Hace una semana no solo se perdió un partido de fútbol, sino también la oportunidad de demostrarle al mundo que los colombianos no somos aquellos violentos e inadaptados que se mataron entre sí durante todo el siglo XX.
Al margen de la derrota deportiva, que en últimas es digerible pues en el fútbol siempre hay revanchas, la derrota cultural y social es difícil de olvidar y subsanar porque es la muestra de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.
Sin exculpar a la CONMEBOL, que organizó una copa américa vergonzosa, con fallos de logística e infraestructura, en un país poco futbolero y que mostró no estar preparado para albergar un evento de tal magnitud (paradójicamente siendo Estados Unidos, la Meca del capitalismo), la sociedad colombiana en todos sus niveles tuvo un comportamiento inefable, triste, indecoroso, deshonroso.
Riñas en los estadios; gente colándose a los partidos -con niños en brazos- e incluso dirigentes de la FCF detenidos por agredir a miembros de la fuerza pública. Todo un cóctel de miseria humana, que en últimas es un reflejo de la sociedad decadente y sin valores en que la vivimos.
Se puede perder un partido, un torneo, una liga, una copa. Se puede ser superado por un rival en la cancha, e incluso con el árbitro y muchos factores en contra.
Lo que no se puede perder nunca, es la dignidad. Hay ocasiones en que la adversidad llega, en la que las circunstancias como seres mortales nos superan, pero lo que marca la diferencia entre alguien que se sobrepone a los mismos o colapsa, es la actitud con la que los asumimos.
No se puede seguir sosteniendo esa "cultura" proto-traqueta, esa "cultura" que ha encontrado como referentes a ciertos influencers que no tienen nada qué ofrecer, salvo un mensaje tonto y soso, pero que por el hecho de que reciben millones por publicidad, se consideran "exitosos" y que por ello, su opinión y visiones de la vida son importantes.
Tampoco se puede seguir sosteniendo la adoración y ciega credibilidad a un sector del periodismo (sobre esto, Marcelo Bielsa, entrenador de la Selección de Uruguay habló en su conferencia de prensa) que para favorecer a ciertos grupos económicos, o bien calla, o dirige la mirada a otras cosas sin importancia, cuando no exacerba odios de tipo xenofóbicos e incluso racistas contra otras nacionalidades. Y sin hablar de aquellos referentes políticos quienes en últimas son los principales responsables de la masacre ética que hoy vive la nación.
Penosísima derrota la que sufrió hace una semana Colombia. Vulgar. Lamentable. Injustificable. ¿Se tomarán cartas en el asunto y mejoraremos como sociedad, o se seguirán romantizando estos antivalores o peor aún, diciendo que todo esto son "casos aislados" y que "los buenos somos más"?
