Una cosa es la opinión que se tenga del gobierno del presidente Gustavo Petro, otra, que él quiera quedarse más allá de la terminación de su período presidencial y una tercera la posibilidad de que sus políticas sobrevivan al 2026. Son tres cosas distintas con un protagonista verdadero, que la oposición política extrema tiende a juntar en una sola: un mal gobierno que se aferrará al poder.
La oposición política que ve en el presidente una amenaza para la democracia, tiene en realidad un solo argumento vendedor, que el presidente quiera tomar el camino de Venezuela, convertirse en un dictador del socialismo del siglo XXI a través de una asamblea constituyente de bolsillo y perpetuarse en la presidencia. Sin embargo, todas las señales apuntan a lo contrario. El presidente ha expresado en todos los tonos que la reelección no está en su agenda lo cual es una conclusión a la que él, político avezado, puede llegar sin ningún esfuerzo dado que no tiene el apoyo popular, ni parlamentario, ni el de las cortes, ni el de las fuerzas armadas, ni el tiempo necesario para sacar esa idea adelante.
Lo que sí ha dicho, que tiene todo el sentido, es que quisiera que su proyecto político fuera más allá del 2026 puesto que a su parecer las grandes transformaciones que ha propuesto requieren más de cuatro años para realizase, con más veras cuando ya han pasado dos sin mayores avances. Ese asunto es menos imposible que la reelección puesto que dependería de que la ciudadanía lo ratifique en las urnas, para lo cual hoy tiene el 30 % del apoyo popular. Ese 30 %, que nadie más tiene, sería la base para construir una alianza de centro izquierda con un candidato viable que hoy tampoco existe, ni en petrismo ni en sus vecindarios ideológicos.
Una es la gente que ve al presidente como una amenaza futura y otra, mucha más, la que lo juzga severamente por el presente. El gobierno no ha sido efectivo en la ejecución de sus políticas, el día a día de la administración es caótico, los escándalos de corrupción le han hecho mucho daño y el estilo presidencial es enigmático, poco conciliador. Todo ello es tierra abonada para una alternativa política, porque desde que el mundo es mundo no existe poder humano que pueda hacer que un gobierno desgastado pueda mantener a su partido en el poder. Pero el presidente mismo dice, con razón, que sus opositores no tienen candidato.
Desde que el mundo es mundo no existe poder humano que pueda hacer que un gobierno desgastado pueda mantener a su partido en el poder
O sea, descartada por imposible la permanencia de Gustavo Petro en la presidencia más allá del 2026 y en alto riesgo la posibilidad de que su partido gane de nuevo las elecciones con otro candidato, se le abren muchas ventanas a la oposición. No tanto a la oposición de extrema derecha que esta casada con el tema de la reelección y ven en cada gesto presidencial la confirmación de su deseo de quedarse, sino a una oposición más de centro que asuma el argumento de que muchas de las reformas propuestas por Petro son necesarias, pero deben hacerse de otra manera. Es decir que capitalice la desilusión, le baje el tono a la ideología y se comprometa en las grandes reformas sociales que están a la espera.
Hay una especie de cuadratura del círculo en esa idea. Un candidato de centro izquierda necesita para ganar los votos del Pacto Histórico, pero el Pacto Histórico no va a apoyar a un candidato que no sea uno de los suyos. A no ser que el presidente lo quiera, puesto que la política es el arte de lo posible.
Si se quisiera rescatar el logro más importante del gobierno Petro, este sería el haber abierto las puertas a multitud de movimientos sociales minoritarios que han encontrado su voz y su espacio en la ejecución de las políticas públicas, con diversa fortuna. Gentes que nunca hubieran llegado a posiciones de poder, grupos que nunca hubieran sido escuchados, reivindicaciones sociales aplazadas por generaciones. Ese es un camino sin regreso. No podría haber un nuevo gobierno que pudiera cancelar esos avances. El gobierno Petro, con todo y sus debilidades, ha abonado ese camino. La gran oportunidad política es dilucidar quién y con quién se va a recorrer en el futuro.