En ese frio invierno de febrero, Nueva York no podía ser diferente a la metrópoli delirante por donde desfilan los grandes del planeta. El joven madrileño de coleta, bluyín y tenis negros, Pablo Iglesias, el líder de Podemos, estaba allí por dos días, para presentar los puntos básicos de su proyecto político. Y no pretendía ser una estrella en el firmamento neoyorquino, pero a decir del Huffington Post fue “seguido por las calles de Nueva York como si fuera una estrella de rock”. Como si se tratara de ese español universal, artista extravagante y provocador de mostacho, capa y bastón en Manhattan. Pablo Iglesias no era Dalí, ni su homónimo fundador del socialismo español, pero era el anónimo profesor de la Facultad de Políticas en la Universidad Complutense de Madrid que en menos de un año asestó un duro golpe al bipartidismo de España, obtuvo más de un millón de votos eligiendo cinco eurodiputados, fue designado secretario general de su partido Podemos en una votación por Internet, y en las elecciones generales del 20 de diciembre del 2015 consolidaría la tercera fuerza política con 69 diputados y 5.189.333 votos detrás del Partido Popular (PP) y pisándole los talones al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Treinta y siete años antes, Javier Iglesias y Luisa Turrión, no hubieran podido imaginar que el hijo al que llamaron Pablo en honor de Pablo Iglesias Posse, estuviera dándole una feroz batalla al PSOE. Este Pablo Iglesias, el de Javier y Luisa, se crió escuchando las historias familiares del tío abuelo materno fusilado en la Guerra Civil Española, del abuelo paterno, comandante del Ejército de la República, con cinco años en prisión y condenado a muerte, y de su padre y su madre —abogada laboralista—, en la militancia clandestina durante el franquismo.
De su niñez queda esa foto a los cinco años, vestido de monaguillo con la pipa Peterson de su padre, las que se fabrican en Irlanda y que son como el Rolls Royce de las pipas. El traje era simplemente un disfraz, Iglesias como su padre, es ateo. Sin embargo, no duda en responder a Vanity Fair cuando le pregunta con quien se identifica: “Hombre, no soy como Jesucristo pero a mí la interpretación que hace Francisco del Evangelio me convence. Creo que ahora mismo Bergoglio y yo estamos en la misma barricada”.
Esa barricada fue la que empezó a construir después de dejar a Verne y Salgari, cuando se fue de Soria con su madre recién divorciada para Madrid al barrio obrero de Vallecas donde a sus 14 años se afilió a Juventudes Comunistas y empezó a devorar a Lenin, Marcuse, Hegel, Allende. Después de obtener el título en Derecho, seguiría su verdadera vocación en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense donde se graduaría con premio extraordinario y donde completaría su ideario de extrema izquierda. Vendrían luego dos másteres, y cursos en Cambridge, California, Suiza. Un currículum enorme como su retórica y su ego, más grande que la madrileña Catedral de la Almudena.
La Facultad de Políticas, en Somosaguas, ha sido la clave en la vida de Iglesias. Allí se hizo profesor, allí fue profesor, y allí se gestó su movimiento político. Sus alumnos aseguran que el catedrático “adoctrina”. Y algunos recuerdan su primeras clases en el 2008 cuando los invitó a subirse a las mesas mientras citaba el parlamento de “Oh capitán, mi capitán” del poema de Walt Witman a Lincoln que hizo parte de un diálogo del fallecido Robin Williams en el film clásico de Peter Weir, El club de los poetas muertos. Luego les dijo: “Cuando uno se sube a la silla siente el poder (…) Cuando la cámara en la película se pone encima de la mesa, los estudiantes tienen el poder, y el profesor es el que está totalmente acongojado”. Y al final: todos los alumnos encima de las mesas siguiendo —sin oposición— al profesor en su acto de rebeldía.
El activismo de Iglesias en la Complu va más allá de las aulas. Se nota, se notaba, en su omnipresencia en los actos de protesta, en las proclamas y en sus acres escritos en la Junta de la Facultad.
