Esclavos del populismo

Esclavos del populismo

Lo del presidente Petro me recuerda ya al Quijote cuándo fue a luchar contra los molinos de viento: delirando de la realidad...

Por: Ali Walid Waked Ali
agosto 29, 2024
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Esclavos del populismo

Lo del Presidente Petro me recuerda ya al Quijote cuándo fue a luchar contra los molinos de viento: delirando de la realidad, gobernando a través de Twitter e improvisando todos los días una conspiración nueva del porqué de sus fracasos. En defensa del Hidalgo diré que su historia fue una simple sátira, mientras que la novela de nuestro superhéroe encerrado en la Casa de Nariño se ha convertido en una tragedia de la misma línea de aquellos que pintan de mesías y que cada año aparecen en las elecciones de todo el continente: donde la razón no es el objetivo sino más bien volvernos esclavos del sentimiento. 

En latinoamérica la política se ha vuelto un súbdito del populismo y sus derivantes: la emoción, el pan y el circo son la nueva forma de gobierno que han adoptado muchos sectores de la derecha, izquierda o mal llamados tibios de la región. Desde Petro hasta Milei, parece que de lo repetitivo se convirtió ya en una patología: se disfrazan de profetas, consagran enemigos (a veces imaginarios) y apelan al consumo de las masas como modo de supervivencia. ¿Narcisismo? Un poco. Para ellos, la política no es más que un juego de percepciones, imágenes y apariencias, porque, después de todo, lo importante no es la verdad sino manipularla y despreciarla, de manera que el electorado no sepa diferenciar entre lo que es real y falso. 

La demagogia y el arte de secuestrar con engaños a las mayorías emocionales no es un problema reciente. Por el contrario, hace milenios Platón criticó en La República de cómo la libertad y la ignorancia eran un camino hacia el desastre que tornaría en imposible la tarea de dirigir un Estado. Sólo era una cuestión de tiempo, en consecuencia, de que los regímenes democráticos devinieran en tiranías y rehenes del populismo. 

No por esto deseo generar renuencia sobre la democracia, pero bien creo que ésta jamás puede desligarse de la educación como eje básico de gobierno, pues la sociedad más libre es aquella que mantiene un sentido crítico y reflexivo de la realidad que la embarga. El único mesías que necesita la región es su propio pueblo, dueño de sus decisiones pero sobre todo consciente de su raciocinio. 

Por más carisma o disfraz mesiánico que porten, ningún narcisista puede alzarse por encima de las leyes sagradas de toda sociedad libre. La protección de la institucionalidad democrática no es un llamado a volvernos esclavos del status quo, sino un mandato de quienes creen en la libertad como forma real de progreso. 

Gustavo Petro ha perdido el control tanto político como moral de la presidencia, y casi que en un episodio de déjà vu, ad nauseam vuelve a su estrategia favorita de crear caos y manipular a las masas tal como lo hizo durante su alcaldía: repitiendo mentiras con la esperanza de que se vuelvan realidad. 

Lo planteado durante esta columna no es una cuestión que busca defender a la izquierda o derecha del país, sino un canto en nombre del corazón democrático que le es inherente al colectivo. Al Presidente la historia lo juzgará, pero nos corresponde a la ciudadanía de no permitir que la libertad muera en la oscuridad del populismo. 

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