Apreciados padres de familia:
Pronto se realizará la entrega de boletines. Allí, sabrás la realidad del rendimiento académico de tu hijo. Verificarás si de verdad cumplió su obligación principal como estudiante, que es a lo que tú lo envías todos los días, y es lo que todos los días te asegura ha cumplido.
Sabrá si es cierto que presentó "todos los trabajos", como te lo ha venido asegurando recientemente. Estribillo común al final de cada período por par parte de quienes sienten "pisadas de animal grande", al presentir que perdieron tal o cual materia. Sutil manera de proceder que les ha dado muy buenos resultados a centenares de estudiantes irresponsables desde, cuando estaban en la primaria.
Maniobra y engaño con la que han venido burlando desde entonces las sanciones merecidas, logrando incluso poner de escudo protector a sus padres, contra esos "profesores malos, que le hicieron perder la materia". Mecanismo con el cual también han logrado que cientos de educadores serios y exigentes hayan huido de sus sitios de trabajo, contribuyendo ha convertir la docencia en "una profesión peligrosa", como me lo confirmara una juez de la república. Condición por la que, aprecidado padre de familia, estos momentos de finalización de período y de entrega de boletines no les causa ninguna preocupación a la gran mayoría de nuestros alumnos, como sí nos ocurría a nosotros y a ustedes cuando íbamos a la escuela. No sienten nada, a pesar de lo abandonados que académicamente hayan sido, ni porque estén a punto de ser expulsados por su insoportable comportamiento.
Por el contrario, los que sí estan muy preocupados, agotados y estresados, son sus profesores. Temerosos de las acusaciones y comentarios que se destarán en los pasillos y sitios de reunión, al ser señalados culpables de las malas notas de sus hijos.
La razón de esta conducta tenebrosa de padres e hijos tiene que ver con un tipo de cultura estimulada desde las esferas gubernamentales que por más de dos décadas le han hecho creer a la sociedad que los profesores buenos son aquellos a quienes la mayoría de sus estudiantes le ganan la materia, a pesar de que la mayoría no hayan respondido en lo más mínimo. Es por esto que debe apreciarse como saludable y ejemplar el generalizado erróneo diagnóstico valoractivo, expresado recientemente por una maestra de tercero primaria la ciudad de Cali quien, al finalizar el periodo de recuperaciones de finales del año, informó ante sus coordinadores que "de mis 37 niños que tengo, todos pasaron nítidos, aunque pasaron flojos".
Los resultados de esta perversa política, tan socorrida por la mayoría de los padres de familia, los tenemos hoy en los puntajes que sacan nuestros alumnos en las pruebas nacionales e internacionales.
Puntaje del que depende la calificación pública de las instituciones, de los educadores y de la nación. Razón por la que Colombia, según la prueba PISA, ocupa el puesto 62 de 65. Estamos en la cola de los peores países del mundo. Puntaje del que próximamente dependerá el salario de los maestros. Un verdadero debacle, causada por tanto profesor bueno, presionado por tanto padre bueno.
Si esta degradación social promovida desde los hogares contra el oficio del maestro y la mediocridad académica generalizada nos preocupa y quieren salvar a sus hijos y la nación de sus malignas consecuencias, es necesario ponerle coto. Para ello, necesitamos entender que hoy la escuela está "patas arriba". Que, este país "hay que ponerlo al revés, para que quede al derecho", como magistralmente lo sentenció el maestro Carlos Gaviria. Que se necesita acabar con la alcahuetería de tanto padre de familia bueno. Que se posibilite el resurgir de los PROFESORES MALOS, que le exigen a sus alumnos y se acabe de una vez por todas el tener que regalarle el año a quienes no rinden ni aprenden, por temor a sus padres.
