El 20 del pasado mes de julio, aprovechando la conmemoración del “Grito de la Independencia”, el presidente Petro convocó a los campesinos y productores agropecuarios nacionales a diversos actos mediante los cuales expresaran el respaldo a su Gobierno y a una de sus banderas bautizada como la Reforma Agraria, que no es otra cosa que el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, que son una obligación de cualquier presidente de Colombia.
Aunque ese Acuerdo de Política de Desarrollo Agrario Rural contempla cuatro capítulos, Petro reduce el cumplimiento al primer capítulo, que es el acceso y uso de la tierra. Desde ahí montó las bodegas publicitarias que reflejan su demagogia.
Mientras Petro se enzarza con los expresidentes de Colombia por resolver quién entrega más tierra, el sector agropecuario colombiano, la “locomotora” que tiene para mostrar como el sector que más crece en el Producto Interno Bruto, literalmente se encuentra agonizando.
Es que Petro se desmonta por las ramas para poderle cumplir a “su amo del Norte”, a quien religiosamente rinde cuentas. Es importante la democratización de la tenencia de la tierra, cuyo indicador es de los más desiguales del mundo, pero también importan aún más otros factores, como la defensa de la Producción Nacional.
No es igual que lo que produzca el país esté en manos de las Corporaciones de alimentos, o sea las multinacionales, a que sean nuestros productores quienes, ayudados por su Gobierno, tengan la propiedad de esa riqueza.
Petro activó sus bodegas publicitarias con órdenes de divulgar un mensaje: “Que cada comité de reforma agraria municipal, que cada coordinadora regional, que cada acción criminal a la que quieren quitar su facultad de contratación con el Estado, violando el artículo 23 de la convención americana, que cada organización campesina aliste la movilización rural por la democracia y la justicia rural”, escribió.
Las redes sociales se llenaron con “imágenes de ciudadanos marchando a favor de la reforma, que se ha basado en la entrega y formalización de tierras para familias campesinas y de diferentes etnias, así como en la restauración de víctimas del conflicto armado”, publicó Infobae.
Mientras Colombia no resuelva la contradicción principal de la defensa de su soberanía económica, cada día serán más graves las trabas para su desarrollo. La generación de riqueza nacional pasa por un cambio de modelo, porque el actual privilegia las importaciones sobre la producción nacional. Es ahí donde los dirigentes y productores deben fijar sus objetivos.
Las protestas del sector agropecuario no tendrán solución si no desaparecen las causas que profundizan la crisis económica, que están en la decisión política de privilegiar los productos extranjeros sobre los nacionales. Y las principales herramientas de ese saqueo son los TLC y los Acuerdos de Libre Comercio.
El 12 de mayo de 2012 se firmó el TLC con EE. UU., Acuerdo mediante el cual Colombia le compra por anticipado a EE. UU. todo tipo de géneros alimenticios, productos, bienes y servicios, que en su mayoría se producen en nuestro país, y que Petro prometió en campaña renegociar o denunciar.
Su reticencia en hacerlo demuestra su grado de sumisión, y sus promesas incumplidas a campesinos y productores dejan palpable su carácter populista y demagogo, que lo hacen posar como revolucionario izquierdista mientras actúa como el peor derechista. ¡La consigna es renegociar el TLC!