Allí hablan de su trato distante y diferenciador hacia los alumnos que no “cuadran” con su estilo. A María de los Ángeles Pérez González, alcadesa del PP en Rudueña, un pueblo cercano a Madrid, la rajó tres veces y le decía con cierta inflexión en la voz “a ver tú, la de las perlas”. Y a una compañera, “a ver tú, rubita”. Anécdotas que le describen como profesor hay a porrillos. Porque Iglesias, para partidarios y detractores, no es del montón.
Allí también, en Somosaguas, se gestó Podemos. En el 2008 un pequeño grupo de profesores creó la Promotora de Pensamiento Crítico, donde dieron forma a sus ideas antisistema los fines de semana en Valsaín, un pueblito de Segovia. En el 2011 fue la epifanía. La tarde del 15 de mayo, como salidos de la nada, miles de ciudadanos llenaron las calles y las plazas de 50 ciudades españolas. Algunos se quedarían allí durante meses, acampados. Habían sido convocados a una manifestación por Democracia Real Ya a través de las redes sociales de Internet. Nadie sospechó lo que se desencadenaría en política.
Tres años después, Podemos era el partido surgido de las brasas del 15-M convertidas en asambleas de barrio o colectivos sociales, con una fuerza inusitada. El grupo de académicos de la Complutense ya no tenía dudas sobre el proyecto político. Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón estaban en lo cierto. Tres meses después lo confirmarían en las elecciones europeas.
Monedero, 51 años, profesor de Teoría Política, fue asesor de Gaspar Llamazares cuando este era coordinador de Izquierda Unida, la tercera fuerza política española. Ínigo Errejón, 30 años, doctor en Ciencia Política, director de campaña de Podemos. Pablo Iglesias, el líder, la cara visible a tal punto que en las papeletas electorales apareció en el espacio reservado al logo del partido. Los de Podemos dicen que eso se llama pragmatismo, porque en los sondeos, solo 7 % conocía al partido y más de 50 % a Pablo.
Por eso también la campaña se llamó Operación Coleta. Porque el de la coleta, el de los debates por televisión, el del verbo avasallador, Pablemos, como dieron en llamarlo, estaba escalando muy rápido en el liderato político. Su discurso de izquierda radical contra lo que llama castas políticas , contra la corrupción, contra las imposiciones económicas de la troika, al estilo de los postulados de campaña de Tsipras en Grecia, fue de este tenor:
Quiero ir a defender en Europa nuestro derecho a elegir las políticas económicas más eficaces para sacar a nuestro país del oscuro túnel en el que nos están encerrando. Quiero promover la democracia como único método para controlar la economía.
La tele fue el as bajo la manga. E Iglesias supo y sabe aprovecharlo. Hoy es tertuliano, como dicen los españoles, en La Tuerka que el mismo emite en directo por el Canal 33, en Fort Apache, de la cadena iraní Hispan TV. Desde mayo del 2013 en el programa El Gato al Agua, de la cadena de derechas Intereconomía, y colaborador habitual en las tertulias de El cascabel al gato (13 TV), La Sexta Noche (La Sexta), Las Mañanas de Cuatro y 24h Noche (24 horas). Llegar a ellas no fue fácil. Increpó, retó, pero llegó. A veces es el único rojo del panel. Pero su verbo como cascada imparable, su capacidad de mantener la calma en los más agrios rifirrafes, y la concienzuda preparación de los temas con un equipo que le sirve de sparring –que hasta le manda datos al aire— le garantizan salir airoso. Por eso todos quieren mantener al de la coleta con acento de Vallecas en el panel.
La Operación Coleta superó todas las expectativas. Antes de la elección, en un asado argentino en la casa de uno de los miembros de la cúpula, los de Podemos apostaron por dos o tres escaños. Cinco, ni soñarlo. Y sí, el 25 de mayo se contarían 1.224.578 sufragios. Y cinco escaños. Podemos era ya la cuarta fuerza política de España. Pablo Iglesias es asediado por los grandes medios y hasta The New York Times le dio su portada del 11 de marzo de este año, convirtiéndolo en el primer español en ocupar este espacio.
