Revelando misterios de la fundación de Bogotá y de la Batalla de Boyacá

Revelando misterios de la fundación de Bogotá y de la Batalla de Boyacá

El 7 de agosto debe ser una oportunidad para reflexionar sobre las múltiples dimensiones de la lucha por la independencia...

Por: César Augusto Patiño Trujillo
agosto 26, 2024
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Revelando misterios de la fundación de Bogotá y de la Batalla de Boyacá

Queridos alumnos, maestros, directivos presentes de nuestro querido y respetado colegio EOH. He querido realizar ante ustedes un doble análisis sobre estas dos fechas importantes para el país. Sin embargo, es una propuesta desde una visión decolonial, en otras palabras, a partir de una herramienta pedagógica y crítica que cuestione el conocimiento que a través de la historia se nos ha impuesto, o sea, desde una herramienta que se justifica en la resistencia a aceptar verdades absolutas y unicistas promovidas por la colonialidad y el eurocentrismo.

La fundación de Bogotá, el 6 de agosto de 1538, es una fecha clave en la historia de Colombia, marcada por la llegada del conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada a la sabana de Bogotá y por Sebastián de Belalcázar y Nicollo de Federman. Con ese encuentro se inicia el mito fundacional hispano de nuestra capital. 

La primera estrofa del himno bogotano (con letra de un boyacense y música de un antioqueño paradójicamente) nos recuerda esa visión romántica de dicho mito: “Tres guerreros abrieron tus ojos a una espada, a una cruz, y a un pendón desde entonces no hay miedo en tus lindes ni codicia en tu gran corazón”. Sin embargo, desde esta perspectiva decolonial, los invito a reexaminar esta fecha, reconociendo y valorando la rica y compleja historia de los pueblos indígenas, especialmente la sociedad muisca, que habitaba esta región mucho antes de la llegada de los españoles.

Los muiscas, parte de la gran civilización andina, habían desarrollado una sociedad altamente organizada en la sabana de Bogotá, con avanzados conocimientos en agricultura, astronomía y comercio. Los muiscas vivían en un sistema político de confederaciones bajo la autoridad de caciques, siendo el zipa de Bacatá (hoy Bogotá) y el zaque de Hunza (hoy Tunja) las figuras de mayor poder. Su economía se basaba en el cultivo de maíz, papa, ahuyama, calabaza, tubérculos y otros productos, así como en la minería y el comercio de esmeraldas, sal y oro. Además, tenían una profunda conexión espiritual con su territorio, que se reflejaba en su cosmovisión y prácticas rituales.

La llegada de Jiménez de Quesada y sus tropas en 1538 trajo consigo la conquista y la imposición de un nuevo orden colonial. La fundación de Bogotá, que los españoles llamaron inicialmente Nuestra Señora de la Esperanza, por medio de una fundación en el actual Chorro de Quevedo, el 6 de agosto de ese año, se convierte en la fecha hispana de la fundación, ya que, los españoles la ocupan a nombre del rey español Carlos V, aunque su fundación jurídica, se dio el 27 de abril de 1539, tomando el nombre de Santa Fe, lo significó la destrucción de las estructuras políticas y sociales de los muiscas. Los conquistadores sometieron a los indígenas a la encomienda y otras formas de explotación, imponiendo su religión, idioma y cultura.

Los conocimientos y saberes ancestrales de los muiscas fueron en gran medida ignorados o subvalorados por los colonizadores. En la página del Archivo de Bogotá, explican sobre la fundación que: “Después de someter a los nativos y tomar sus tesoros, Gonzalo Jiménez de Quesada decidió fundar la villa de Santafé de Bogotá. Para ello, dos de sus hombres escogieron a Thybzaquillo (Teusaquillo), sitio de recreo al que se retiraba el Zipa en invierno, cuando arreciaban las lluvias y el agua ocupaba parte de la sabana. El

 lugar tenía abundante agua de los riachuelos Vicachá (San Francisco) y San Agustín (conocida también como Manzanares) y además existía piedra, arena, leña y un clima sano”, en ese orden de ideas, Jiménez de Quesada, “hizo el trazado de la ciudad como parte del proceso de fundación.

