Giovanni Falcone, el juez antimafia

Giovanni Falcone, el juez antimafia

En el aniversario número 23 de su muerte, una remembranza a quien combatió la mafia siciliana

Por: MH Escalante
mayo 25, 2015
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Giovanni Falcone, el juez antimafia
Foto: subida por autor.

Ese 23 de mayo de 1992 era también un sábado. Sólo los más allegados al operativo podían ser informados. Era el secreto mejor guardado y a la vez el asunto más comentado. Ese día al final de la tarde, estaba decidido, el juez italiano Giovanni Falcone caería por fin en la trampa de Cosa Nostra, la organización mafiosa que él tanto combatió.

Era un atentado que este juez antimafia intuía y temía. En realidad había vivido con esa tensión los 11 años que duró en su labor como juez en Palermo. Falcone tenía 53 años cuando lo mataron. Ese 23 de mayo regresaba de uno de sus cortos viajes a Roma. Regresaba a Palermo en un auto Fiat por la autopista del aeropuerto, - que por cierto ahora lleva su nombre -, cuando 600 libras de TNT explotaron al paso de su vehículo. Giovanni Falcone iba acompañado de su esposa Francesca Morvillo, también juez, y de tres de sus guardaespaldas.

Lo que primero se vio en el sitio del atentado fue el inmenso cráter que se formó en la autopista por la explosión. La onda fue tan intensa que alcanzó también a destruir una parte de ese paisaje rural en la Comuna de Capaci. Francesca Morvillo murió horas después cuando era operada en un hospital de Palermo.

Los expertos se alarmaban entonces por lo exagerado que parecía el haberse utilizado 600 libras de TNT para acabar con la vida de seres humanos indefensos. Para Cosa Nostra el mensaje era claro: con ese atentado que quedó en la historia como “La Masacre de Capaci”, la llamada “Organización” cegaba la vida de un respetable siciliano y de paso demostraba su intención de querer borrar de la faz de la tierra el cuerpo de un juez que había osado desenmascarar su organigrama y llevar ante los tribunales a más de 500 de sus miembros.

¿El juez más amado y respetado en Italia hace dos décadas fue un héroe? Giovanni Falcone nunca se acomodó a esa etiqueta. Cuando se hablaba de su heroísmo había que observar su manera de vivir: trabajaba bajo el temor de amenazas constantes que le obligaban a no dejar el Palacio de Justicia de Palermo ni su exigua oficina transformada en bunker para que pudiera organizar sus expedientes bajo medidas de seguridad infranqueables. No se le conocía un domicilio familiar, dormía como un clandestino. Un día Falcone dirá a sus colaboradores que había aprendido convivir con el miedo pues en el fondo sabía que su suerte estaba decidida.

Ello no le impidió realizar una minuciosa tarea de recolección de pruebas y elaboración de expedientes durante 11 años, lo cual le permitió a la justicia llevar a la cárcel a intocables miembros de Cosa Nostra, Toto Riina y Bernardo Provenzano, dos principales, hombres simples, de apariencia inofensiva cuando en años y lugares diferentes una policía armada hasta los dientes los capturó.

El “juez antimafia", o “el enemigo número 1 de la mafia”, como lo llamaban, eran las otras etiquetas que Falcone rechazaba. Él lo explicaba por sus orígenes: había nacido en Palermo y desde niño había aprendido a familiarizarse con la idea de que su vecino o su compañero de colegio fuera hijo de un hombre de honor de Cosa Nostra. Más que a la misma mafia lo que él buscaba era combatir la tradición de la “omerta”, que “hundía a Palermo en las profundidades de la mentalidad mafiosa”.

Por eso sacó a la luz los crímenes y el andamiaje económico y financiero de la mafia, revelándolos con nombres y apellidos en una ciudad que los conocía pero que no se atrevía a pronunciarlos.

Cuando se vuelve a los años ochenta italianos a través de archivos fílmicos, se puede volver a los gestos del juez, a sus silencios, su pudor, a su manera amable y apaciguada de contestar a todas las preguntas por espinosas que fueran, siempre con un sentido de la discreción, no era amigo de las grandes revelaciones. Era un juez que inspiraba confianza y despertaba simpatía, que sonreía con facilidad, que parecía amar la vida y la gente a pesar de tener que frecuentar individuos decadentes por asuntos de su labor.

La mentalidad mafiosa causó segura mente repudio en el hombre, pero no en el juez, para él al contrario fue un tema de estudio. Como hombre de leyes se caracterizó por una gran capacidad para investigar y analizar el fenómeno mafioso. Lo demuestra su propio trabajo, sus ponencias, sus publicaciones… Para Falcone era fundamental llegar a comprender el mecanismo de Cosa Nostra para poderla afrontar, y jamás la afrontó con inferioridad.

En una de esas imágenes de archivo se lo ve ante un periodista que le pregunta sobre su experiencia con los mafiosos. “Se los puede identificar observándolos?” “No, le contesta Falcone, “no existe un cliché del mafioso. Hay que confrontar hechos concretos y luego según sus respuestas tratar de llegar a una cierta convicción. Cada caso particular es un caso aparte. Se puede tener una intuición, sospechas, pero es difícil tener certezas”.

