Galimatías: de cromosomas y pronombres
Opinión

Galimatías: de cromosomas y pronombres

Estamos enredados entre Dawkins y Butler. Y no lo superaremos si no somos capaces de admitir que el reduccionismo nos esclaviza y nos hace más tont@s y arrogantes

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agosto 06, 2024
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Él, macho humano, porta el par de cromosomas sexuales XY en su cariotipo, tiene un atributo, un marcador biológico imborrable en su genotipo. Además, también desde el punto de vista biológico, tiene un DSD, - (Disorder of Sex Development) por sus siglas en inglés y se traduce Desorden del desarrollo sexual-.  Al nacimiento mostró unos genitales ambiguos interpretados como de niña y le fue ASIGNADA una identidad sexual y de género femenina. Muy probablemente por el lugar de nacimiento y la precariedad en los servicios de salud o vaya a saber una qué otros factores incidieron, no se investigó el porqué de sus genitales anómalos y se cerró la duda con la asignación establecida.

Ella, reconocida mujer en su nombre, pasaporte y crianza, argelina-árabe, no blanca, nacida pobre y de pueblo, tenía muchas habilidades para los deportes. Al crecer, en la pubertad, sus hormonas masculinas hicieron predominar sus características sexuales secundarias de varón pero ya tenía ella una identidad que no cambió a pesar de que su cuerpo sí cambió. Optó libremente, era su derecho. Muy bueno en box, participó como mujer hasta cuando hicieron un examen cromosómico y se develó su identidad sexual masculina.

Estamos hablando de la misma persona y es famosa porque ha vuelto a poner sobre la mesa, con su participación en los Juegos Olímpicos de París, las dificultades que la humanidad tiene en este momento para conciliar dos posiciones que aparentan ser extremas, pero que en el fondo lo que reflejan es la ruptura de un modelo binario de pensamiento. Expresan la necesidad urgente que tenemos de adoptar un modelo más complejo que sea capaz de pensar en múltiples dimensiones al tiempo y, que además, sea capaz de combinarlas, sopesarlas, relacionarlas según el momento y la necesidad, valorarlas en distintos ámbitos (el individual, familiar, comunitario, social), y a pesar de los prejuicios propios y ajenos, ser capaces de analizarlas políticamente, es decir desde lo que significan en términos de poder.

Ella, así la llamo por respeto porque así se ha nombrado y se reconoce -en todo su derecho está-, tiene uno de los 40 desórdenes del desarrollo sexual descritos hasta ahora, el 5 ARD, que hace que su cariotipo (genotipo - su mapa cromosómico, lo que está escrito en sus genes) y su apariencia (fenotipo – características físicas, lo que está expresado en sus formas) no coincidan. Él, así lo llamo por su pertenencia inexorable al sexo masculino, es un macho humano sin lugar a duda, nos hace reconocer que la disputa polar entre natura y cultura continúa. Estamos enredados entre Richard Dawkins y Judith Butler. Y no lo vamos a superar mientras no seamos capaces de admitir que cualquier reduccionismo nos esclaviza y nos hace más tont@s y arrogantes a la hora de facilitar el bien, para todas las personas y los pueblos.

¿Por qué hablo de reduccionismo? Voy a poner un ejemplo. Los DSD, trastornos del desarrollo sexual durante el período embrionario y fetal, desde hace tiempo se conocen en medicina, se han estudiado concienzudamente y con rigor científico y sensibilidad.

Recuerdo en la vida académica el trabajo del grupo de Trastornos Intersexuales en una época en la que la interseccionalidad, una manera muy elegante de aludir al pensamiento complejo, no existía como directriz para una buena práctica clínica. Así que en medicina se ayudaba a encajar -entrar en lo normativo, lo que se consideraba lo normal-, y para esos tiempos se consideraba ético y apropiado. Se reducían las opciones porque las fuerzas sociales dictaminaban el deber ser binario. Y los esfuerzos quirúrgicos y hormonales se orientaban a ajustar el biotipo, (no la genética) para que no sufriera con la ambigüedad sexual.

Llegaron los esfuerzos de grupos científicos y sociales por la diversidad y la inclusión, empezaron a complejizarse los enfoques y los que se consideraban trastornos o desórdenes, ahora se consideran diferencias. DSD: Diferencias del desarrollo sexual. Como el uso del lenguaje es el primero que advierte el advenimiento de los cambios sociales, esta nueva acepción de los DSD debe ser tomada con la seriedad que se merece y llamarnos a perspectivas más amplias. ¿Por qué entonces si reconocemos la diferencia con ahínco incluyente, se mantienen las categorías binarias y las diferencias de las mujeres, hembras humanas, no se respetan? He ahí el quid. Porque somos consideradas inferiores. Una categoría anexa donde cabe cualquiera al que se le ocurra que es mujer sin consideración con las variables biológicas que también están ahí aunque no les gusten o las tergiversen a su amaño. Apenas una costilla. Se puede arrimar, borrar como si nada.

