Imaginarse cosas o situaciones no solo es producto de la creatividad buena, sino -aunque no lo crea- de la tremenda iniciativa de nuestros miedos. Es lo que llamamos comúnmente echar globos y los hay de todo calibre. Pero me quiero referir a esos globos que hacen daño, sobre todo a quienes los elevan con combustible de gran octanaje: la imaginación desde sus propios temores, sus inseguridades.
Hace unos buenos años, un compañero de trabajo quien -además- era el segundo a bordo de mi jefe de entonces, le pasó una carta a ese jefe diciéndole cosas que jamás pasaron por mi cabeza, pero que él sí se imaginó. Yo ni la había leído, pero fue él mismo quien me la comentó al ver que yo seguía en la actitud normal de siempre. ¡Quedé aterrada! No podía creer todo lo que decía; nada era cierto. Me preguntaba: ¿por qué no había hablado conmigo primero? ¿De dónde sacó semejantes cosas? Además, escalarlo de una vez de esa manera.
Inmediatamente, enfrenté al personaje y le hice las dos preguntas con las que cerré el párrafo anterior. Como siempre, no fue claro y cerró diciendo que es que él se sentía así. Entonces le dije: “Ah, pero eso es como tú te sientes, no como yo lo estoy haciendo. El problema es tuyo” y me fui; bueno, agregué unas cuantas cosas más muy necesarias y me senté a responder la carta con mucha vehemencia… quedé tranquila. Fui y le dije a mi jefe: “le respondí la carta a XXXX con copia a usted. Yo, francamente, no sé de dónde sacó eso.” Mi jefe me miró ‘medio rayado’ y así quedó el asunto. Yo pensé que mejor no me enganchaba en algo tan absurdo, que no le daba más trascendencia y ya. Grave error, porque pasé por alto una característica de ese jefe: siempre le creía al primero que le contaba el cuento -o por lo menos así era entonces- y de ahí para arriba, fregado todo el mundo.
Mi jefe me miró ‘medio rayado’ y así quedó el asunto. Yo pensé que mejor no me enganchaba en algo tan absurdo, que no le daba más trascendencia. Grave error
Pasó el tiempo, yo pasé la página, seguí trabajando como si nada y un día -por alguna razón- hablaba yo con mi jefe y me dijo: “es que eso que le hiciste a XXXX … tenaz”. “¿Usted creyó eso?”, le respondí. “Pensé que mi carta había sido suficiente… ¡Qué tal!”. Esa carta me hizo mucho daño y no me había dado cuenta. Es que, por no querer enredarme la vida, o por no darle el valor que realmente tenía el asunto, no enfrenté totalmente la situación. Todos no pensamos igual y eso hay que tenerlo en cuenta.
Me quedé entonces con varios aprendizajes:
- Uno sí debe defender su reputación hasta el final. El reconocido escritor y periodista peruano Jaime Bayly, decía que ponerse a pelear por cada cosa que dicen en masa es desgastante y es perdido; tiene toda la razón. Pero si uno para el asunto desde la raíz, por lo menos evita que se propague demasiado. Debí haberlo encarado no sola, sino con mi jefe al frente. Y aquí sí que hay que acogerse a esa máxima que dice: “nunca des explicaciones. Tus enemigos no las creen y tus amigos no las necesitan”. ¡Espectacular! La tengo entre mis tatuajes mentales.
- Hay que escuchar las advertencias. El personaje ya tenía su fama y no pensé que me llegara a pasar. Lección: Hay que estar alerta y no confiarse.
- Soy una convencida de que hay que estudiar los eneagramas, o hacer el seminario “Conexión humana” del español Alex Rovira. Conocer los perfiles que conforman esta humanidad tan llena de odios, miedos y dolores es tan importante como saber de leyes y finanzas.
- No repetir las historias ni desde las experiencias, ni desde las palabras; no hablar mal de nadie. Hoy entiendo que esta persona estaba llena de miedos e inseguridades y no siento más que compasión por ella.
Tal vez haya más que aprender. Con estas me quedo y hasta aquí llegó este capítulo de mi vida que les quise compartir. Pensar por los demás es la peor elección y de eso sí que nos muestra la vida. Nos frenamos en nuestros proyectos, creemos cosas que no existen y hacemos mucho daño. Como un día me enseñó mi esposo: No hay que pensar por los demás, no hay que suponer qué piensan los demás… “no hay que pensar en cabeza ajena”.