En las narices del Alcalde Gustavo Petro, la delincuencia campea.
Sí, La Candelaria, esa localidad que se divisa desde su despacho, en el Palacio Liévano, es la más insegura de Bogotá. Se concentró el hurto con un aumento de 14 %, por encima de Suba, Kennedy y Ciudad Bolívar. Así lo dio a conocer el más reciente estudio de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
La primera pregunta que surge es por qué una localidad tan pequeña como La Candelaria, con no más de 10 barrios en su territorio, fue la que sufrió el mayor impacto de los atracadores en el 2014 y lo que va de este año. Dice mucho — muchísimo diría yo—, de la dirección de Bogotá, en estos cuatro años. No en vano la historia lo podrá recordar como el alcalde de la inseguridad.
En la lista de las calles más críticas de La Candelaria están la carrera 10.ª, desde la calle 1.ª hasta la 13; la calle 13, desde la carrera 10.ª hasta la 16, y la avenida Caracas, desde la calle 14 hasta la 8.ª.
La Alcaldía de Gustavo Petro con sus alcaldes locales, puso a soñar a los bogotanos con una ciudad humana donde lo antónimo a la violencia fuese la práctica del deporte. Esta localidad que acoge a los amantes de deportes extremos no les ofrece hoy cómo practicarlos de forma segura. Y saber que fueron $4000 millones los destinados para el Fondo de Vigilancia y Seguridad que no mostraron resultados. ¿Dónde quedó la promesa de senderos iluminados para que no fueran por más tiempo atracaderos?
A menos de ocho meses de terminar el gobierno Petro, los habitantes vecinos de La Candelaria, hacen los mismos reparos que al iniciar su administración: la Alcaldía Local de la Candelaria, dependiente y vecina de la Alcaldía Mayor, los han engañado, el sueño de lugares seguros el centro de la ciudad se ha convertido en una pesadilla, en albergue de ladrones y expendedores de drogas.
Algunos periodistas y uno que otro comentarista irresponsable, han querido culpar sectores como el Chorro de Quevedo, entre otras zonas de la localidad, de cada acto vandálico. Irónicamente, varias están cerca de la Estación de Policía de la Avenida Jiménez. Quienes en diferentes ocasiones han sido desmentidos por los ciudadanos que insisten en negar los hechos que estos exponen, de lejos están equivocados y rayan en la torpeza. Nada tiene que ver la gente de La Candelaria, son solo víctimas, no victimarios de esta trama.
Antes de escribir esta columna me tome un café con Santiago Pinzón estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad de La Salle. Qué tal algunos de sus comentarios: "A cuatro compañeras las han asaltado caminando aquí en La Candelaria, a una amiga le han robado la maleta tres veces. A otra amiga le quitaron el celular en el Chorro de Quevedo y a otras dos compañeras las atracaron en la estación de Las Aguas, con arma blanca". Sin palabras me quedé tras su respuesta sobre el papel de la policía. "Se ve en las horas que no se necesita, pero a las siete u ocho de la noche no se ven policías por ningún lado”. ¡Esto es doblemente indignante!
Quién iba a decir, que cerca del mayor desvelo del alcalde —el centro de Bogotá—, que acoge a diario 500.000 transeúntes, 700.000 universitarios, más los 25.000 habitantes de aquellos barrios céntricos junto a deportistas de la ciudad, siguen repitiendo frases como: “El CAI sirve si uno sale gritando y haciendo escándalo, pero que los policías estén pendientes… No”. Esperan impacientes que alguien cumpla lo que les prometieron. Un centro seguro, que por lo menos en este cuatrienio, no fue.
@josiasfiesco
