Jorge García Usta: diez años en la otra orilla
Opinión

Jorge García Usta: diez años en la otra orilla

Noticias de la otra orilla

Por:
mayo 09, 2015
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Cuando hace dos años fui invitado a escribir esta columna, pensé titularla de inmediato de la manera en que actualmente está, y lo hice en clave secreta que hoy revelo porque era mi homenaje personal a Jorge García Usta y al primer contacto que tuve con su poesía en un primer poemario precisamente titulado Noticias desde otra orilla.

A los diez años de su temprana muerte, cómo no se nos va a reeditar el tremendo impacto de su partida; cómo no verlo continuado en los ademanes culturales y los logros de sus amigos y discípulos que hoy se destacan; cómo no sentir su enorme falta.

En la distancia de estos diez años su obra poética, por ejemplo, lejos de empañarse, resulta nítida, fiel a una estética en la que la visión de lo poético y el decir logran una inequívoca representación Caribe raizal y universal al mismo tiempo; noción poética que vemos permeando con extraordinaria coherencia sus crónicas y reportajes y aportando esa llama que afina el pensamiento  cuando ensayaba en la investigación cultural.

miguel 1 - Jorge García Usta: diez años en la otra orilla

Hoy reedito también aquella nota apesarada (y apresurada) que escribí hace diez años:

…Es la segunda vez que me falla la vida en estas cosas. La primera vez fue cuando murió mi madre de un derrame cerebral. Ella tenía 32 y yo apenas 6, pero en ese momento refugiado en una violina rústica de peinilla con papel brillante estuve seguro que mamá se repondría. Ahora también estuve guardando esa certeza mientras repasaba los versos de su antología personal haciéndole tiempo a la muerte. Por eso, cuando me dijeron que luego de la operación había movido levemente los pies, me dije: ah, no, esto es pan comido. Este man se levanta.

Hipertensos los dos, en varias ocasiones cruzamos síntomas, pareceres, recetas y mutuas advertencias, pero siempre en medio del humor y de apresuradas conversaciones, porque él estaba siempre más apurado que yo. Y siempre tuvo para mí una palabra generosa sobre mi poesía, un dato de interés, un comentario pertinente, una reflexión reveladora. Siempre admiré y quise a García Usta. Por poeta, por enorme ser humano, por jodido, por amigo, por inteligente, porque era una bestia de trabajo. Siempre quise tener tiempo para conversar con él a gusto, pero casi nunca se podía. Las pocas veces que lo logramos los temas eran siempre los mismos: Mejía, Sincé, Ciénaga de Oro, la poesía, la cultura popular y los sinsabores de la gestión cultural en Cartagena como en Barranquilla.

Todavía recuerdo el día en que lo conocí en su casa del centro de Cartagena. Fui a visitarlo desde Barranquilla y ese día hallé también allí a su amigo Alfonso Múnera. Y hablando los tres nos comimos toda la existencia de unas delicias árabes que hacía su madre para la venta mientras él las contaba y pagaba enseguida metiéndose la mano al bolsillo muerto de risa. Después de eso los pretextos serían los festivales de música del Caribe (en el que lo vi bailar la primera vez con suma aplicación) o los festivales de cine donde siempre tuve una credencial esperándome aún si no asistía. Muchas veces discutimos de literatura y de política y casi siempre estuvimos de acuerdo. Cuando no, también lo disfrutamos. Y siempre nos quedamos debiendo un rato largo para terminar tal o cual conversación que él juzgaba de interés.

Siempre me gustó su poesía, sobre la cual, creo no equivocarme, fui de los primeros que se refirió públicamente a ella en las páginas de la revista Ola de Barranquilla, específicamente sobre su primer libro de poemas Noticias desde otra orilla luego de alguna glosa desobligante que  William Ospina hiciera a nivel nacional de ese poemario. Un día de 1985 en el Amira de la Rosa lanzamos al tiempo nuestros primeros libros, y desde entonces siempre llegaron a mis manos puntualmente con una nota amable cada uno de sus trabajos editados. Fuimos cercanos. Fuimos amigos. Pero sin aspavientos ni parafernalias de la amistad. El fue demasiado serio desde chiquito. Fueron muchas cosas las que nos quedamos debiendo por los atafagos de nuestras obligaciones. Fueron muchas las otras que compartimos por andar los dos en lo mismo. Seré un defensor respetuoso de su hermoso trabajo poético y de su esforzado trabajo intelectual y periodístico. Es una pena no poder seguir contando con él los 30 años de vida productiva que todavía tenía para darnos. Qué vaina, Jorge. ¡No te imaginas la falta que vas a hacer! Va un beso para tu alma.

Diez años después con el intacto valor de los múltiples ejemplos de su vida y su trabajo, por su forma de pelear por las cosas que les servían a los hombres porque la belleza, García Usta nos sigue hablando desde otra orilla.

 

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