Pocas personas tienen la vocación de héroes y aún menos la de mártires. Son las circunstancias y no la preparación como proyecto de vida la que los convierte en ello.
Y las personas funcionan según el medio las condiciona: no se puede estar en contra del paramilitarismo donde este gobierna ni oponerse a la guerrilla en los territorios que ella domina. Pero igualmente las condiciones pueden ser favorables a la ‘corrupción’ cuando uno vive bajo reglas del juego que la propician.
Ante un modelo donde la intervención del Estado es un obstáculo para un orden social espontáneo y el principio es que nada debe limitar la capacidad individual de imponerse a su entorno (en busca del éxito y el poder), lo lógico es que la ‘corrupción’ acabe siendo el camino y el instrumento para lograrlo.
Porque todo el mundo tiene las mismas motivaciones o impulsos que los orienta en la vida.
La primera, universal, pero la cual no todos la conocen por tenerla satisfecha sin ser conscientes de eso, es la de la supervivencia. La comida, la habitación, la salud, etc. son necesidades que constituyen la actividad y el propósito que acaba siendo único para milllones de seres humanos que no tienen espacio ni tiempo para fijarse objetivos diferentes. Y la del poder y el éxito es una segunda motivación que mueve a aquellos que tienen tan satisfecha la anterior que ni siquiera existe para ellos.
El poder y el éxito se logran, y casi siempre se miden e identifican, en términos económicos, mientras que la ausencia de dinero coincide con las dificultades que sufren quienes escasamente luchan por unas condiciones para sobrevivir. Para los héroes o para los mártires el desprendimiento del mundo del valor dinerario es la característica que les permite alcanzar esa condición.
El punto es que hablar de corrupción se asocia únicamente con el dinero, sin tener en cuenta lo que para diferentes circunstancias representa.
Mientras la único que se sanciona sea el robo de dinero y no los objetivos que se alcanzan con él según lo que cada cual persigue, nunca saldremos del círculo vicioso de esa corrupción
Mientras la única medida que se sanciona sea el robo de dinero y no los objetivos mismos que se alcanzan con él según lo que cada cual persigue nunca saldremos del círculo vicioso de esa corrupción (ni del de la violencia).
No se podrán erradicar estos males considerando delincuentes a quienes obliga acudir a ellos la falta de recursos económicos para sobrevivir; ni sin establecer criterios para que él uso del poder y la forma de alcanzar el éxito sean cuestionable y sancionable aunque no se manifiesten en forma de acumulación de fortuna.
¿Qué pasa por ejemplo con las diferentes formas de poder que solo buscan retroalimentarse?, ¿por ejemplo porque no se sanciona la desinformación y/o manipulación de la información?, ¿o el ascenso al poder político por la vía de la distribución (o retribución) burocrática?,¿o el abuso mismo del poder económico cuando éste distorsiona las reglas del Mercado?
Son necesarias la disciplina social y la formación alrededor de valores éticos para restringir los impulsos indeseables que pueden acabar en ‘corrupción’. Pero solo un adecuado modelo político y un sistema económico éticamente defendibles a través de un Estado fuerte con capacidad de coerción, puede limitar la capacidad corruptora de unas reglas del juego que permiten cualquier abuso mientras no se caiga en la indebida apropiación de sumas de dinero.
Adenda: una cosa es cuestionar las medidas o la ideología que uno no comparte. Pero no tiene lógica el dedicarse a cuestionar a las personas que se nombran, atacándolas por pertenecer al grupo que acompañó a quien fue elegido para hacer un cambio; ¿acaso esperaban o aspiraban a que los nombramientos de Petro fueran seleccionados de entre quienes se le oponían (y se le oponen)? Nada garantiza la bondad o idoneidad de los nombrados, pero lo menos que por lógica es de esperar es que pertenezcan a la línea de quien los nombra.