Desde el 1 julio de 2014, Pablo Iglesias ocupó su escaño como eurodiputado. Pero mantiene ese look austero que los analistas políticos señalan entre sus fortalezas. Vive en Vallecas en un piso de 60 m² heredado de su tía Ángeles, viste de un barato supermercado on line, le encanta el cocido de su madre, adora a su perra Lola, y renunció a parte de su sueldo de 8000 euros en el europarlamento. Tras terminar su relación de pareja con Tania Sánchez, una diputada de Izquierda Unida, ahora se le ve con Dina Bousselham, marroquí de 25 años nacida en Tánger, que llegó de 18 a España para estudiar Ciencias Políticas en la Complu y jugar fútbol. Ambas cosas ha hecho. Además de haber sido la asistente de Iglesias en Bruselas, habla siete idiomas, tiene dos maestrías, es partidaria de Maduro y Syriza e hincha furibunda del Real Madrid. Alguna discrepancia debería tener con Iglesias que es del Numancia de Soria, de segunda división, y declarado antimadridista.
El 15 de noviembre de 2014, Pablo Iglesias fue proclamado primer secretario general del partido (con 95 311 votos, el 88,6 % de los apoyos) en un acto celebrado en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid. Desde esa posición encaró las elecciones municipales del 24 de mayo. Sin llevar "marca propia". No obstante, un aluvión de “partidos de franquicia” a razón de 90 peticiones por semana —que obligó los funcionarios oficiales a trabajar festivos y doblar turnos para hacer los registros— estuvieron allí con los logos y las consignas de Iglesias, pero no oficialmente porque “Podemos no se presenta a elecciones municipales”. Para las autonómicas que se realizaronn ese mismo día llevaron trece candidatos.
En la dura campaña se mostaron algunos talones de Aquiles de Podemos. Como el caso Monedero con el cobro de 425.000 euros por asesorar a los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador a través de una empresa, y el consiguiene escándalo con impuestos. Y la financiación de la campaña con dineros procedentes de Venezuela, negadas una y otra vez por Podemos mientras se ponía de manifiesto la cercanía con el socialismo bolivariano y se recordaba que Errejón asesoró los gobiernos de Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, y que su tesis doctoral fue La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis discursivo; que Juan Carlos Monedero asesoró durante nueve años a Hugo Chávez, y que Iglesias pasó un mes en Caracas, redactando informes sobre política internacional para el Centro de Estudios Políticos y Sociales del chavismo. Como las luchas internas entre el radicalismo de Monedero y las posiciones más moderadas de Errejón y Carolina Bescansa.
No obstante Podemos pudo cantar victoria el 24-M. Porque las alianzas le dieron las dos joyas de la corona: Madrid y Barcelona con Manuela Carmena y Ada Colau.
En las generales del 20-D otro grito de victoria. Podemos se ha consolidado como la tercera fuerza política y se convierte en actor de primera clase con 69 escaños y 22,6 % de los votos. Las plataformas nacionalistas que lo apoyan-En Comú Podem en Cataluña, Compromís-Podemos-És el Moment en la Comunidad Valenciana y En Marea en Galicia- han contribuido a los buenos resultados con 27 diputados y han permitido que Pablo Iglesias haya asaltado «los cielos» de la izquierda situando a la formación morada muy cerca del PSOE de Pedro Sánchez (90 escaños, 22,02 % de votos) en sufragios, aunque algo más alejada en escaños; una situación inimaginable hace tan solo 16 meses cuando el partido irrumpió de la nada en las elecciones europeas.
Gran fortaleza para Podemos en el juego de las coaliciones que se vienen para formar gobierno. Mariano Rajoy tratará de hacerlo porque el PP sigue siendo el partido más votado con 123 escaños y 28,72 % de los votos, y tiene el muy probable apoyo de Ciudadanos de Albert Rivera (40 escaños, 13,93% de los votos). La izquierda queda a la expectativa para entrar en ese Juego de Tronos del que Iglesias es fanático y que está ahora en su momento más crucial.
Versión actualizada, originalmente publicada 15 mayo de 2015.