Más que nunca, la juventud como grupo poblacional está empezando a incidir en política de maneras dignas de ser estudiadas en todo el mundo. Colombia es un país en el que la juventud ha jugado un papel importante a lo largo de su historia política, sin duda: Las protestas estudiantiles de 1929, la Séptima Papeleta en el 1990 y la conformación de la Primera Línea en el mal llamado “estallido social” de 2021 y otros son los casos que sustentan esta afirmación.
Sin embargo, estos ejemplos anteriores y los demás que pudiesen ser discutidos en el marco del tópico en cuestión son, a mi juicio, de incidencia social mas que política. Hoy eso está cambiando… y rápido. Como presidente de un movimiento de juventudes, coordinador nacional de juventudes de un partido político y parte de numerosas agrupaciones juveniles tanto nacionales como internacionales que pudiesen ser denominadas, ya sea por definición o por ley, como políticas, he visto este cambio de cerca; personal y propiamente.
Hace ya un tiempo escribí el primer borrador de un libro que titulé Vox Populi Vox Iuventutis, el cual dediqué al rededor de un año y medio en investigar y escribir. Si bien me falta el proceso exhaustivo de constante y reiterativa edición y por supuesto, de económicamente pesada publicación –para lo cual estoy esperando la posibilidad de hacerlo– rescato algunas ideas que en mi futuro libro entro en detalle:
Al momento de hablar de cual es la posición o el rol de la juventud en materia política en Colombia, la discusión pudiese finalizar tan solo un par de segundos después de iniciarla. pues Colombia es un país con una participación juvenil prácticamente nula en el marco de los sistemas políticos juveniles. Los Parlamentos de Juventud son escenarios políticos que se sostienen en numerosos países tales como el Reino Unido, Malasia o Gales, y son instancias compuestas por jóvenes elegidos democráticamente. Colombia tiene su versión de este hito, iniciativa que el Estado tildó como “Consejos de Juventud”. Pese a tener una importante cantidad de jóvenes participantes tanto en curules locales y municipales como distritales y nacionales, la funcionalidad como tal de dichos consejos es sencillamente inocua, pues a diferencia de los parlamentos europeos de juventud, las únicas funciones a las que son limitados los consejeros son las siguientes: “Actuar como mecanismos de interlocución y concertación ante la administración en los temas juveniles, concertar la inclusión de las agendas de las juventudes con las respectivas autoridades políticas y administrativas, y ejercer veeduría y control sobre la gestión pública”, como lo consagra la Ley Estatutaria de Juventudes.
Estas funciones, pese a su elegante dicción y sin indagar de manera tan profunda en terminología y leguleyada, indican que los consejeros únicamente podrán comunicar de forma indirecta sus preocupaciones acerca de los temas públicos mediante el presidente de la corporación, persona encargada de comunicarse con el alcalde local en cuanto a los Consejos Locales, al alcalde distrital en cuestión de los Consejos Distritales, o al Consejero Presidencial en el caso del Consejo Nacional, como lo atribuye la Ley 1885 de 2018. Con esto en mente, se concluye que no hay comunicación directa y no hay acciones pertinentes mas allá de consecutivos y repetitivos diálogos, comunicados y, como no, el medio favorito de la juventud política: videos para redes sociales. Fuera de invitar a una convocatoria pequeña y entablar conversaciones con sus jóvenes electores, los consejeros tienen prácticamente las manos atadas, pues en varias instancias, las autoridades políticas no tienen interés particular en apoyar estas ineficientes iniciativas. La Ley 1622 del 2013, ley “por medio de la cual se expide el estatuto de ciudadanía juvenil y se dictan otras disposiciones”, establece en el parágrafo 1 del Título 14 que “el Presidente de la República, los Gobernadores y Alcaldes, en el marco de sus competencias, serán responsables por la inclusión de las Políticas de la Juventud dentro de los Planes de Desarrollo correspondientes”, estatuto que centraliza la ya baja autonomía de los Consejos de Juventud en autoridades que son en este contexto ineficientes.
