El ambiente urbano
Opinión

El ambiente urbano

Olvidamos los eventos significativos que suenan en clave de riesgos y oportunidades de repotenciar la vida, recordemos los parques y avenidas en la pandemia reciente

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julio 19, 2024
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Un rasgo muy comentado en las ciudades en tiempos de pandemia, aquellos días en los cuales se ralentizó la vida urbana y los humanos nos recogimos, es que variaron los ritmos de producción y movilización, y esto dejó espacio para que apareciera en los parques y avenidas, la exuberancia de especies animales y de los tejidos vegetales que rondan nuestros hábitats citadinos. En mi vecindario se recuerdan muchas situaciones especiales, asociadas a la visita de zarigüeyas, pequeños gaticos de monte, iguanas, aves de todos los tamaños y colores, enredaderas y plantas que crecieron en medio de nuestro encierro, entre otras especies y ocupaciones que circularon por el barrio en ese período. Puedo reconocer que este fue un fenómeno global que permitió la difusión por redes sociales de imágenes de otros seres sintientes morando los centros poblados; desde el aumento de mascotas domésticas y animales de compañía, hasta la presencia de animales migrantes de ecosistemas selváticos, hicieron trascender una repetida narrativa en los tiempos del covid-19: le dimos espacio a otras formas de habitar, nos reconocimos en vínculo con tejidos más amplios.

Desde entonces, en medio del afán citadino de reactivación productiva y social, la situación de salud pública y la urgencia de sostenibilidad de la vida, ha implicado la búsqueda de opciones y nuevas alternativas de morar el espacio urbano; seguramente algún nivel de sensibilización ha emergido a partir de la reciente experiencia pandémica respecto a la importancia de pensar la existencia de una manera distinta a la tradicional forma humana de ponerse como referente principal de la existencia planetaria; ello podría contribuir a los esfuerzos por adaptarnos al cambio climático, por afrontar la pérdida de biodiversidad biológica y rectificar las cargas energéticas contaminantes del mundo metropolitano, y esto a pesar de las excusas y aplazamientos que los poderes corporativos y los principales dominios nacionales y transnacionales han impuesto en relación con los cambios necesarios a nivel de las interacciones planetarias.

En ese contexto, vale la pena pensar colectivamente el medio ambiente, terminó popularizado a partir de la segunda mitad del siglo pasado que da cuenta de una creciente preocupación por la degradación de los entornos; precisamente la redundancia del término “medio” en su acepción ecológica que remite al sentido de ámbito que rodea los organismos vivos y la noción de “ambiente” que es posible entenderla casi como sinónimo, que explicita las circunstancias de relación entre los seres animados e inanimados, nos indica el reconocimiento en el siglo XX y lo que va corrido del XXI de un problema de daño creciente de la vida en sus diversas manifestaciones bio-físicas, geográfico-territoriales y socio-ecológicas. Vale la pena recordar que en lo concerniente a las responsabilidades humanas en este proceso de deterioro, actualmente se reconocen una gran cantidad de factores contaminantes, especialmente en los modos de producción, consumo, movilidad y hábitats urbanos que configuran amenazas socio naturales y condiciones de precariedad vital, constituidas en el mayor reto contemporáneo.  


Ante la crítica situación del medio ambiente urbano se requiere una rectificación en planos más amplios y cotidianos que implica repensar las formas de habitar


Ante la crítica situación del medio ambiente urbano, hoy sabemos que las alternativas demandan de una participación que incluye, pero va más allá de los saberes expertos y de las mesas de poder; se requiere una rectificación en planos más amplios y cotidianos que implica repensar las formas de habitar, de relacionarnos entre seres, territorios y dinámicas de interacción socio ecológica; las amenazas y riesgos están a la vista, las soluciones no, básicamente porque el espíritu colectivo citadino no evoluciona al nivel requerido y porque los gobernantes de ciudades que son políticamente correctos, usan el discurso del medio ambiente, pero tienen poco compromiso real; corresponde a las poblaciones, a las culturas, a las ciudadanías, encontrar caminos para la evaluación de impactos ecológicos en nuestros territorios, para la restauración de equilibrios y la conservación de los tejidos vivos en todas sus manifestaciones.

La ciudad y las ciudadanías tan arrojadas a la velocidad de la existencia diaria suelen olvidar hasta sus eventos más significativos que resuenan en clave de riesgos y de oportunidades de repotenciar la vida; apelo a la memoria cercana, a que recordemos los parques y los entornos de calle y avenida en los días de pandemia reciente, para que nos anime un espíritu de mayor compromiso concreto con el medio ambiente; término incluso muy discutible, pero que nos permite comunicar las preocupaciones latentes.   

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