Se decide entonces hacer el trazado de una manzana entre los ríos San Agustín y San Francisco y se trazó la ciudad en cuadrículas, en cuyo centro quedó la plaza mayor; luego se dispusieron las demás manzanas y se determinaron los solares que se entregaban a la gente principal. Luis Horacio López Domínguez, antropólogo, miembro de la Academia de Historia de Bogotá y académico secretario de la Academia Colombiana de Historia, asegura que Jiménez de Quesada hizo una fundación sin los formalismos de ley que exigía el rey.  Pero, en 1539, cuando llegaron Sebastián de Belalcázar por el sur y Nicolás de Federmán por el oriente, realizaron el ritual formal” (Tomado de la Pagina del Archivo de Bogotá).

Desde una perspectiva decolonial, es fundamental reconocer que la fundación de Bogotá no fue un inicio, sino una continuación de la historia de un territorio que ya estaba habitado por una sociedad sofisticada y vibrante. Esta visión nos permite cuestionar las narrativas eurocéntricas que han dominado la historiografía oficial, las cuales tienden a glorificar la conquista y la colonización, minimizando las contribuciones y la agencia de los pueblos indígenas.

Es también esencial entender que la historia de la fundación de Bogotá y la conquista no debe ser vista únicamente como un evento del pasado, sino como un proceso con repercusiones profundas y duraderas en la sociedad colombiana contemporánea. Las estructuras de poder, exclusión y desigualdad que se establecieron durante el periodo colonial siguen presentes en diversas formas hoy en día. La marginación y discriminación de las comunidades indígenas y afrodescendientes, la desigual distribución de la tierra y la riqueza, y la persistencia de una mentalidad colonial en muchos aspectos de la vida social y política son algunos ejemplos de estas continuidades.

Reconocer la importancia de la sociedad muisca y su legado es un paso crucial hacia la construcción de una historia más inclusiva y representativa. Esto implica no solo un cambio en la forma en que enseñamos y entendemos la historia, sino también un compromiso con la justicia histórica y la reparación. Las políticas de reconocimiento de los derechos territoriales, culturales y políticos de los pueblos indígenas son esenciales para avanzar hacia una verdadera decolonización.

Por esta razón la denominada fundación de Bogotá el 6 de agosto de 1538 (aunque haya una en 1539 y su ratificación en 1541) debe ser comprendida en el contexto más amplio de la historia de la sabana de Bogotá y la sociedad muisca. Desde la decolonialidad, esta fecha nos invita a reflexionar sobre las continuidades y rupturas que caracterizan nuestra historia, reconociendo las contribuciones y la resistencia de los pueblos indígenas. Solo a través de una mirada crítica y consciente de nuestro pasado podemos construir un futuro más justo y equitativo para todos los colombianos, honrando verdaderamente la riqueza y diversidad de nuestra herencia cultural.

Frente a la Batalla de Boyacá.

El 7 de agosto de 1819, día de la Batalla de Boyacá, es una de las fechas más trascendentales en la historia de Colombia y América Latina. Manteniendo la lectura desde la decolonialidad, esta fecha adquiere una relevancia profunda, no solo por la victoria militar que aseguró la independencia de la Nueva Granada (actual Colombia), sino también por lo que representa en términos de lucha contra las estructuras de poder colonial y la construcción de una nueva identidad nacional.

La Batalla de Boyacá, liderada por Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y José Antonio de Anzoátegui, marcó la derrota definitiva del ejército realista español en el territorio de la Nueva Granada. Este triunfo fue esencial para consolidar la independencia no solo de Colombia, sino también de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Perú.  Sin embargo, la narrativa tradicional tiende a glorificar las figuras de Bolívar y otros líderes criollos, mientras que las contribuciones de los soldados rasos, muchos de ellos indígenas, afrodescendientes, mujeres campesinos, quedan en gran medida invisibilizadas.

Lo anterior, nos obliga a reevaluar estas narrativas y reconocer que la independencia fue un esfuerzo colectivo que involucró a diversos grupos sociales con sus propias motivaciones y aspiraciones. Los pueblos indígenas, por ejemplo, participaron activamente en la lucha, no solo con la esperanza de liberarse del yugo español, sino también con el deseo de recuperar sus tierras y autonomía. De igual manera, los afrodescendientes, muchos de los cuales habían sido esclavizados, vieron en la lucha independentista una oportunidad para alcanzar la libertad y la igualdad.

