En la galería Beatriz Esguerra encontramos dos fotógrafos interesantes en el seguimiento de las actividades de Foto Museo donde Olga Lucia Jordán descompone la realidad.
En este momento se trata de cómo se recrea la pintura en la fotografía. Mario Arroyave de Colombia que intenta reinventarse de formas múltiples donde el cuerpo se expresa en el universo de la gimnasia de los clavados de una piscina hasta donde se recrea minuciosamente el movimiento del agua. Un trabajo de gigantes. No sé si me interesa pero reconozco la labor.
Más interesante y con el mismo enorme trabajo resulta la obra del australiano Dean West, quien debe encontrar en su mundo de isla la resonancia de un gran pintor norteamericano que retrata la soledad norteamericana donde lo individual se pierde en el conjunto social. Con la pintura de Edward Hopper (1882-1967), que fue y es un pintor excepcional y fuera de serie, muestra dentro del realismo exacto a la soledad de un mundo donde la individualidad aísla al ser de cualquier contacto donde quizás, a alguien espera pero nadie llaga. Ese es el único contexto. La espera de la vida ausente, de las horas sin días y las emociones estoicas. Todo acontece sin interpretaciones pero ya en contexto pictórico, la luz juega un poder primordial. Como sí fuera el artista Vermeer busca una luz angular perfecta. Hopper en sus paisajes desolados realiza interpretaciones de una conciencia acostumbrada a una vida plana sin emociones ni sentimientos.
Dean West lo retoma con el truco vigente y visual del que algo de esa realidad se ha convertido en juego de Lego. Mundo que hay que encontrar en el vestido rojo de la señora que se desarma mientras camina. Se trata de un realismo lúdico de la desolación. Donde los mundos sin alma son su objetivo: una estación de tren en la mitad de nada, un motel donde la televisión es la compañía, o donde una madre abandona a su hijo por regar el desierto.
En la plaza de Carulla de la 85 sigue el FotoMuseo. No se lo pierdan.
Las fotos de Mario Arroyave…
…Y las de Dean West