La trampa del “yo con yo”: la polarización que nos hunde a todos
Opinión

La trampa del “yo con yo”: la polarización que nos hunde a todos

Al cerrar la puerta a los Ocampo, López, Gaviria y recientemente Vergara de Educación, Petro se enclaustra en ministros similares, y apuesta al “yo con yo”

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septiembre 02, 2024
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Por supuesto que no es un fenómeno exclusivo colombiano. Lo estamos viendo en vivo y en directo en X (ex – Twitter) en los mensajes del convicto candidato Trump en la campaña presidencial gringa acerca de su contendora Kamala Harris. O en la virulencia verbal de  algunos prominentes políticos españoles. Por estos lares, en la artillería polarizante de las bodegas colombianas en redes sociales, cuya intensidad está al alza.

La mesura y el respeto hacia quienes son considerados diferentes, no ofrecen dividendos políticos en el corto plazo. La pretensión de aniquilar moralmente al adversario, de vencerlo y no convencerlo, es la norma.

Se podría hablar de dos visiones en política:  la de “yo con yo” versus la  de “yo con otros”.

“Yo con yo”: Nada más atrayente, en apariencia, que vivir rodeados de quienes se parecen a uno. Cultivar los lazos con quienes son considerados cercanos y similares a uno, genera solidaridad entre los miembros del grupo; son como uno. De ahí esa expresión clasista criolla, detestable, de “gente como uno”.  Los demás, los diferentes, son ajenos, extraños que no forman parte del “combo”. Los combos son un gran regazo que ofrece seguridad.


En política, el “yo con yo” es la vía hacia la exclusión, el extremismo y la polarización. Y también hacia la corrupción y camino seguro hacia la desconfianza en las instituciones


¿Petro polarizante? Por supuesto y en alto grado. Pero no es el único en esta tierra de líderes excluyentes. Lo que ocurre es que muchos hubieran esperado que tendiera puentes, que hubiera sido el líder que uniera comunidades, grupos, movimientos diferentes. En el continente, a raíz de las elecciones venezolanas, Petro optó, a diferencia de Boric, el presidente chileno de izquierda, por ofrecerle el tanque de oxígeno a Maduro, el símbolo absoluto del “yo con yo”. La izquierda de tipo socialdemócrata parece asfixiada.

Al cerrar la puerta a los Ocampo, López, Gaviria, González (DNP) y enclaustrarse en el nombramiento de ministros similares, le apuesta nuestro presidente al “yo con yo”. La salida reciente de la ministra de Educación, Aurora Vergara, mujer afro altamente meritoria académicamente (doctorada y posdoctorada), a raíz de la brillante forma en que concertó la reforma educativa, es un paso hacia el atrincheramiento garantizado.

Las implicaciones del “yo con yo” también borran la experiencia y la memoria institucionales. Al sustituir a los funcionarios “de los otros”  con “los nuestros”, como en la quema de bibliotecas, se reducen a cenizas las habilidades que, durante décadas, generaron un capital acumulado de experticia técnica. Las consecuencias son obvias: bajísimos niveles de ejecución y alto grado de desarticulación institucional.

Hay un problema adicional: la sustitución de los “nuestros de antes” con los “nuestros de ahora”. Decenas de ministros y de viceministros removidos, provocando el derrumbe de la estructura de mando operativo, que toma largo tiempo en reconstruirse.

Claro que el “yo con yo” no es un libreto solo petrista. Ha sido practicado durante décadas por políticos que han gobernado y repartido privilegios a quienes han considerado “los nuestros”.

Las consecuencias del “yo con yo” son mayor corrupción y desconfianza hacia las instituciones. Ese será un saldo lamentable en el 2026.

El acuerdo de paz fue un hito en el camino hacia la reconciliación, es decir, enmarcado en un proyecto de “yo con otros”. Otras experiencias en la historia del país han permitido construir sobre lo construido. Con sus imperfecciones, vivimos en un estado de derecho, que cuenta con un balance de poderes y contrapesos, con reglas de juego sanas alrededor del valor de la moneda, con una infraestructura institucional que puede contribuir a reducir las grandes inequidades que aún nos afectan. Un sistema que permite que el actual mandatario haya sido elegido.

No hay salida diferente que la de “yo con otros”: construir puentes que sanen divisiones políticas, sociales, raciales, étnicas, que unan a los empresarios, los trabajadores, la academia, que cubran todos los territorios. Allí debe estar el eje de las campañas para las elecciones del 2026 que pretendan, de verdad, paz, reconciliación y progreso.

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