Los esfuerzos del gobierno del Presidente Iván Duque en torno la juventud sin duda son un paso fuerte e importante al momento de hablar de innovación política para la juventud. Sin embargo, la eficacia de dichos consejos realmente no ha sido la mas óptima. Se requieren todavía más esfuerzos de parte de no solo el gobierno del Presidente Gustavo Petro en calidad de la Consejería Presidencial para la Juventud, o bueno, el Viceministerio de Juventudes –que ya ni se sabe si va a existir, pues considerando que es parte del Ministerio de la Igualdad, que está en jaque en la Corte Constitucional, estos facilmente se erradicarán en el gobierno entrante– sino de la juventud como grupo poblacional para asegurar que los Consejos de Juventud en todas sus capacidades, pero especialmente en aquellas de baja jerarquía, realmente sean una iniciativa relevante y cese de ser como se dice coloquialmente “politiquería” de parte del gobierno anterior. Sin embargo, volviendo al ejemplo de los países desarrollados o aquellos del primer mundo, optimizar los Consejos de Juventud sería una tarea imposible. Desde un punto de vista científico-político, Colombia es un país que aún no está preparado para atribuir ese tipo de poder político a la juventud, pues la falta de educación tanto básica como superior sigue siendo un problema vigente en cuestión de la coyuntura nacional, ergo, sin asegurar una juventud presente y consciente, atribuir el mismo tipo de influencia política como lo hacen dichos países sería un acto de irresponsabilidad y riesgo inmenso. Por consiguiente, se presenta un dilema: Si a la juventud en todo el territorio nacional no se le puede atribuir influencia política mayor a aquella de los Consejos de Juventud, ¿Cuál es el rol de la juventud en cuestión política?
La solución de este dilema podría ser considerado sencillo de describir. Sin embargo, en Colombia no se han dado los procesos políticos necesarios para afrontar esta problemática ni de parte del Ejecutivo ni del Legislativo, ni del Judicial. Esta problemática se debe atacar directamente de raíz: la educación. El sistema educativo colombiano es un sistema que subjetivamente tiene incontables fallas e infinitos ámbitos a mejorar. No obstante, teniendo en cuenta que la educación básica es la herramienta fundamental para garantizar que la juventud en dicha etapa estarán preparados e incluso capacitados, en algunos casos, para conllevar procesos públicos, ese es el ámbito más importante para garantizar que se desarrollarán procesos y reformas legislativas para que mediante los cambios infringidos ante los Consejos de Juventud y la Ley 1885 de 2018, la juventud sea la pieza clave para impulsar a la nación a nuevos horizontes; la educación en torno a la política es una situación de suma relevancia y especialidad. Sin embargo, pese a lo anterior, también es un tema increíblemente delicado... La polarización y atomización en cuestiones políticas en Colombia es una problemática inmensamente grande, y depende del sistema educativo en escuelas y colegios de índole tanto pública como privada asegurar que la juventud aprenda sobre ámbitos políticos mediante una reforma al mismo. Una vez establecida dicha reforma, fuese conllevada, por supuesto, por el Ministerio de Educación… el Congreso de la República pudiese reformar la Ley 1885 de 2018 de tal forma que se pueda optimizar y garantizar mayor funcionalidad y vigencia de los Consejos de Juventud. Pues con todo respeto, más allá de ser una fábrica de ediles y futuros integrantes partidistas, no sirven de un carajo.
No obstante, un tema como este no se puede precipitar; el sistema educativo y su relación e impacto frente a la participación de la juventud en materia política es una situación de complejidad abrumadora, y por consecuencia, en este breve artículo no se entrará en mayor detalle. En cuanto a la solución, para que los sistemas políticos como lo son los Consejos de Juventud sean representativos, todas las partes de la sociedad deben estar incluidas. Cuando los jóvenes son privados de sus derechos o desvinculados de los procesos políticos, una parte importante de la población tiene poca o ninguna voz, o influencia, en este caso, en las decisiones que afectan la vida de los miembros del grupo. Una consecuencia clave es el debilitamiento de la representatividad de los sistemas políticos. Para marcar la diferencia a largo plazo, es esencial que los jóvenes participen en procesos políticos formales y tengan voz en la formulación de políticas públicas de hoy y de mañana. La participación política inclusiva construir sociedades estables y pacíficas, y desarrollar políticas que respondan a las necesidades específicas de las generaciones más jóvenes. Para que los jóvenes estén adecuadamente representados en las instituciones políticas, los procesos y la toma de decisiones, y en particular en un marco electoral, deben conocer sus derechos y recibir el conocimiento y la capacidad necesaria para participar de manera significativa en todos los niveles.
