El próximo mes de septiembre celebraremos una vez más el mes del Jazz en Bogotá con los diferentes festivales y conciertos que tradicionalmente congregan a músicos, aficionados y al público en general alrededor de este género.
Sin embargo, se cumple también el segundo año consecutivo sin Big band en el festival más importante del país – Jazz al Parque. Pocos lo han notado y por eso lo traigo a colación, porque tener una Big Band no es un lujo, ni algo exótico, y resulta increíble que una ciudad tan grande, pudiente y con tantos músicos, no tenga la capacidad logística o económica para tener por lo menos una banda.
Parece ser que el razonamiento detrás de esta dinámica es que un grupo grande puede ser reemplazado por varios pequeños, al igual que en una ecuación matemática. Bajo esta lógica se puede cambiar a la Filarmónica de Bogotá por varios grupos de cámara.
Esto no es culpa de los funcionarios, ni de la entidad que le dio vida al festival y lo ha logrado mantener por tantos años, al contrario, fue un logro de ellos precisamente el haberla creado y haberle dado vida todo este tiempo.
Pero me pregunto ¿Por qué se percibe la música como algo prescindible? ¿Por qué se destinan presupuestos marginales a labores tan importantes? ¿Por qué es tan difícil elegir gobernantes que valoren la cultura? Pues transmití la pregunta a algún funcionario de esa entidad y la respuesta es que no hay presupuesto (¡?!)
Al respecto pongo dos ejemplos: El presupuesto anual de la Big Band Bogotá era más o menos 90 millones de pesos, empleaba a músicos, director, compositores, arreglistas, personal técnico, logístico y personal de gestión.
En contraste, el presupuesto de renovación de la flota de camionetas de la alcaldía debido a que cumplieron 8 años de antigüedad (8 años!?) es de 2.600 Millones de pesos y beneficia únicamente al vendedor de las camionetas. Con ese monto se financiaría la Big Band Bogotá durante 28 años.
Segundo ejemplo: el presupuesto aprobado para Bogotá en 2024 es de 33.000.000.000.000 Sin embargo no hay presupuesto para la Big Band Bogotá y los montos de los premios del festival están congelados hace seis años.
En resumen, se necesita de un alcalde que no piense que el concreto llena el vacío cultural de l@s bogotan@s.