Con la paternidad llega también ese deseo de proteger y prodigar a los hijos lo mejor posible, sin pensar en que la lucha y el ejemplo deben ser los soportes de la formación, mas no hacer todo por ellos. Así, la sociedad moderna ha creado la figura de los padres helicóptero, quienes ´sobrevuelan la vida de sus hijos advirtiéndoles a cada paso los peligros a los que se exponen; evitando que se equivoquen; eligiendo por ellos o, lo que es peor, cumpliendo sus obligaciones y ocultando sus errores.
El punto esta en guardar las proporciones y encontrar el equilibrio entre ayudar a los hijos y protegerlos, sin caer en esa sobreprotección a la que los psicólogos han llamado padres helicóptero; aquellos que hacen todo por su hijo, incluso lo que él puede hacer solo.
El ejemplo más común son los padres que realizan las tareas escolares de sus niños. Sin permitirles que se esfuercen y alcancen logros académicos a partir de la práctica. Aprendiendo o equivocándose.
Otros protegen de forma exagerada a los hijos, dándoles un mensaje de que el mundo es un sitio muy hostil y creando personas ansiosas e inseguras de sí mismas.
¿Por qué pasa esto? Todo padre quiere que su hijo este bien y que no le pase nada malo. Lo que se le olvida es que el niño se tiene que caer para aprender a caminar, y que de cada caída en caída conseguirá el equilibrio y la fuerza para hacerlo bien.
A estos padres sobreinvolucrados se les pasa que solo de los errores se aprende, por ello hay que permitir que nuestro niño o niña cometa errores y fracase para que se fortalezca. Los padres helicópteros que se consideran progenitores omnipotentes sin querer, no permiten que sus hijos desarrollen su capacidad para resolver problemas. Cuando se lo deja solo y únicamente se lo guía, el niño encuentra soluciones creativas a los inconvenientes y va formando una identidad sólida y fuerte.
Con la sobreprotección no se permite trabajar la autoconfianza, la tenacidad ni la persistencia. Estos niños y luego jóvenes, se vuelven cómodos, pues saben que sus papás los van a rescatar de cualquier problema, por el contrario, los padres deben apoyar los talentos de sus hijos y ayudarles a fortalecer sus debilidades.
Usted no puede vivir la vida de sus hijos ni hacerle sus proyectos escolares, escogerle los amigos ni comprarle todo lo que quiera, ni mucho menos vivir metido en su vida.
Usted no puede vivir la vida de sus hijos ni hacerle sus proyectos escolares, escogerle los amigos ni comprarle todo lo que quiera, ni mucho menos vivir metido en su vida
Los padres adecuados saben que son solo guías y que deben siempre premiar y elogiar el esfuerzo y acompañar en sus tristezas y alegrías.
Nuestros hijos necesitan responsabilizarse de sus acciones y sufrir las consecuencias, cualesquiera que sean.
Por ejemplo, si no hacen la tarea tendrán como consecuencia la perdida de esa actividad; créanme que así toman conciencia y responsabilidad.
Los padres claro que tenemos que mostrarles el camino correcto, ser firmes y amorosos, pero recordando que estamos criando personas autónomas e independientes y que, además, tomen buenas decisiones.
Y algo muy importante, es que la crianza hacia esa autonomía empieza desde corta edad. Además, los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, pero esto no nos da el derecho de inhabilitarlos con nuestros cuidados excesivos.
La próxima vez que ayude a su hijo sin necesidad fíjese en las consecuencias a largo plazo y pregúntese; ¿Qué tipo de adulto va a ser su hijo? La respuesta lo va hacer reflexionar. Es fácil caer en la trampa de la sobreprotección, porque los padres sienten que tienen el control todo el tiempo y que nada malo les sucederá.
Por otra parte, el que hoy las familias sean de uno o dos hijos máximo se presta para que los padres se sobreinvolucren en sus vidas. Antes no había ni el tiempo ni la forma de hacerle un seguimiento riguroso. Por ello, reflexiones sobre su estilo de crianza y analice si está en ese extremo peligroso para que, de un giro, pues nunca es tarde para cambiar y, lo que es mejor, sus hijos se lo van a agradecer.