Cuando existen obstáculos para participar en procesos políticos formales e institucionalizados, inconveniente presente en situaciones tales como el sistema educativo o atomización frente a los Consejos de Juventud, los jóvenes o partícipes pueden sentirse rápidamente apáticos; muchos tienden a creer que sus voces no serán tomadas en cuenta, pues como presentado anteriormente, pese al entusiasmo que los políticos populistas aparentan frente a las ideas de la juventud, la realidad es que los servidores públicos juveniles son un grupo total y absolutamente marginado desde la función pública general. El problema se vuelve circular ya que los políticos pueden perder interés en responder a las aspiraciones de los jóvenes si no pueden ganar u obtener sus votos a largo plazo, o en dado caso, su apoyo político desde el consejo. Lo mismo aplica para los partidos. Esto a su vez conduce a que los jóvenes sean cada vez más excluidos de participar en la toma de decisiones o en los debates sobre cuestiones socioeconómicas y políticas clave, a pesar de su sensibilidad a las demandas de equidad y justicia social, protección ambiental y diversidad cultural. En las democracias nuevas y emergentes, la inclusión de los jóvenes en los procesos políticos formales es importante desde el puro principio. Las contribuciones activas de los jóvenes pueden dar vida a los valores democráticos, lo que lleva al derrocamiento de las prácticas autoritarias. En países donde los jóvenes han liderado protestas que han derrocado a regímenes autoritarios, es probable que sientan una gran frustración si no se les incluye en los nuevos procedimientos formales de toma de decisiones. Esto puede desestabilizar la democracia y acelerar la dinámica del conflicto.
En el marco de la coyuntura nacional, se han presentado numerosas instancias en las que la juventud ha cambiado a Colombia de tal forma que mediante la participación política, no solo en espacios propiciados por el Estado, sino también en iniciativas juveniles, se han venido logrando establecer procesos políticos, reformas constitucionales, dialogos con el gobierno nacional y demas logros que no pueden ser pasados por alto. Por esto, es que la consolidación del poder político de la juventud es increíblemente importante. Los jóvenes están motivados por sus pasiones, sueños y esperanzas. La juventud, especialmente aquella de un país como lo es Colombia, representa su futuro y el elemento más dinámico de la población. Como resultado, la participación de los jóvenes en el desarrollo nacional es fundamental. Los jóvenes y sus comportamientos contribuyen al crecimiento de una nación. Son un componente esencial del desarrollo de un país. El valor del país es reconocido por su gente; es la inteligencia y el trabajo duro del pueblo lo que contribuye al progreso de la nación. En realidad, la juventud juega uno de los papeles más importantes en la construcción de la nación.
