Los grandes medios y la orfandad de la derrota
Opinión

Los grandes medios y la orfandad de la derrota

Pese a su inmenso poder económico, la gran prensa ha tenido que morder el polvo, callarse confundida ante el triunfo de la verdad

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septiembre 11, 2024
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Una serie de hechos nos advierten de la manipulación a la que nos tienen sometidos los grandes medios de comunicación. Comencemos por una mirada a la guerra en Ucrania. Desde antes de febrero de 2022 la gran prensa occidental, añadiendo a la de Japón, Corea del Sur y Australia, que, pese a estar en oriente forman parte del occidente colectivo, dedicó sus titulares a pronosticar la inmediata invasión rusa a Ucrania.

Era tal el bombardeo en todos los medios acerca de las ambiciones del malvado dictador Vladimir Putin, empeñado en expandirse hacia el occidente, repetido una y otra vez por Biden, los jefes de gobierno de la Unión Europea, y sus pares de derecha en Latinoamérica, que casi nos convencían de tomar las armas en defensa del mundo libre. Fue por física falta de tiempo que Duque no pudo declararle a guerra a Rusia.

Peor tras iniciarse lo que Putin denominó Operación Militar Especial. Los Estados Unidos aplicaron miles de sanciones económicas contra ese país, a las que se sumó de inmediato la Unión Europea. Todos a coro celebraban con ferviente ilusión que Rusia se desmoronaría en medio de una crisis sin precedentes. Y a ellas sumaron incontables remesas de poderoso armamento con destino a Ucrania, con las que esta, en breve lapso, doblegaría a Putin.

Con el tiempo, las cosas comenzaron a presentarse de modo distinto. Antes que la ruina, lo que sucedió en Rusia fue un fortalecimiento sin antecedentes de su economía. Y lo que es peor, un progresivo y firme avance de sus tropas. A lo que se sumó una alianza económica y política con China, convertida a su vez en la primera potencia económica mundial. Claro, la prensa occidental nos decía siempre lo contrario.

Hasta que la verdad brilló reluciente. El verdadero agresor era la OTAN, la Unión Europea había actuado como una simple ejecutora de la voluntad de Washington, eran ellos los que querían desmembrar y destruir a Rusia, Ucrania había sido apenas su excusa. Tuvimos claridad del golpe del Maidán en 2014, del nefasto papel de Victoria Nuland, de cómo Zelensky se alió con las fuerzas herederas de los nazis para aplastar el Dombás.

De sus decretos segregacionistas contra la población rusa de Ucrania, de sus prohibiciones al idioma ruso, a la religión ortodoxa, de los bombardeos que llevaban años soportando los ucranianos rusos. De que Putin no estaba invadiendo, sino apoyando humanitariamente a una población perseguida por motivos racistas. Que por eso la gente de Crimea había votado masivamente su fusión con Rusia. Resultó imposible seguir encubriendo la realidad.

Su última invención, la heroica ocupación ucraniana de Kursk, los 1300 kilómetros de territorio arrebatado a Rusia, la humillación de Putin. Zelenski tuvo que tragarse su osadía, igual que Napoleón o Hitler en siglos anteriores. Rusia no movió un solo soldado del Dombás para defender a Kursk, en tanto que Ucrania perdió sus mejores unidades en el absurdo intento. Así lo explicó un Putin eufórico en el reciente Foro Económico de Oriente, en Vladivostok.


Zelenski tuvo que tragarse su osadía, igual que Napoleón o Hitler en siglos anteriores


Al que acudieron más de 7000 delegados de 75 países. De estos temas no se ocupan ahora los medios occidentales, sabedores de que llegó la derrota. En su lugar, le apuestan obsesivamente a un triunfo de Kamala Harris, para que la guerra continúe. Su rival, Trump, en cambio, ha sostenido que pondrá fin a ese conflicto antes de su posesión como presidente de los Estados Unidos, y que se aislará de la OTAN, en una posición más realista.

Por eso las encuestas de los grandes medios norteamericanos lo declaran desde ya perdedor. Como declararon desde muchos meses antes perdedor a Maduro en las elecciones venezolanas. El ganador tenía que ser Edmundo González, porque era el elegido por Washington y la Unión Europea, sin importar las mayorías populares. La gran prensa occidental se encargaría de convencer al mundo de que hubo fraude.

De que Edmundo era el verdadero presidente. Así ni él ni sus mentores, siquiera se presentaran ante el Tribunal Superior de Justicia, para hacer valer sus denuncias con pruebas. No las tenían. Había mucho dinero, para pagar alborotadores que incendiaran, para calificarlos como pueblo en la calle defendiendo la democracia. No les funcionó. Edmundo se peleó con María Corina y decidió pedir asilo, abandonar el barco, reconociendo tácitamente su derrota.

La que los medios buscan encubrir de cualquier modo. Como callan ante la victoria aplastante de Petro contra el paro organizado por los gremios camioneros de ultraderecha. Se los desmontó, convenciendo a los verdaderos camioneros, los conductores, de que ese no era su paro, de que debían aprovecharlo para obtener la justicia laboral que nunca les habían reconocido sus patronos. Cuando estos vieron por donde iban las cosas, levantaron el paro.

Derrotados. Otra vez. Por eso callan los grandes medios. Y seguirán callando, una sociedad nueva viene en camino.

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