Es posible establecer un contacto normal con un mafioso? Falcone lo logró. “Los hombres de la mafia son como los otros, pueden ser personas simpáticas o antipáticas, con un alma más o menos noble, como todo el mundo. Tenemos el caso de Tommaso Buscetta…”

Tommaso Buscetta, el más famoso de los “repentiti”, el “hombre de honor” de Cosa Nostra, fino conocedor de la cúpula y del ‘modus operandi” de ésta, en cuyas manos perecieron también varios miembros de su familia. Falcone se refería a este arrepentido pues fue gracias a él, a sus confesiones, que el juez pudo colocar rostros verdaderos sobre los invisibles que aparecían en el organigrama de Cosa Nostra.

Antes que Giovanni Falcone otro hombre había dado los primeros pasos contra la impunidad de la mafia siciliana. Fue el Prefecto Carlo Alberto Dalla Chiesa, asesinado por Cosa Nostra en Palermo el 1 de mayo de 1982. Ese crimen tuvo el mérito de sacar de la resignación a los italianos que creían inefable el poder de la mafia. La muerte de Dalla Chiesa desató el repudio nacional pues se trataba de un alto funcionario reconocido por su honorabilidad.

El gobierno italiano decidió responder en ese entonces haciendo votar una ley que daba poderes sin precedentes a la justicia. Esa ley establecía un sistema de garantías para los mafiosos arrepentidos que decidieran colaborar con la justicia. Se trataba de dar protección a cambio de colaboración. Con esa ley se creó el famoso “pool” de jueces que lideró Falcone y que realizó el « Maxiproceso ». Entre sus numerosos logros está la captura de Toto Riina, el llamado «padrino de los padrinos » que por muchos años actuó en Sicilia con toda impunidad. Se dice que fue él quien por venganza ordenó el asesinato del juez Falcone desde la cárcel de máxima seguridad adonde fue a parar.

Por los muchos arrestos que obtuvieron los jueces surgió también una ola de “vendettas”. Las víctimas se empezaban a contabilizar en los propios rangos de la mafia. Se asesinaba a los familiares de los que colaboraban con la justicia. En ese contexto surge el arrepentido Tommaso Buscetta, quien tuvo que cambiar de rostro por medio de la cirugía plástica para poder seguir viviendo sin la protección de los jueces.

Antes y después de Dalla Chiesa y de Falcone hubo otros italianos que también murieron en el intento de denunciar y combatir a la Onorata società.

Uno de ellos fue Peppino Impastato, uno de primeros sicilianos que se atrevió a denunciarla públicamente. Impastato era un joven militante de izquierda que desde su emisora independiente Radio Aut denunciaba cada noche a los mafiosos de su región, incluyendo a su propio tío. La mafia lo mató el 9 de mayo de 1978. No le perdonaron que se burlara de los horribles edificios que hacían construir los mafiosos locales, los que además de deformar el paisaje siciliano se levantaban sobre montañas de corrupción.

Esta historia la relata muy bien la película I cento passi del realizador milanés Marco Tulio Giordana (2000, 114’), una obra entre la ficción y el documental que trata de mostrar las intrincadas ramificaciones de Cosa Nostra en las familias sicilianas. “Música y Cultura hasta la sepultura” era el lema del joven Impastato.

Después de Peppino mataron al juez Cesare Terranova cuyas investigaciones retomarán más tarde Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, otro juez del “Pool” asesinado el 19 de julio de 1992, dos meses después del juez Falcone.

“Giovanni Falcone hizo de su combate jurídico contra la mafia siciliana un asunto de convicción. Luchar contra ella fue para él una ética, una convicción que él puso al servicio de su investidura de juez porque creía en un modelo de hombre contemporáneo que fuera constructor de entes sociales libres del crimen organizado”. Así lo describía la periodista italiana Marcelle Padovani cuando presentó hace unos años en París la reedición del libro que publicaron juntos en 1991:“Cosa Nostra, el juez y los hombres de honor” (1)

Días antes de morir literalmente pulverizado por una carga de TNT en Sicilia, la tierra que él tanto amó y no quiso abandonar pese a los ofrecimientos e insistencia del gobierno italiano de trasladarlo definitivamente a Roma para alejarlo del peligro, Giovanni Falcone daba su propia definición de la palabra coraje: “Lo importante no es saber si se tiene o no miedo. Lo que interesa es aprender a vivir con ese miedo y no dejarse condicionar por él. Ese es el coraje. El resto es la inconsciencia”.

Giovanni Falcone murió asesinado un sábado 23 de mayo en su tierra natal, Sicilia. Hoy que se cumplen 23 años de su desaparición, citemos las palabras del cantante Blades como muestra de reconocimiento a su coraje: Prohibido olvidar.

MH Escalante
Mayo 23 de 2015

(1) Cosa Nostra, le juges et les hommes d’honneur/ Marcelle Padovani et Giovanni Falcone. Edition°1/Austral, Paris, 1991. 189 p. ISSN 9 782863 914748

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