona
Así que las encuestas diarias que inundan las grandes cadenas noticiosas de Estados Unidos se concentran en los llamados swing states, estados donde la opinión oscila entre demócratas y republicanos: Georgia (16 votos electorales) Arizona (11), Michigan (15), Nevada (6), North Carolina (16), Winsconsin (10) y Pennsylvania, que con sus 19 votos electorales es la joya de la corona a conquistar. Los encuestadores, las campañas y la publicidad política, se concentran en ellos.
En esos estados las encuestas miden la opinión de cada distrito, de cada grupo étnico, de cada edad, de cada sexo, de cada nivel de ingreso, de cada nivel educativo, diariamente hasta la exasperación. La votación anticipada por correo ya comenzó y la elección es el 5 de noviembre, un martes. Hoy Harris adelante, pero ambos candidatos empatados dentro del margen de error. O sea, lo miden todo, pero no saben quién va a ganar, y se han equivocado en el pasado subestimando apoyos marginales. Todos pendientes de cómo amanecieron los electores de esos estados cada mañana, y en el fondo muchos rezando para que no gane Trump.