Mientras el país se mantenga indiferente frente a la suerte de quienes tienen la inmensa responsabilidad de educar a nuestros niños, nunca saldremos adelante. La gran mayoría de los maestros en Colombia tiene que acudir al rebusque para complementar sus ingresos. Sería bueno que los medios se concentraran en investigar y denunciar la verdadera y muy lamentable situación de la gran mayoría de los maestros. Para no ir más lejos, con 26 años de trabajo para llegar al tope del escalafón (grado 14) y después de sacar todos los títulos que se necesitan, un maestro acaba ganando menos que una secretaria recién ingresada a Ecopetrol. Eso no solo es injusto sino torpe, y demuestra cómo tenemos de equivocadas las prioridades en este país. Juan Manuel Santos, marzo de 2000, El Tiempo
Puede que al gobierno el paro de maestros le haya salido barato, a bajo costo, a lo pobre. Un aumento del 12 %, pagadero en 4 años, que en términos prácticos significa que un maestro que gana el sueldo más alto en el escalafón, $2.700.000 pesos mensuales, con el aumento del 12 % va a ganar 324.000 pesos más repartidos en 4 años, es decir, 81.000 pesos por año, 6.750 pesos por mes, 225 pesos diarios.
Pero como lo barato sale caro, el gobierno a la corta y a la larga ha salido perdiendo, pues ha perdido el respaldo, la credibilidad y la voluntad de la inmensa mayoría de los 320.000 educadores, sin los cuales no es posible mejorar la calidad de la educación, mejorar en las pruebas Pisa, establecer la jornada única y convertir al país en el más educado de América Latina. Cuando hoy los maestros regresen a la diaria tarea de enseñar una sensación de abandono, soledad y frustración los acompañará. Así educar no es viable. Como en la ronda infantil, el puente está quebrado, con que lo curaremos…
La educación es quizá el único propósito en el cual están de acuerdo todos los colombianos. Ni la paz, con toda su importancia, tiene tal consenso. Políticos y gobernantes la han convertido en promesa electoral, en eslogan de gobierno. Pero para lograr que todos los niños y jóvenes tengan igualdad y equidad en la educación se requiere el concurso de los maestros. Sin los educadores no es posible cambiar profundamente nuestra educación. Su experiencia profesional y el oficio de enseñar son insustituibles. El éxito educativo de Finlandia y estudios como el realizado por la Fundación Compartir demuestran fehacientemente la importancia de los maestros en la transformación educativa. La tercera gran prioridad del actual gobierno no será posible si no se cuenta con la participación activa de los educadores y los rectores de los colegios públicos.
Una política que no cuente los maestros en su formulación y ejecución está condenada al fracaso. La política se puede decretar, se puede imponer, pero no tendrá éxito. Reformas como los indicadores de logro y la educación por competencias se impusieron de manera autoritaria y su resultado fue una amplia resistencia y en no pocos casos un manifiesto rechazo por parte de los educadores.
El presidente Santos se ufana a diario de que invertirá 703 billones de pesos en su plan de desarrollo durante los cuatro años de gobierno y ha convertido en propaganda oficial que por primera vez el presupuesto de educación (136 billones) será superior al presupuesto de defensa. Lo que resulta inexplicable es que de los 136 billones solo haya podido destinar 4,1 billones, eso es lo que cuesta el aumento del 12% acordado, para “dignificar la profesión de los maestros y mejorar sus salarios, de manera que sean comparables con los de las profesiones mejor pagada”, como lo prometido el presidente Santos en su campaña y en el afán de ganar el voto de los maestros para su triunfo electoral. “Eso no solo es injusto sino torpe, y demuestra cómo tenemos de equivocadas las prioridades en este país”.
Pero no solo la ministra Gina Parody y el gobierno del presidente Santos han salido perdiendo en este parto de los montes. También la dirigencia de Fecode ha sufrido un duro revés. Ha perdido la credibilidad y confianza ante el magisterio. Una mirada a las redes sociales ilustra el nivel de inconformidad y rechazo tras lo acordado y firmado. Las asambleas informativas sobre lo logrado se convirtieron en un rechazo generalizado, en un cuestionamiento a sus responsabilidades como dirigentes y la amenaza de desafiliación del sindicato o la creación de uno nuevo es latente. El liderazgo del hasta ahora más poderoso sindicato del país ha quedado, igualmente roto. Sin duda una gran y desafortunada pérdida para los maestros y la educación.
También se dilapidó una oportunidad, única y feliz, para que el gobierno y los educadores pudieran discutir y acordar una política educativa, que no solo diera cuenta de los problemas salariales de los maestros, sino que incluyera de manera prioritaria soluciones conjuntas a los graves problemas de la educación pública.
El gobierno y la dirigencia de Fecode están abocados a la difícil pero obligada tarea de recuperar la confianza y la credibilidad ante los educadores, sin los cuales no es posible la transformación educativa que con urgencia todos reclamamos, y que unos y otros dicen buscar. Un cambio de rumbo en la política de tratamiento del problema magisterial se impone. La prepotencia, el autoritarismo y la mezquindad en el trato han sufrido un duro revés. La creación de falsas expectativas y la inconsecuencia en la lucha también. El magisterio, solo con su dignidad, está a la espera.