Trump: la foto de la victoria
Opinión

Trump: la foto de la victoria

La foto del atentado viene a decirnos que, si es tiempo de guerra, es ese Trump que desafía a la muerte con el puño en alto el líder más apropiado para dirigirla

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julio 16, 2024
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Hoy tirios y troyanos coinciden en que el fallido intento de asesinato de Donald Trump de la semana pasada ha sentenciado la carrera por la presidencia de los Estados Unidos de América antes de que la misma empezara oficialmente en agosto, con la proclamación oficial de Joe Biden como candidato del partido demócrata.  Antes del atentado, ya eran muchos los analistas que desconfiaban seriamente de la victoria de Biden debido sobre todo al precario estado de su salud mental, evidenciado por su pobre desempeño en el debate que hace un par de semanas mantuvo con Trump y corroborado por sus clamorosas metidas de pata en a rueda de prensa que ofreció al terminar la cumbre de la OTAN en Washington. Entre las que sobresale su presentación de del valeroso presidente de Ucrania Vladimir Putin (¡!) Pero el atentado, repito, sentenció la campaña. En primer lugar, porque reforzó en términos superlativos la imagen de un líder político perseguido despiadadamente por el establishment liberal norteamericano.

Cómo quizás recuerden, él inició el ejercicio de su presidencia en 2016 sometido a una virulenta campaña mediática que reprodujo y amplificó la acusación que le hizo Obama, su antecesor en el cargo de que él era un agente de Putin. Se le acuso de complicidad en la filtración por parte de los rusos de los correos intercambiados entre Hillary Clinton y la dirección demócrata en los que ella daba instrucciones para sabotear en las primarias la candidatura del senador demócrata Bernie Sander. Años después, una investigación independiente demostró que no había sido Putin el autor de esas filtraciones y que, por ende, Trump no había sido su cómplice. El informe argumentó, además, que las filtraciones habían tenido un bajo impacto en la opinión de los votantes demócrata, debido probablemente a que perdieron toda credibilidad por cuant0 se hizo responsable de las mismas al muy odiado Putin.  Se las percibió como un intento suyo de manipular las elecciones norteamericanas en beneficio de quien era su agente o, por lo menos, su cómplice. Esta descalificación de Trump se mantuvo a lo largo de toda su presidencia, arrojando la sombra de la sospecha sobre cualquier intento suyo de reducir tensiones con Rusia.

Al final de su mandato, a Trump le esperaba una nueva campaña en contra. Esta vez, los protagonistas fueron fiscales y jueces que se encargaron de instruir y sustanciar procesos en torno a supuestos o reales delitos suyos, cuyo logro más reciente fue la sentencia de un juez de Nueva York por desvío de fondos de la campaña electoral con el fin de pagar el silencio de una actriz porno que se habría acostado con él. Han sido tantos que él declaró, en tono humorístico, “que tenía más denuncias penales que Al Capone”. Yo no voy a ser quién ponga la mano en el fuego por la inocencia de Trump, como tampoco la pondría por Joe Biden, su hijo Hunter o Bill Clinton, visitante de ese paraíso para pederastas que se montó en una isla del Caribe, Jeffrey Epstein. Y admito que sus repetidas denuncias públicas de que “le habían robado las elecciones” – refiriéndose a las presidenciales que ganó Biden – generaron un clima emocional favorable al asalto por una turba de exaltados del Capitolio, con el propósito de impedir que el congreso en pleno validara los resultados de las mismas.


Han sido tantos los procesos que él declaró, en tono humorístico, “que tenía más denuncias penales que Al Capone”


Pero cualquiera que sea la opinión que, a mí, o a usted mismo querido lector, le merezcan los procesos judiciales incoados en contra de Trump, el hecho es que un segmento muy numeroso del electorado norteamericano considera que todos responde a la misma voluntad política de liquidar por vía judicial al que es ciertamente uno de los lideres políticos más importantes de los Estados Unidos. El sangriento atentado en el que se libró de morir por los pelos – nunca mejor dicho- ha ratificado con fuerza esa percepción. Reforzada ahora por una imagen que ya se ha hecho viral, en la que se le ve rodeado por guardaespaldas, con el rostro ensangrentado y el puño en alto gritando desafiantemente ¡Fight! ¡Fight ¡Fight! con la bandera de las barras y las estrellas ondeando sobre un cielo azul esmaltado. Es una foto trucada ciertamente, porque la realidad mostrada por los videos grabados durante el mortal tiroteo en Pennsylvania es mucho más confusa y prosaica, aunque corroboren la existencia del puño en alto y los llamados a luchar. Pero eso no importa. También lo son fotos como la del miliciano muerto en el frente de Extremadura durante la Guerra Civil española, la de los Marines levantando la bandera norteamericana en una colina de Iwo Jima e inclusive la de la patrulla del Ejército Rojo plantando la bandera de la cruz y el martillo en sobre las ruinas del Reichstag de Berlín. Pero ese hecho no les quitó ni les ha quitado su capacidad de captar la imaginación colectiva y de movilizarla en un determinado sentido. En el caso de la foto del atentado, esta viene a decirnos que, si es tiempo de guerra, tal y como lo sentenció la reciente cumbre de la OTAN en Washington, es ese Trump que desafía a la muerte con el puño en alto el líder más apropiado para dirigirla.

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