Soy, (bueno a decir verdad, era) un enamorado de la radio. Era mi refugio en cualquier hora de ocio, en el cual reía, me actualizaba con lo que sucedía en el mundo, hasta me transportaba al mundo de los recuerdos, y gozaba escuchando la música que me agradaba. ¡Pero me divorcié de la radio! Si, me divorcié.
La radio colombiana ha caído en decadencia, (por lo menos la que he logrado escuchar). Muchas veces siento pena ajena al escuchar en muchas emisoras de radio la intervención de locutores que consideran que hablando barbaridades, frases estridentes, de doble sentido y faltando a la moral pública, con apologías a la drogas, y utilizando jerga de delincuentes, al sexo explícito, pueden llegar a calar en el gusto de la gente. No dudo que tienen su audiencia que les festeja y hasta participa de estas transmisiones radiales prestándose hasta para la autoburla y ridiculización propia, pero los indignados (para utilizar una palabra de moda) con estas transmisiones somos más.
Recuerdo que en un tiempo no muy lejano existían locutores que eran figuras públicas muy populares conocidas por su audiencia; decentes, muy cultos, con gran argumentación en sus intervenciones, cosa que no sucede hoy día con muchos locutores, pues parecen más bien influenciados por la música, al parecerse a animadores con influencias reggaetoneras, salvo a ligeras excepciones de profesionales frente al micrófono. Estoy por creer que a los administradores de las emisoras les interesara más una voz sonora que el contenido que estas voces emitan; o solo se limitan a ser arrendadoras de espacios en las estaciones de radio, sin control ético en sus contenidos. Muchas veces me surge una pregunta: ¿ese es el contenido que deseamos escuchen nuestros hijos? No creo, en mi casa la radio está censurada la radio, no sintonizo programa de variedades alguno en FM.
En un intento propio por comprender el uso de estas jergas, frases y palabrotas disonantes en la radio, presumo que van dirigidos a una gran porción de los oyentes que posiblemente se identifican y expresan de la misma forma que ellos, pero estos “comunicadores” no se percatan del daño que le hacen al idioma, y de la indignación que producen en los demás oyentes, mejor educados.
La “chabacanería” reinante en nuestra radio, es un medio empobrecedor, que no aporta nada a la formación intelectual del oyente, y que muchos “seudosperiodistas” y locutores de la radio se han equivocado creyendo que el facilismo, la recocha, el relajo, la burla, el irrespeto, y la apología a lo no sano hacen parte de la formación y la educación que debe hacer la radio a sus escuchas, logrando efectos contrarios a este loable objetivo.
Por profilaxis de nuestros cerebros, oídos, conmino a no escuchar este tipo de radio, porque indirectamente nuestros hijos lo harán, y copiaran estos estereotipos del lenguaje que estos señores utilizan, y en sus oídos resonarán las apologías al sexo, drogas y al facilismo de las cosas, y actuarán en ellos como formadores de modelos de vida, modelos lingüísticos, etc., pero que carecen de la ética profesional.
Esto sin tener en cuenta alguna pregunta sobre el significado de esas palabras que cualquier niño puede hacernos.
Los actores del los medios radiales tienen que tener respeto por el lenguaje y las buenas costumbres; la falta de ellos hace que nuestras radio sea la caja de resonancia de los iletrados, de los menos cultos; hecha por contaminadores lingüísticos, los deformadores de palabras, de la imprecisión de vocabularios, de la vaguedad en la expresión, de la chabacanería, de la ridiculez, de lo ruin.
¡Qué pena!
