Las guerras por la democracia
Opinión

Las guerras por la democracia

EE. UU. no tiene amigos sino intereses, más aún no defiende principios sino lo que proclamaron como el ‘destino manifiesto ‘a ser el poder hegemónico

Por:
agosto 07, 2024
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Un reciente artículo de Juan Esteban Constain en El Tiempo llama la atención sobre el significado de ‘democracia’ apelando a los términos del diccionario de María Moliner.

Ella distingue entre democracia liberal y democracia popular, atribuyéndoles la característica de ser sistemas de gobierno, pero omite la razón de ser o el objetivo que en principio ellos buscan, limitándose a describir su alineamiento geopolítico, el uno con Occidente por el sistema de elecciones y el otro con los regímenes soviéticos (el diccionario es de 30 años antes de la desaparición de la Unión Soviética).

Así se desfigura el sentido etimológico que acompañó el teleológico como objetivo de un gobierno de dispersar el poder y la riqueza entre todo el pueblo. Dejó de tener el valor de un propósito para limitarse a un conjunto mecánico de reglas para la operación de un Estado.

Hoy en día lo que se refiere a la segunda clase la reivindica directamente Putin quien la reclama como ‘democracia soberana’ para enfatizar que tiene los verdaderos objetivos de una democracia y que acepta en principio los formalismos de lo que como régimen político se ha identificado (elecciones, etc.), pero que no está sometida a la aprobación de poderes externos (implícitamente de los EE. UU. y sus aliados que acuden al símil que hizo algún periodista diciendo que esa versión de ‘soberana’ es a la conocida como ‘liberal’ como es una camisa de fuerza a una camisa ordinaria).

Lo que se constata hoy en día es que la ‘defensa de la democracia’ tomó el carácter de un fundamentalismo más agresivo que los religiosos, y a su nombre EE. UU. desata o participa en guerras (directamente o por actores intermedios) para imponer ese su modelo en todo el mundo. En otras palabras, define como enemigo a quien no acepta esa modalidad de régimen político.

A nombre de esa defensa de lo que vende como un valor superior de la humanidad, asume el derecho a intervenir en cualquier parte del mundo donde tiene intereses y omite esa defensa donde le conviene que no le importe (por ejemplo, en los regímenes dictatoriales latinoamericanos o en las autocracias de Arabia y los Emiratos). Se corrobora que como dijo el secretario de Estado de Eisenhower, John Foster Dulles, EE. UU. no tiene amigos sino intereses, pero aún más que no defiende principios sino lo que proclamaron como el ‘destino manifiesto ‘a ser el poder hegemónico.


No existe una guerra en la cual no aparezca la intervención americana Vietnam, Afganistán, Libia, Siria, todas las primaveras árabes, y hoy Ucrania, Gaza etc.


No existe una guerra en la cual no aparezca la intervención americana Vietnam, Afganistán, Libia, Siria, todas las primaveras árabes, y hoy Ucrania, Gaza etc. Eso sin tener en cuenta las guerras que adelanta en forma de ‘sanciones’ o ‘intervenciones’ contra todos los países que no califican como sumisos ante sus ojos.

En últimas acaba apareciendo el objetivo de la defensa de las democracias como el origen de más guerras y más conflictos armados en el mundo. Y Estados Unidos el adalid de esta ‘defensa’, lo impulsa con justificación para impulsar sus intereses en el mundo,

Hoy define como su máximo enemigo, o sea China, a quien señala como el gran peligro para la supervivencia de la democracia. Esto porque le empieza a competir por la supremacía universal.  Contrasta eso con el comportamiento de aquel porque lo hace sin promover ni participar en guerras o intentando imponer su modelo de régimen por la vía armada o a las malas.

Es difícil que quienes son dueños de alguna forma de poder acepten que se les limite. Y sea a nivel interno de los países o a nivel geopolítico, Estados Unidos resulta ser el dueño de la interpretación de cuando una ‘democracia’ es buena o cuando es mala. ¿Cuántas guerras más nos costará ‘defender la democracia’?

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