Política colombiana: reencauchando diablos

Política colombiana: reencauchando diablos

Si algo saben los políticos de derecha es la eficiencia del diablo para autodesaparecerse, infiltrarse y manipular desde adentro a las filas de sus enemigos

Por: Omar Orlando Tovar Troches
agosto 12, 2024
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Política colombiana: reencauchando diablos

“El mejor truco del diablo es convencerte de que no existe.”
Charles Baudelaire (1) 

Si de algo saben los políticos tradicionales de derecha y sus aliados, los autonombrados de centro es de poner en práctica de manera refinada y muy variada el verso de Baudelaire referido a la eficiencia del diablo para autodesaparecerse, infiltrarse y manipular desde adentro, a las filas de sus enemigos. 

La Tercera Vía;  una “novedosa” alternativa política que supuestamente recogería lo bueno de la derecha y de la izquierda,  como un  intento de reacomodo del capitalismo ante los fracasos sociales de sus postulados, que, abanderado por Anthony Giddens, Tony Blair e, incluso, Juan Manuel Santos ha sido uno de los trampolines ideológicos desde los que, los saltimbanquis y prestidigitadores de la política, brincan de aquí para allá buscando mejor puesto en la repartija de cargos, contratos o coimas, cuando sus aliados temporales ganan las elecciones. 

El camaleonismo político, ejercido con maestría, es otro de los trucos de los nuevos-viejos diablos electorales. Tomando como sustento el discurso de la Tercera Vía, estos nuevos y multicolores progresistas prometen a los incautos y desinformados seguidores (de ellos) la solución a los problemas que, sin querer queriendo, ellos mismo ayudaron a causar o frente a los que nada hicieron, por estar situados en el punto medio entre el bien y el mal. 

Para ayudar a construir un paraíso de prosperidad para todos, reconciliación y eterna amistad en un marco social  inmaculado, donde todos son buenos y nadie es mal pensado; los tercera vía, los (las) del medio, los casi-progresistas, los derechistas reformados y uno que otro zurdo arrepentido procuran embaucar a los despistados que ven en estos elocuentes personajes a  unos serviciales, pero, sobre todo, muy eficientes lideres (as) a la hora de buscar la solución a males cotidianos como las excesivas cuentas de los servicios públicos domiciliarios, el pago injusto de peajes, la gestión ante el (la) alcalde (sa) para la pavimentadita de mi calle, la adecuación de la canchita de nuestro barrio o la entrega de las divisas deportivas para tal o cual quipo nuestro; campos en los que estos pequeños y pequeñas mesías tienen reconocida experticia. 

En el colmo de la desfachatez, aplauden a rabiar inauguraciones y discursos de políticos de todas las orillas, van a sus reuniones y, de vez en cuando, hasta hacen marchas para protestar (¿?).  Los del medio, creen rotundamente en una especie de diplomacia servil, en la que es mejor no criticar a nadie y ser gentil con todas las candidaturas y mandatos porque “uno(a) nunca sabe...”; una eficaz fórmula que les permite transitar gobiernos y gobiernos (de un lado y del otro), independientemente de cómo les haya ido, porque lo de ellos es el servicio a la comunidad, así las burradas que dejan hacer por quien esté en el gobierno que hayan apoyado, perjudiquen a esas mismas comunidades a las que cada 2 o 4 años dicen defender desde un proyecto progresista amplio que ellos (ellas) siempre están ayudando a construir, en donde quepan todos, incluso redomados corruptos o sospechosos de serlo. 

Efectivamente, su truco es hacerse invisibles, no figurar, estar tras bambalinas, no frentear, lo de estos nuevos-viejos diablos de la política es su servicio de gurú, su disponibilidad para ser eternos asesores o asesoras, su habilidad para estar ubicados por fuera del poder, así sus contratos digan lo contrario; porque estas buenas personas de centro, con discurso zurdo y de complicidad con la derecha se creen poseedores de la verdad sobre estrategia política y sobre el quehacer administrativo (¡No ve que ellas (os) siempre han estado en todos los gobiernos!), razón por la cual se vuelven creíbles, convirtiéndolos en fichas claves para infiltrarse en cualquier tipo de propuesta verdaderamente alternativa que pueda poner a tambalear a sus socios de toda la vida en el poder.  

Así es, descreen en las etiquetas de izquierda y derecha, afirman con contundencia que eso de estar señalando la corruptela y el error administrativo “polariza” y que lo importante es que miremos adelante y que lo pasado: pasado; borrón y cuenta nueva; porque ellas (os) si entienden lo que quiere decir el político exitoso de turno (de derecha o de izquierda) y lo que dicen es que hay que hacernos pasito y que tranquilos que para todos hay, sobre todo para ellos y sus amiguitos cercanos (los de siempre). 

Baudelaire siempre ha tenido la razón, el mejor truco del diablo es hacernos creer que no existe. Estos artistas del camaleonismo político siempre lo han sabido, por eso se atreven a intentar en cada nueva elección, su eterno y convincente discurso de que los malos políticos no existen, que todos son bien intencionados, sino que son de malas y la culpa es de otros y que, por lo tanto; tienen el sagrado derecho del reencauche eterno. Amén. 

 (1)  Las Flores del mal. (1857)

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