En estos días de tanta innovación tecnológica es fácil perder la noción de lo que está bien y lo que está mal. Esto se refleja en los jóvenes de hoy que viven conectados a un mundo virtual donde prácticamente todo se puede hacer de manera fácil, rápida y divertida. Si se hace algo equivocado las consecuencias son pocas y, sobre todo, pasajeras. Los videojuegos muestran una realidad entretenida, atractiva pero agresiva y con alta posibilidad adictiva. Esto es lo que experimenta esta generación: Una realidad virtual que ellos manejan a su antojo. Viven conectados y no tienen consciencia de la convivencia en la vida real, y mucho menos del impacto que ellos pueden tener en la vida de los otros.
Los niños de hoy no toleran mucho los errores de los demás y tienden a una búsqueda continua de la gratificación inmediata, de ahí que hoy en día veamos más jóvenes y niños con problemas psicológicos de todo tipo.
Desafortunadamente los niños de hoy están muy empoderados, maduran antes de tiempo, se sienten que “todo lo pueden” y crecen de manera silvestre, guiados más por la tecnología y sus amigos que por sus padres. Estudios científicos han demostrado que la capacidad de reflexión y la creatividad han disminuido notoriamente. La reflexión implica dedicarle un tiempo a pensar en lo que se hace o se ha hecho, cómo me porto, qué hago bien y cómo puedo mejorar. Sin reflexión se habla sin pensar y se actúa sin medir las consecuencias. Entre más exposición a la tecnología, menos tiempo y capacidad para la reflexión y la creatividad, volviendo a los niños impulsivos y sin criterio para evaluar su comportamiento y el de los demás.
Por otro lado, se ve que hay más agresión, reflejada en el aumento del bullying, pues todo lo que moleste o estorbe se ataca y se saca del paso. Nuestros jóvenes y niños se limitan a imitar lo que ven en las pantallas, que generalmente son juegos e información bastante violenta. Además de esto, no hay modelos positivos fuertes que resulten atractivos y que les enseñen los valores esenciales como el respeto, la honestidad, la generosidad y la empatía. Si bien el colegio aporta información y enseña sobre valores, es deber de los padres inculcarlos, se necesita que los padres enseñen y modelen valores positivos a sus hijos, pues solo se aprende cuando existe un vínculo afectivo.
Los niños también deben estar expuestos a aprender sobre sus emociones y las de los demás, a desarrollar empatía y lograr, de esta forma, una sana comunicación con los demás.
Una educación excelente es aquella que no abarca únicamente lo académico sino también lo afectivo, lo social y lo ético. Queremos no solo buenos estudiantes, sino buenos seres humanos
Una educación excelente es aquella que no abarca únicamente lo académico sino también lo afectivo, lo social y lo ético. Queremos no solo buenos estudiantes, sino buenos seres humanos, seres que aporten a la sociedad. Una educación completa para tener éxito en estos tiempos, debe hacer énfasis en el desarrollo del pensamiento crítico (la información está en internet), la colaboración, el compromiso, el criterio, la creatividad, la compasión y la buena comunicación. La revolución tecnológica no está permitiendo que esta generación “Z” (como la llaman) salga adelante pues el abuso de la tecnología irrumpe estos procesos.
Es obvio que se vive en una crisis de valores donde el egoísta, el deshonesto y el irrespetuoso, se salen con la suya. ¡Esto no debe ser así! Los padres deben enseñar de manera explícita y clara los valores positivos, así como los colegios deben darle la importancia que se debe a estos valores, teniendo un programa parecido al académico que se dedique a enseñarlos y a aplicarlos. Los jóvenes tienen que bajarle a la tecnología, los padres tienen que fortalecerse y los colegios necesitan material didáctico más interesante. Es un reto el que se tiene por delante y aunque el cambio es difícil, no es imposible. Debemos aprender a manejar la tecnología para no permitir que se vuelva un gigante que nos robe la tranquilidad y la sanidad mental. ¡Hay que unir fuerzas! Esto es responsabilidad de todos los adultos, formadores de la sociedad en general. ¡Si se quiere, se puede!