En esta ocasión simplemente comparto una breve historia y algunas preguntas al final de esta nota; en otras palabras pido su escucha para un relato cotidiano, asociado a nuestros dramas sociales más comunes:
Su casa quedaba sobre la esquina del parque; al lado desde siempre hubo una banca en la cual se sentaban ocasionalmente en las tardes algunas personas a fumar o simplemente a conversar. Laura había incorporado la situación, en su familia nadie consumía alucinógenos, pero para ninguno era un problema ese rasgo cotidiano que en ocasiones entraba vuelto un humear oloroso por las ventanas. En el último tiempo el movimiento comenzó a volverse más radical y los olores aromatizaban todas las habitaciones; el ambiente se puso incómodo para el hogar; ya no eran los dos chicos vecinos que a veces se parchaban, sino que otros jóvenes hombres y mujeres del sector comenzaron a llenar la banca de la esquina y a producir bullas, risas, gritos, y sobre todo un olor penetrante y sostenido que invadía todo el espacio en cualquier momento del día o de la noche.
En algunas ocasiones Laura salió a la puerta a pedir que le bajaran al consumo y a la bulla de la conversa, pero aunque siempre tuvo respuestas respetuosas y bajadas de mirada ante su reclamo, nunca logró en los últimos meses mermarle la intensidad al humito. Un día se decidió a entender bien qué estaba pasando, se hizo al lado de la ventana a ver qué era lo que sucedía y quiénes eran los que compartían en la esquina; se dio a la tarea de ver y oír, esto fue lo que resultó:
- Oiga parce, están buscando a la chinga esa que se fue en mula para el partido en Ecuador y no ha regresado.
- Um, marica cuándo aparecerá el parcerito, ojalá no le pase nada; bueno por lo menos ahora lo están buscando desde la casa y no lo están echando a que duerma en el parque como siempre; oiga parce, ¡prendamos uno!
Así comenzó la tarde, con dos amigos hablando de un tercero ausente…
- Epa las pintas, yo llegando con tremenda gorobeta, hoy trabajé todo el día, pero no tenía pal almuerzo hermano.
- Uy papi cuídese mijo, toca almorzar porque se va a desaparecer y perdemos el diez del equipo, tome le presto para una gasimba y una parva…
- Uy papi rebien, me puso a vivir, pero sabe qué, antes venga ¡prendamos esto! que me está esperando desde la mañana…
Ya era la segunda faena, ahora con tres humeantes, dos de los cuales repetían dosis y reían sin parar. Después llegó una litro y medio y panes de bolsa; se vino un rato de silencio, enseguida llegaron dos jóvenes con morrales e instrumentos terciados en el dorso…
- Uy todas bañadas este par, ¿dónde es el toque hoy?
- No pues vamos solo a ensayo, pero si, hoy tocó baño…
- Hum, además es para preparar una presentación para el sábado, eso me pone cabezona;, vea yo tengo esto que me queda ¡prendámoslo! para irme relajada.
- Hágale pues que yo también tengo un líchigo y nos vamos prendas.
Ya eran las seis de la tarde, había pasado una hora e iban cuatro rondas, todo era muy bulloso pero relajado, pura risa, recocha, la reunión era una fiesta en medio de relatos fragmentados sobre presiones personales de cada quien, de las que se hablaba en lenguaje lento. De pronto apareció una persona ajena al barrio y terminó la faena.
- Oigan ¿tienen un cigarrillo muchachos?
- Eh, vean este, qué ¿nos vio cara de marihuaneros o qué?
- No, nada, es que ando buscando y pensé…
- Nada parce, aquí no se aceptan esas cosas, mejor yo me abro, abrace parce.
El grupo se diluyó; Laura también se fue pensando en los muchachos, se escuchaban solidarios, tenían gustos y pasiones compartidas, trabajaban aunque no tenían buena remuneración, buscaban hacer deporte, arte, y reían en la banca de sus propias situaciones y limitaciones; el humo que crecía en los últimos meses, acompañado de otros consumos y sustancias, era solo un síntoma más de las tensiones del entorno. La noche se posicionó sobre el parque, el olor de las cocinas del vecindario disipó los humos del encuentro; el lugar quedó solo por escasos dos minutos y ya entró un nuevo grupo de personas distintas que inició otra ronda de ¡prendamos uno!…
Si llegaste al final del relato te comparto breves preguntas para pensar el complejo escenario de uso indebido y abuso de drogas en nuestras ciudades, más allá de miradas estigmatizantes: ¿Qué hacen las autoridades concretamente para afrontar el aumento de la oferta de psicoactivos en las ciudades?, ¿Qué alternativas estamos generando para los miles de jóvenes que no tienen ni estudio, ni trabajo, ni escucha y habitan las orillas urbanas, sometidos a un régimen de abuso de sustancias que los aísla y victimiza aún más?, ¿Cómo hacemos para abordar estas situaciones de salud con sensibilidad y respeto por todas las personas, sin caer en falsas guerras que deshumanizan nuestras calles?