Claro, suena muy utópico mencionar todos los atributos de la juventud y como pueden y en realidad deben proporcionar un aporte frente al país... Sin embargo, como lo venía exponiendo con anterioridad, la juventud es enfrentada por numerosos obstáculos como lo es la educación al momento de ejercer política y de ejercer función pública. Restricciones de edad para votar y para postularse a un cargo de oficina pública más allá de los Consejos de Juventud realmente son unos de los numerosos ejemplos y formas en que la juventud es de cierta forma restringida, no diciendo que estas desiciones no sean justificadas –por supuesto que sería un sinsentido que un niño de 13 años pudiese votar– sino diciendo que la juventud es marginada e incluso adoctrinada en años claves de educación y concientización sobre el mundo política que la rodea. En relación a este concepto de adoctrinamiento, otro obstáculo para la participación de los jóvenes son las restricciones de edad para hacer, participar, promover o intervenir en campañas políticas. Algunas leyes electorales sancionan a los partidos políticos que utilizan menores para hacer campaña porque la juventud incluye "menores sin derecho a voto”, como lo es establecido por los artículos 26 del Código Civil, Ley 1755 de 2015, y el artículo 6. numeral 4. del Decreto 987 de 2012 En consecuencia, puede ser difícil proteger a los jóvenes mientras se alienta su participación, hito intervenido por instituciones tales como lo son el Bienestar Familiar (ICBF) o incluso la misma Consejería Presidencial para la Juventud (o el Viceministerio en su defecto). No obstante, el argumento en contra de la participación política de la juventud es bastante fuerte y sin lugar a duda sustentado, pues en cuanto a la de falta de experiencia en tanto los sectores económicos y sociales como los sectores administrativos y políticos, la juventud menor de edad no ha vivido lo suficiente para poder formar ideologías no sesgadas ni manipuladas o incluso se podría plantear que, adoctrinadas. En torno a esto, se presenta nuevamente otro dilema u otra problemática, pues no se conlleva un entendimiento conceptual general en relación a si se debería o no ampliar la participación de la juventud, como lo venía proponiendo anteriormente, o limitarlo dada la falta de entendimiento frente a la sociedad de parte de la juventud. Entonces... ¿Al fin que?
Esta es una pregunta que hasta el momento no se ha podido contestar. Yo, por mi parte, tengo respuestas absolutamente contradictorias. La juventud en Colombia consiste de grupos muy diferentes pese a compartir una nacionalidad misma. En cuanto a esto, siendo un país tan diverso en términos no solo geográficos sino culturales dentro del mismo, cada región y cada departamento contrasta el uno con el otro, y el atribuir un poder político, como se ha venido planteando, en todo el territorio nacional puede ser una situación increíblemente polémica por no decir problemática. Ciertamente, para garantizar que la juventud pueda tener una voz más fuerte frente al contexto coyuntural, se debe asegurar que todos los jóvenes podrán participar en estas iniciativas, pues todos los jóvenes deben tener derechos igualitarios, como lo rige la constitución política. No obstante, todos también deben tener la potestad y voluntad de participar en instancias como lo son los Consejos de Juventud, y aun así, la presencia de estas entidades es más fuerte en algunos sectores del país que en otros, y así no solo se limita la participación política de la juventud, sino también amplía las brechas sociales en cuanto a política. La juventud debe estar preparada para asumir posturas que pueden generar inconformidades, debe estar preparada para tener criterio propio y defender la democracia desde sus respectivos espacios contextuales, y sobretodo, debe estar preparada para asumir el liderazgo de este país. Siendo una nación que ha colectiva y reiterativamente marginado a la juventud como grupo poblacional, uno de los múltiples objetivos desde una postura no solo política y gubernamental, sino ciudadana y autónoma, debe ser asegurar que la juventud va a prosperar en cuanto a su protagonismo, participación y voz en materia pública. Al momento de hablar de ideas nuevas y novedosas en un contexto colombiano, no necesaria o particularmente se refiere a ideas provenientes del progresismo o la izquierda, pues pese a la definición de “cambio” que ha atribuido el Presidente Gustavo Petro y su bancada de gobierno, el verdadero cambio no surge de ideologías o militancias políticas, viene principalmente de la juventud, y no tiene porque entenderse como una ideología socialista o progresista, debe entenderse como una esperanza para impulsar el país hacia horizontes que no ha antes visto, impulsarlo hacia y por el futuro de Colombia y del mundo. Las ideas de la juventud no pueden ser consideradas ineficientes o mucho menos innecesarias, las ideas de la juventud son las ideas de Colombia, y no se deben ignorar. En discursos populistas, varios candidatos y funcionarios se han referido a la juventud como el “futuro” de nuestro país, y pese a la veracidad de esa tesis, la juventud no solo es el futuro de Colombia, también es el presente, y debe reconocerse como tal.