Nada más lejano a la realidad, las castas excluidas siguieron sufriendo la expoliación de sus tierras y la esclavitud. Las estructuras de explotación colonial seguían incólumes En ocasiones, empeoraron sus condiciones frente al amo que los había usado para su beneficio y en nada se les había retribuido por su loable labor en la guerra, de la que fueron cruciales para alcanzar el objetivo final, la emancipación definitiva de España. Por esta razón, en el sur del país, hombres como el indio Agustín Agualongo y las guerrillas del Patía, mantuvieron su lealtad al rey hasta el final. Agualongo, ascendido a general por el rey Fernando VII, morirá en 1821 fusilado por los patriotas y fiel a su amado rey.

La Batalla de Boyacá simboliza, entonces, no solo la ruptura con el poder colonial español, sino también una lucha inacabada por una verdadera emancipación. Es fundamental, reconocer que la independencia no fue un punto final, sino el inicio de un largo proceso de construcción de una nación más justa e inclusiva. Este proceso requiere la participación de todos los sectores de la sociedad y el reconocimiento de sus derechos y contribuciones.

Además, es importante situar el 7 de agosto de 1819 en el contexto más amplio de las luchas de independencia en América Latina. Otros eventos, como la Batalla de Carabobo en Venezuela (24 de junio de 1821) y la Batalla de Pichincha en Ecuador (24 de mayo de 1822), también fueron cruciales para la liberación del continente. Estas batallas, junto con Boyacá, formaron parte de un movimiento continental que buscaba no solo la independencia política, sino también la construcción de una nueva identidad libre de las imposiciones coloniales.

Por tanto, conmemorar el 7 de agosto debe ir más allá de la simple celebración de una victoria militar. Debe ser una oportunidad para reflexionar sobre las múltiples dimensiones de la lucha por la independencia y las continuidades de las estructuras de poder que aún persisten. Es necesario reconocer las contribuciones de todos los actores involucrados y cuestionar las narrativas hegemónicas que han dominado la historiografía oficial.

 ADENDA:

La también muy histórica fecha fundacional de la ciudad de Tunja, capital de Boyacá, debe ser recordada con el mismo cariño por las nuevas generaciones. Un año más joven que Bogotá, fue fundada el 6 de agosto de 1539 por Gonzalo Suárez Rendón. Ciudad erigida encima de la ciudad muisca de Hunza, es Tunja la hermana, la émula de la capital. La capital del actual departamento de Boyacá puede ser calificada sin ninguna duda, como Cuna Taller de nuestra Libertad.

También saludamos otro gran evento emancipador en un 6 de agosto de 1824, pues se conmemora el Bicentenario de la Batalla de Junín e Independencia absoluta del Perú.  la Batalla de Junín fue una de las últimas que se dieron en las llamadas luchas emancipatorias bolivarianas y que será el puntal para la liberación definitiva de las actuales repúblicas de Bolivia y Perú. En la Pampa de Junín o Meseta de Bombón las tropas colombianas y peruanas se enfrentaron al Imperio español liderado por José de Canterac. Hombres como Rázuri, La Mar, Córdova, Sucre, liderados por el Comandante en Jefe, Libertador Bolívar dieron uno de los últimos golpes a sus adversarios.

POR ESA RAZÓN, ¡QUÉ VIVA EL 6 Y 7 DE AGOSTO EN TONO DECOLONIAL

Este documento fue leído en la izada de Bandera del 8 de agosto de este año ante los estudiantes del colegio Enrique Olaya Herrera IED. Un evento que tuvo como objetivo conmemorar dos fechas desde una perspectiva diferente. Así recuperamos la historia de Colombia en los colegios públicos. El EOH, como le llamamos a nuestra institución, está haciendo la tarea.

REFERENCIA:

Archivo Digital de Bogotá. Consultado el 6 de agosto de 2024

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Nota Ciudadana
La paradoja del éxito

La paradoja del éxito

Nota Ciudadana
Una idea del subdesarrollo en América Latina

Una idea del subdesarrollo en América Latina

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--