Por qué me detengo en un solo caso, un/una atleta, boxeador/boxeadora, en una gesta mundial que convoca a la élite deportiva, podrían decir quienes quieren que nada cambie, o también podrían cuestionar quienes quieren que todo cambie. Porque el dimorfismo sexual es tan importante como el multimorfismo cultural y desafortunadamente aún no encontramos la bondad del encuentro entre las dos realidades inexorables de los seres humanos. Somos natura y cultura al mismo tiempo, para ciertas dimensiones de la vida humana será el dimorfismo el que determine su acontecer, y para otras será el multimorfismo el que condicione el devenir. De los cromosomas a los pronombres hay un largo y valioso recorrido que nos está obligando a pensar y a cuestionar lo clásico y lo actual, lo rígido que tienen las posturas reduccionistas binarias (lo godo y lo woke), y lo desafiante de lo humano.

Planteo entonces para terminar mis observaciones alrededor de este caso emblemático, cómo nos tragó el reduccionismo ignorante:

Si él/ella/elle, repito, según el lente desde el cuál se mire, compite en una categoría femenina, pone en desventaja a las mujeres y es injusto con nosotras. Está demostrada la biomecánica superior de los varones sobre la de las mujeres. En una categoría masculina no compite porque seguramente sus niveles de testosterona (otro marcador biológico), no le da para ganar a quienes sí tienen la suficiente hormona para dicho grupo o eleva su nivel y el número de triunfos cambiando “un cromosomita”. Y entonces, qué hacer? Las borramos a ellas, a las mujeres, quienes con sus estrógenos y progestágenos tienen sus propias características biológicas y sus correspondientes y determinados parámetros competitivos? Le excluimos y le suprimimos a elle porque no cabe en el pequeño e injusto mundo binario que hemos creado?

Le damos supresores hormonales a los boxeadores masculinos para bajarles la testosterona para que elle alcance los estándares y pueda participar en la categoría masculina? O les damos testosterona a las atletas extraordinarias en la pubertad para que bajo el influjo androgénico guarden para un futuro no muy lejano las ventajas biomecánicas que esto les traería para siempre- a pesar de los daños-, cuando les toque competir con personas que detentan esas ventajas desde su nacimiento, porque tienen en su código genético el desarrollo adolescente marcado para siempre con esteroides masculinos?


¿Por qué nos obligan a las mujeres a “incluir” a costa nuestra, si además siempre debemos sumarle los obstáculos que ´per se´ impone a las atletas esta cultura machista de mierda


¿Abrimos nuevas categorías para Lía Thomas (trans femenina), Imane Khelif (DSD 5ARD) y otres personas que no caben, y no tienen por qué hacerlo, en las categorías tradicionales, apenas binarias, cero o uno? ¿O sin avanzar, por tozud@s y cegaton@s, producto de la dificultad que planteo para complejizar la realidad y así con denuedo mantener el orden de las cosas, nos tienen que estrujar a las mujeres? ¿Por qué nos obligan a las mujeres a “incluir” a costa nuestra, si además siempre debemos sumarle los obstáculos que per se impone a las atletas esta cultura machista de mierda: sueldos inferiores, abusos sexuales por parte de entrenadores/preparadores físicos, sin lugares óptimos, duchas, baños, cambiadores privados, la conciliación con la maternidad y el monitoreo infame de su salud mental para descalificarlas?

¿Cómo sumamos justicia y seguridad para todas, todos y todes? Nótese que uso los pronombres de manera deliberada para denotar cómo el lenguaje trata de ser incluyente a pesar de que la biología es implacable y gústenos o no, también la tenemos que reconocer como parte de nuestra vida. La biología no es destino, pero la resistencia a la ciencia -cuando conviene- sí es una fatalidad. 

O ampliamos las categorías existentes y como decía la reina de belleza de forma profética de la ignorancia supina que es terca y hostil actualmente: “El hombre se complementa al hombre, mujer con mujer, hombre con hombre y también mujer a hombre, del mismo modo en el sentido contrario” o este galimatías nos borra a las mujeres y el patriarcado gana esta partida.

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